Muere Nicolas López, uno de los últimos supervivientes de la Batalla del Ebro

Natural de Serón, ha fallecido a los 102 años en una residencia de Barcelona

Nicolás López fue republicano de corazón hasta el fin de sus días (Foto: Inma Martínez).
Nicolás López fue republicano de corazón hasta el fin de sus días (Foto: Inma Martínez). La Voz
Fran Martín
18:58 • 06 abr. 2020 / actualizado a las 19:00 • 06 abr. 2020

El 2 de abril murió Nicolás López López, a los 102 años, en una residencia barcelonesa. Este almeriense nacido en la pedanía de El Cántaro de Serón en 1917, conoció la emigración a tierras catalanas con tan solo ocho años de edad. Durante la II República comenzó a sentir predilección por el socialismo, ideas que ha llevado consigo hasta su muerte. En los primeros momentos de la sublevación militar de 1936 vivía en Barcelona y a los pocos meses fue movilizado por el Ejército Popular de la República junto a dos de sus hermanos. Nicolás, de la quinta del 38, fue conducido en un tren hasta tierras valencianas, en Utiel recibió la instrucción básica para combatir por el estado republicano. Conoció la sinrazón en estado puro entre los oficiales republicanos antes de su bautismo de fuego que llegaría en tierras de Zaragoza (Mediana, Codo y Belchite en 1937). Este seronero, como muchos, tuvo que huir, otros compañeros cayeron allí.




Su sino le llevó al gélido invierno turolense, en el mes de enero de 1938. Primero destinado en máquinas de acompañamiento (morteros, ametralladoras y fusil). Pasó después a transmisiones, rellenaba a diario partes militares sobre la aviación enemiga, describía los diferentes tipos de aviones con precisión meridiana, soportó calamidades y varias huidas en desbandá como la acontecida en la Batalla de Alfambra (Teruel) ante el avance del Cuerpo de Ejército Marroquí. Nicolás afirmaba que los moros avisaron su ataque dos días antes: “Rojillos, ataros las alpargatas que vais a correr”. Nicolás tuvo tiempo de huir de la artillería, la aviación y los tanques y preservar así su vida pero la guerra continuaba. Una vez más esquivaba la bala que llevaba su nombre, como también lo hizo en la pérdida de Lérida unos meses más tarde.






"Un auténtico infierno"
El verano del 38 se acercaba y Nicolás participó en el mayor infierno de la guerra, el Ebro, describió aquella experiencia como un auténtico infierno, aviación, fuego de ametralladoras, artillería, sus compañeros caían por decenas. Un hermano suyo fue pontonero en aquella batalla, encargado de rehacer los puentes que destruía la aviación fascista. Sobrevivió a todos las envestidas enemigas, hasta que fue apresado en Camposines, por los regulares. Conducido a Fayón y humillado junto a otros tantos compañeros, los mandos enemigos intentaban que comieran las sobras de los granos de arroz que dejaban, pero Nicolás nunca se dejó humillar, fue conducido a pie hasta Zaragoza. De soldado de la República pasó a ser esclavo del franquismo, en un campo de concentración en la localidad vasca de Murguía, con barracones y alrededor de unos 1.000 compañeros. Por guardianes tenía a los soldados mutilados de Franco que se vengaban atrozmente de sus penas con estos presos republicanos. Terminó la guerra y su familia lo daba por desaparecido.






Él seguía como esclavo del franquismo, hasta que un día pidieron albañiles. Él no había trabajado nunca en dicha profesión pero había visto como lo hacían y dijo serlo, esa fue la vía para esquivar una muerte segura, muchos morían de enfermedades, inanición y de las palizas que les daban sus guardianes. Comenzó en el puerto de Bilbao a fabricar camiones para el ejército franquista en una cadena de montaje y de esa forma estuvo mejor visto, sus condiciones de vida mejoraron ostensiblemente.




El nuevo régimen quería normalizar España pues a la finalización de la contienda nuestro país era una cárcel, represión, miedo y la ley del silencio. Cuando pudo volvió por fin a Barcelona, a su casa, al calor de su familia.




Reencuentro con su madre
Recordaba con gran cariño el momento en que su madre volvió a verle, fue de estos regalos que tiene la vida y Nicolás tuvo la suerte de vivirlo. Lo que más le dolió de todo lo que vivió fue ver a tantos compañeros caer, sin poderlos socorrer nadie en esos duros lances que marcan las guerras, ni los sanitarios, ni nadie, mandos suicidándose con una bayoneta como el teniente de su compañía en el río Ebro y el duro recuerdo de la equidistancia de los mandos que por nada mataban a cualquiera.


A su regreso a tierras catalanas se aficionó a leer asiduamente los acontecimientos de la II Guerra Mundial, la seguía prácticamente a diario a través de la prensa y rehízo su vida trabajando duro, formó parte del Sindicato Vertical durante los años de la dictadura, demostró su valía durante mucho tiempo pero su pasado republicano y sus ideas socialistas, a las que jamás renunció, pesaron demasiado para poder ascender según su valía.


Un ejemplo de vida
Nicolás fue un gran ejemplo de vida, un gran ejemplo de almeriense anónimo que protagonizó la historia más dramática de nuestro país, siempre guardó silencio de lo ocurrido, varios medios radiofónicos catalanes quisieron entrevistarle y conocer su tremenda historia ya durante la actual democracia española,  pero siempre encontraron la negativa de este seronero hasta que un día de unos meses atrás, su hija Fina, le informó de un proyecto educativo, el IX Encuentro de Testimonios: El final de la guerra de España que desde el IES Turaniana de Roquetas de Mar proyectábamos para el pasado 25 de marzo y Nicolás dijo sí.


Había llegado el momento de trasladar sus vivencias a las nuevas generaciones, para que no se olvidasen, para que otros las conociesen y gracias a Inma Martínez, una cordobesa de orígenes y convicciones republicanas, su memoria fue recobrada para siempre. Inma viajó desde Córdoba a Barcelona, conoció, entrevistó y disfrutó de Nicolás, junto a sus hijas Fina y Emilia López Ibar. Quizás y casi sin pensarlo, Inma salvó del olvido para siempre la memoria del último soldado superviviente de la Batalla del Ebro, el almeriense, natural de El Cántaro, Serón:


Don Nicolás López López. Descansa ya el hombre, mas su memoria perdurará para siempre. Y formará parte algún día (cuando la actual situación quede atrás) del documental educativo del IX Encuentro de Testimonios: El final de la guerra de España, como él así decidió y quién sabe más, ahora su familia es digna acreedora de su enorme legado en el marco de la historia de España.


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