Nacido en Almería en 1988 y criado en el barrio de Los Ángeles, Juan Antonio Rodríguez dirige su propia peluquería, J.J. Estilistas, pero los fines de semana se transforma en Nadine, una de las artistas más queridas del Pub Byblos de la calle Gerona. Allí, lo mismo se mete en la piel de Shakira que se sube encima de la barra a bailar o se planta la peineta y la bata de cola.
Peluquero de día y transformista de noche, ¿cómo lleva que el coronavirus le haya dejado de brazos cruzados?
Hasta el c… (Risas). En la peluquería muy mal porque es mi medio vida y no llevo bien estar en casa sin hacer prácticamente nada. Y en los espectáculos, que es mi vía de escape, sin poder desarrollar el personaje que hay en mí. Al menos tengo tiempo para hacerme el vestuario que utilizo luego.
¿Y cuáles son sus expectativas en ambos ámbitos ante la incertidumbre actual?
Espero volver a tener un volumen de trabajo normal en la peluquería y poder arreglar los destrozos que se ha hecho la gente en sus casas. Los tutoriales de YouTube e Instagram no son aptos para todos los públicos. (Risas). Al espectáculo espero volver pronto. La artista que hay en mí necesita salir.
¿A qué edad y cómo descubrió que le gustaba vestirse como una mujer?
De adolescente, cuando empecé a salir de fiesta, vi a dos transformistas en un pub de Almería. Me dije: “Yo quiero subir al escenario y ser igual que ellas”. Como hombre, por muchas cuestiones, es complicado ponerte unos tacones y maquillarte. Y no se trata tanto de caracterizarme de mujer, sino de expresar el arte que llevo dentro, que de otra forma sería más complicado de expresar. Y que conste que me encanta ponerme una bata de cola.
¿Su familia y amigos lo entendieron?
Tengo la suerte de que mi familia me apoyó y me apoya. Mi familia son mis primeros fans. No se pierden ni un espectáculo en Byblos. Y tengo la suerte de tener unos amigos que me entienden a la perfección y me animan a continuar con Nadine. Y mis clientas de la peluquería no paran de animarme también.
¿Cómo es el proceso rutinario para que Juan se convierta en Nadine?
Juan no llega y se convierte en Nadine sin más. Me tiro toda la semana pensando en las canciones, en el vestuario, en el tipo de maquillaje, en las pelucas, en qué decir. Es un proceso mucho más complejo de lo que la gente puede llegar a imaginar. Es transformarte en una persona diferente a ti mismo.
¿Cómo convive con esa dualidad?
Durmiendo muy poco y pensando en mil cosas a la misma vez. (Risas). Lo llevo con total normalidad. Nadine nunca desconecta de Juan, ni Juan de Nadine. Por ejemplo, en la peluquería las clientas me preguntan por el espectáculo. Y en la noche me piden cita para la peluquería. Y tengo a mis padres hartos de coser y de hacerme de comer.
¿Quién liga más: Nadine o Juan?
Por raro que parezca, Nadine arrasa a Juan. Un chico muy normal como yo nada tiene que hacer frente a las lentillas y el cuerpo de Nadine. A Nadine le gusta provocar y enseñar cacho. (Risas).
¿Qué tienen en común y qué los diferencia?
Juan y Nadine coinciden en el amor al arte y en que son muy perfeccionistas en sus trabajos. Y ya está. La principal diferencia es que Juan es la persona más tímida del mundo y le gusta pasar desapercibido, y Nadine es una sinvergüenza total a la que le gusta que le aplaudan, calentar al personal y hacerle reír.
Nadine es una artista, ¿cuál es el principal talento que la caracteriza?
Sacar el sentimiento y tocar el corazón cuando interpreta la copla. El hecho de ser peluquero y maquillador también me permite sacarle partido a mi cuerpo y a mi cara. Tengo la ventaja de que me sé adaptar a la noche y ser versátil en mis personajes: los viernes hago a Shakira, los sábados me subo encima de la barra a bailar y los domingos me pongo la peineta y la bata de cola.
¿Hay desconocimiento en ese sentido?
En el transformismo hay mucho desconocimiento de lo que se hace. Y muchísima homofobia, incluido entre el colectivo gay. La pregunta que más me hacen es cómo me la escondo. Y ya te adelanto que agradable no es, no nos la pillamos con chinchetas. (Risas).
¿Qué es lo más raro que le han preguntado o le ha ocurrido?
Preguntas raras no he tenido tantas, pero sí alguna situación comprometida, como por ejemplo una noche en que estaba trabajando y me preguntaron que cuánto cobraba por un ‘espectáculo privado’.
Es una muestra más del nivel de confusión y desconocimiento que hay con el transformismo, con lo que hacemos. Tengo la suerte de tener unos jefes que nos protegen de estas situaciones incómodas. Los transformistas somos artistas.
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