La literatura es una actividad solo apta para dos tipos de personas en pleno siglo XXI: fabricantes de ‘best sellers’ y churros y auténticos masoquistas enamorados del negro sobre blanco.
Si a eso de dedicarse al mundo de las letras le sumamos el panorama incierto de una pandemia como las de antes y un confinamiento como los de nunca, la profesión de ilustrado escritor tiene más peligros que lo de dar saltos sin red debajo de la carpa de un circo.
Sin embargo, siempre hay quien sabe reinventarse para dar, en el último momento, un doble mortal con triple tirabuzón.
Es el caso de Julio Muñoz, ese sevillano más conocido como ‘Rancio’, que lleva a sus espaldas la autoría de ocho novelas y ahora está entreteniendo al personal con ‘Nudos’, un ‘thriller’ que los lectores recibimos por correo electrónico tras suscribirnos a su ‘newsletter’ haciéndonos partícipes de una historia de crímenes perfectos y persecuciones policiales. Transmedia e interactividad se llama eso, creo yo, ahora que soy humilde cómplice de los asesinatos confesados por el ‘Rancio’ de Julio.
Aquí en Almería, y en plena cuarentena, Blas Ruiz ha aprovechado el confinamiento para enviar, capítulo a capítulo, la novela que ha ido escribiendo mientras nos escondíamos del virus.
No obstante, las librerías ya han abierto sus puertas, que no se nos olvide. A ver si ahora nos vamos a aficionar a las novelas por entregas electrónicas y vamos a dejar a los libreros sin comer.
Porque la Picasso de la Avenida de la Estación, que en paz descanse, ha bajado la persiana, pero hay otras que siguen en pie. De hecho, yo he visto un trasiego sorprendente para ser tiendas de estas que venden sabiduría y diversión impresa.
Zebras, por ejemplo, ha vuelto a ser la estantería que hace palpitar a toda una plaza.
Los niños de mi generación, por aquella zona, no jugábamos mucho en la calle, la verdad, pero en este rincón ahora pasa algo sorprendente: la puerta de la librería es el sitio de juegos habitual de un buen puñado de críos. Una librería, dando vida a un barrio. Ver para creer.
Belén ya no puede dispensar abrazos y seguimos añorando a Miguel Naveros, que hoy nos estaría recordando que su tío, Jesús Pardo, acaba de morir dejando huérfanos al periodismo, la literatura y al Café Gijón. Pero qué bueno es volver (y que os quedéis).
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