A Rocío de Andrés el confinamiento la ha liberado como artista. Ha dejado atrás los retratos realistas y la ilustración botánica que le permitieron ganarse la vida durante algún tiempo y ha recobrado la relación con el dibujo pero desde un punto de vista casi terapéutico. “El dibujo me salva de muchas cosas; trabajar por encargo me limitaba mucho, ahora me estoy desarrollando más”, explica a LA VOZ.
La cuarentena impuesta por la pandemia del coronavirus y el bombardeo de malas noticias llevaron a la joven a una situación límite y ‘Monstruos’, la serie en la que trabaja ahora es su forma de comunicar al mundo cómo está. “Crear aporta a veces una soledad muy bonita, porque sacas algo que hay en ti, lo compartes y al final es de todos”, reflexiona la joven.
Búsqueda y refugio
La búsqueda de ese refugio ha acabado dando vida a criaturas que son tan ilimitadas como nuestras experiencias. “Normalmente parto de cómo me siento, pero me salen otros personajes que me acompañan y sugieren cosas, a la manera que Fernando Pessoa hacía con sus heterónimos. Al final, se trata de enriquecer tu mundo interior”, manifiesta la ilustradora Rocío de Andrés.
Partiendo de su propio reflejo en el espejo y de una única referencia, una línea, la ilustradora traza figuras distorsionadas que ni ella misma controla. Y cada una cuenta su propia historia. Es una forma de exorcizar sus propios fantasmas, porque el arte sugiere lo que cada persona lleva dentro. “Hablan de lo que yo vivo ahora, veo en ellos angustia o hastío, y esa sensibilidad me ayuda a explorar porque son caras con una personalidad”, expresa la creadora, quien confiesa que esta pandemia ha generado en ella la necesidad de escapar a otros universos. De evadirse, sabiéndose afortunada al no tener a nadie enfermo en casa.
Nuevas aristas
Estas nuevas aristas que está adquiriendo el trabajo de Rocío Andrés le han traído muchas sorpresas y constituyen toda una liberación de la labor repetitiva que llevaba a cabo antes. “Hay gente que me dice que mis monstruos les inspiran para escribir historias y lo bonito de esto es que a cada persona le transmiten una cosa”, subraya.
El hecho de que toda la sociedad esté pasando por lo mismo y que se haya forjado cierto sentimiento de comunidad hace que las inquietudes y sensibilidad que denotan las creaciones de la joven conecten con más gente. “Es asombroso porque no tengo conmigo ni mis pinturas ni papel suficiente y, pese a esa limitación tan tremenda, el arte me ayuda a sobrellevar todo y adaptarme y crea comunidad. Si no fuese porque hay gente a la que le gusta las cosas que hago y que se contagia de ellas, quizá no crearía”, reconoce.
Aunque asegura que fantasea con la idea de convertir este proyecto en algo más ambicioso -quién sabe si una exposición o un libro-, Rocío de Andrés se centra de momento en seguir trabajando desde el convencimiento de que necesita verlo todo con perspectiva. “Necesito dejarlo reposar para verlo como una unidad y descubrir cuál es el formato idóneo”, concluye.
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