La catástrofe marítima del Alcira

El hundimiento de un barco en las costas de Cabo de Gata en 1914

Foto del vapor Alcira.
Foto del vapor Alcira.
Manuel Artero
07:00 • 17 may. 2020

El 27 de julio de 1910, se inaugura en Almería el servicio oficial de vapores correos de África. La concesión se otorgó a  los Sres. La Roda hermanos, que se convierten así en adjudicatarios del Cuadro de Comunicaciones Marítimas regulares para los servicios de África, conjuntamente con los Sres. Lázaro y Puchol, representantes de la Compañía Valenciana de Navegación.



Diecinueve vapores constituían la flota. Con un peso entre las 1000 y 1500 toneladas, velocidades entre 12 y 19 millas por hora, cámaras lujosas, a todo confort, luz eléctrica y telegrafía Marconi. El lujo de estos vapores era tal, que hasta S. M. La Reina de Italia, realizó un crucero de dos meses a bordo del V. Puchol.  Desde Almería se realizaban múltiples servicios entre numerosas ciudades españolas, sur de Francia, Marruecos y Las Canarias.  En diciembre de 1910, el vapor Alcira, uno de los más antiguos de la compañía, inscrito en la matrícula de Valencia en el año 1897, realizaba el traslado de pasajeros y mercancías entre Almería, Alborán, Cartagena, o Melilla. En 1913 es designado para transportar desde Almería a Melilla un contingente de fuerzas destinadas a las operaciones que se habían de efectuar en el territorio marroquí, del 10 al 20 de ese mes. Desplazaba 1.300 toneladas, con 88,10 metros de eslora; 11,69 metros de manga; 5,97 metros de puntal. Su carga máxima era de 3.500 toneladas. La fuerza de sus máquinas alcanzaba los 240 caballos nominales. El consignatario era José Gª del Moral, situado en el Bulevar del Príncipe, 81.



El 7 de septiembre de 1914, el vapor se dirigía desde Barcelona a Almería, capitaneado por D. Rodrigo Bustamante, sin llevar carga ni pasajeros, para hacer el servicio semanal de conducción de correspondencia, mercancía y pasaje entre Almería y Melilla. El vapor era muy conocido en Almería, ya que realizaba el servicio de cabotaje desde Marsella a Almería y facilitaba provisiones a los habitantes de la isla de Alborán. A las tres y media de la madrugada, a unas cinco millas de la parte más saliente del Cabo de Gata,  chocó con el buque italiano Avvenire, que había salido dos días antes de Villareal de San Antonio, en Portugal, y se dirigía a Génova con carga general, 18 tripulantes y 30 pasajeros. Como consecuencia del choque, el Alcira, se fue a pique.



Según las primeras declaraciones del Capitán del Avvenire, éste navegaba rumbo a Levante, sobre las tres de la madrugada, y encontrándose en aguas del Cabo de Gata, abordó a un vapor. Enseguida echaron al agua los botes salvavidas. Tras las primeras declaraciones del capitán, y por orden del comandante de Marina, Sr. Quintas, se trasladó a bordo del Avvenire el teniente de navío, Sr. Sarategui, comenzar a instruir las primeras diligencias que correspondían al caso. De la tripulación del Alcira compuesta por 28 hombres, se salvaron 22 de ellos. Ocho fueron recogidos por las lanchas del buque italiano y catorce pudieron llegar a nado o en botes salvavidas a la costa. Apenas tuvo conocimiento de la catástrofe el consignatario de la compañía en Almería, D. José García del Moral, se trasladó en bus a Cabo de Gata, junto al cabo de Mar y personal perteneciente al ramo de Marina. Llegaron al lugar del siniestro, encontrando el mar en calma, sin dar muestra alguna de que el Alcira estaba sepultado en su fondo. D. Manuel Berjón, ofreció la lancha automóvil de su propiedad, con el fin de trasladar a los náufragos al puerto almeriense. Una vez en Cabo de Gata,  recogieron a los tripulantes salvados, trasladándolos a Almería, donde se les ofreció todas las atenciones necesarias. También trasladó el cadáver del maquinista, D. Miguel Pla. Los supervivientes del Alcira perdieron toda la ropa, dinero y objetos, quedando muchos de ellos solo con la ropa interior. Por orden de la casa consignataria fueron a los almacenes El Águila, y allí se les proveyó de ropa, calzado y otros efectos necesarios. 



Hundimiento



Según declaraciones del capitán del Alcira, el buque había recibido tres embestidas en el costado de estribor, lo que provocó una enorme vía de agua, hundiéndose de proa. Seis minutos después, explotaron las calderas y el buque desapareció. El capitán también contó que el primer oficial. D. Felipe de Torres, había sido víctima del accidente, al no querer abandonar su puesto. El capitán, permaneció en el puente hasta el último momento, ordenando el salvamento de los tripulantes y después quedó unido al buque, asido a un salvavidas, hasta que el Alcira desapareció bajo las aguas. A punto estuvo de morir, ya que el fuerte remolino del agua le echó fuera del casco, y lo colocó debajo de la quilla, frente a la hélice, que en aquel momento tenía una velocidad excesiva.



En la catástrofe perecieron el primer maquinista, D. Miguel Pla, de 50 años. También perdieron la vida, el segundo maquinista, D. Francisco Zaragoza, el primer oficial D. Felipe de Torres, el contramaestre, Wenceslao Fons,  el marinero, Pedro Aragonés y el camarero, Jaime Torts.  Además, cinco personas del Alcira y tres del Avvenire,  habían desaparecido. El capitán, italiano, Sir Luigi Questa, también resultó herido.  El Avvenire recaló en Almería para reparar las averías que sufrió como consecuencia del choque.



Quedó fondeado en el andén de costa de Levante. Una grieta en la proa había inundado por completo el compartimiento, tanto, que estuvo a punto de irse también a pique. En el puerto hubo de ser aligerado de carga mientras se achicaba agua con bombas. El cónsul de Italia, Sr. Fischer acudió al buque y puso bajo su protección a la tripulación y pasaje. El accidente causó honda impresión en la capital, y numeroso público se acercó al muelle para conocer los detalles del suceso. El Alcira no estaba asegurado en compañía alguna. En el sitio que se hundió, no hubo esperanza de sacarlo, toda tentativa era inútil por la gran profundidad y la fuerza e intensidad de las corrientes de la zona, y ahí seguirá, como otros muchos hundidos en la mima zona, seguramente para siempre.


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