La leyenda de San Indalecio: festividad del patrón de la ciudad y primer obispo

En ‘La vida de San Indalecio’ el deán de la Catedral, Diego de Orbaneja, rescata su figura

Detalle de la portada de ‘La vida de San Indalecio’, obra escrita en 1699 por Diego de Orbaneja, deán de la Catedral.
Detalle de la portada de ‘La vida de San Indalecio’, obra escrita en 1699 por Diego de Orbaneja, deán de la Catedral. La Voz
Juan Francisco Colomina
07:00 • 15 may. 2020

“A las aras propicias de tan gran Príncipe, solicitando fue protección, y amparo, consagra mi obligación este historial discurso, de la ilustración de Almería, tesoro escondido de fu perla más fermosa, vida y predicación, y muerte, del Apóstol de Andaluzia, San Indalecio, discípulo del Apóstol San Santiago, primer Obispo de la Iglesia Urcitana, ò Almeriense, con la traslación gloriosa de su santo cuerpo al Reyno de Aragón”. De esta manera comienza ‘La vida de San Indalecio’, escrita en 1699 Diego de Orbaneja, deán de la Catedral de Almería. Orbaneja rescata de vida del patrón de la ciudad de Almería y primer obispo de la diócesis allá por el siglo I.




El origen de San Indalecio
La vida y obra de San Indalecio se encuentra en esa nebulosa entre la historia y la leyenda que rodea a todos los santos y mártires de la Iglesia católica. Han sido varios los investigadores religiosos que han seguido los pasos del patrón almerienses y no hay acuerdo aún sobre su origen. Se da por sentado que es oriundo de Jaca -Huesca- aunque el propio Orbaneja lo sitúa en Toledo y con un origen hebreo. Cierto parece que nació en el siglo I en la provincia romana de Hispania.  Sería desde Toledo donde San Indalecio emprendiera un viaje que le llevaría a Roma, a Tierra Santa y, de nuevo, a Hispania para evangelizar a la población pagana. Junto a San Eufrasio, San Indalecio viajaría hasta Jerusalén para verse con María y San Pedro. Cuenta Orbaneja que será el propio San Pedro quien los bautizaría y los mandaría de nuevo a Hispania en varias misiones evangelizadoras. Durante sus primeros años de misiones San Indalecio viajaría en varias ocasiones más a Tierra Santa, siendo partícipe de la inhumación del Apóstol Santiago.




Varón Apostólico
Estando en Roma, San Indalecio es ordenado obispo por los propios San Pablo y San Pedro junto a otros seis compañeros que han pasado a la historia de la Iglesia católica como los Siete Varones Apostólicos que fueron enviados a Hispania en una gran misión evangelizadora para llevar a todos los rincones de la provincia romana el mensaje de Cristo. Cuenta la leyenda que los siete desembarcaron en Portus Magnus -Almeria- y se dispersaron en un primero momento por todo lo que hoy seria Andalucía Oriental.



San Indalecio quedaría instalado en Urci -Pechina- donde fundaría la sede episcopal. Su labor evangelizadora tuvo resistencias en las autoridades locales y en las comunidades judías, pero, según Orbaneja, logró implantar con cierto éxito el cristianismo en su zona. Con el tiempo marcharía hasta el Levante, Burgos y Toledo. Los Siete Varones fueron martirizados y sus restos mortales entraron a formar parte de la leyenda. Los restos de San Indalecio fueron trasladados a Urci y allí permanecieron durante 1000 años.




Leyenda medieval
Año 1083. La Península Ibérica está partida entre los reinos cristianos del norte y los reinos de taifas musulmanas. En este contexto de luchas por el control de la Península Ibérica ente “moros y cristianos”, los restos de San Indalecio despiertan el interés del capitán García, un cabecilla mozárabe y familiar del abad del monasterio de San Juan de la Peña -Jaca- llamado Sancho. García convence a Sancho para que se traslade hasta Bayanna, la antigua Urci romana, para exhumar los restos del Santo y trasladarlos hasta su propio monasterio. Una empresa tremendamente complicada por su complejidad: a las guerras entre reinos religiosos se le sumaba el enfrentamiento entre las taifas de Sevilla y la de Almería y, por supuesto, encontrar el lugar exacto de la tumba de San Indalecio.




García, Sancho y varios monjes viajaron hasta la taifa de Murcia, en paz en aquel momento, y allí quedaron instalaron. Observaron con inquietud las batallas entre las taifas de Sevilla y Almería y esperaron pacientemente para llegar a Urci. San Indalecio quiso ser encontrado y se le apareció en un sueño al abad y le indicó el lugar exacto de su tumba. En algún momento de descanso de los ejércitos, Sancho encontró los restos y se los llevó de vuelta a Murcia.




Allí quedaron reposados durante algún tiempo hasta que San Indalecio -aparecido de nuevo en sueños- dispuso al abad que su cuerpo merecía mejor descanso. Los restos mortales del santo llegaron a San Juan de la Peña en 1084, y desde entonces son venerados con gran devoción.




Traslado a Jaca y Almería
Durante el siglo XIX, en plena ola desamortizadora, el monasterio de San Juan de la Peña sufrió confiscación de algunos de sus bienes y los restos de San Indalecio se vieron obligados a trasladarse hasta la Catedral de Jaca, donde descansan desde entonces. El que fuera obispo de Almería, Rosendo Álvarez Gastón, que lo había sido también de Jaca -y, por tanto, conocedor de la historia de San Indalecio- logró trasladar algunas de las reliquias del Santo, que actualmente reposan bajo el Altar Mayor de la Catedral. Hoy, 15 de mayo, se celebra su festividad. Leyenda o historia, disfruten de San Indalecio.


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