Me encuentro, en mi habitual paseo por internet, con que en el estado norteamericano de Connecticut (que es un lugar que nosotros solo conocemos de oídas por las películas y que por lo visto existe de verdad), las tiendas de armas y munición están en el catálogo de empresas de primera necesidad.
Se trata, básicamente, de una lista que determina que, en caso de cataclismo, deben permanecer abiertas farmacias, supermercados, tiendas de licores y armerías por si a uno se le apetece una escopeta para estos tiempos de incertidumbre pandémica.
Igual no encaja con la visión que tenemos por aquí de “bienes de primera necesidad” pero, claro, si un yanqui considera que necesita presenciar el fin del mundo borracho y armado hasta los dientes, quiénes somos nosotros para decirle que no. Puede parecernos que la idea es tan temeraria como no lavarse las manos 85 veces al día, pero yo a un tío que hace cola para ir a comprar balas no pienso discutirle nada.
Y aquí me veo yo, en chándal (y con remordimiento de conciencia por ello), preguntándome qué demonios son bienes de primera necesidad, teniendo en cuenta que cada país y cada cual parece tener una respuesta distinta y estupenda.
Y los wasaps que recibo no ayudan. Por ejemplo, me preguntan con cierta urgencia si es cierto que Carrefour ha precintado todo lo que no es comida.
No por nada, sino porque quien pregunta suele comprar maquillaje allí y a ver ahora qué hace. Porque yo voy en chándal, pero hay gente que sigue arreglándose e incluso maquillándose. Hay quien se maquilla para hacer videollamadas, ahora que vamos a poner caro Skype.
Y no lo hacen por quienes están en la llamada, sino porque quizás alguno hace una captura y la sube a Instagram. Hay que tener buen aspecto para ese público potencial que espera pillarnos en un renuncio estético.
Y yo aquí, en chándal. Menos mal que acabo de ponerme la entrevista de Jordi Évole al papa Francisco (que dice que “siempre hay que tener una ventana abierta” pero no sabe que aquí ha vuelto el invierno) y el periodista y showman va en chándal.
Mañana me lo pongo hasta con orgullo.
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