Cuando los almerienses se levanten este 31 de mayo de 2020 pasearán con cierta normalidad por las principales calle de Almería y no levantaran la vista hacia el cielo o el puerto. No fue así para los habitantes de la ciudad un día como hoy de 1937. Ese día, Almería se levantó con el terror y el horror grabado en las retinas. Varias decenas de muertos y otros tantos heridos se agolpaban en las calles y en las viviendas y los gritos de desesperación se podían oír en casi cualquier calle de Casco Histórico. Acaba de terminar uno de los mayores crímenes ocurridos en el contexto de la guerra civil: el bombardeo nazi sobre Almería.
Las primera bombas
A las víctimas -33 fallecidos- de aquel bombardeo inmisericorde e indiscriminado se le sumó la gran cantidad de patrimonio destrozado por los obuses lanzados por los cinco barcos de la armada alemana. Desde primera hora de la mañana de aquel 31 de mayo de 1937, los obuses alcanzaron la primera línea de la ciudad, recorriendo todo el frente desde Pescadería-La Chanca hasta las inmediaciones de El Zapillo. Los primeros destrozos importantes lo sufrieron las casas de los pescadores próximas al puerto. Los estruendos y el humo desperraron a los almerienses alrededor a primera hora de la mañana. Los pocos valientes que se atrevieron a salir vieron como una segunda oleada de obuses caían sobre ellos y abría un boquete enorme en la fachada sur del actual IES Celia Viñas.
El terror se había apoderado de la ciudad en cuestión de minutos. Las bombas no cesaban de caer sobre edificios y casas particulares. El Hotel Simón, en pleno corazón del Paseo, sufría un impacto en toda su fachada que casi provoca su derrumbe. Las casas que rodean al Mercado Central son prácticamente borradas del mapa y al menos siete de ellas sufrirán graves destrozos en sus cimientos. El propio Mercado se libra por unos pocos metros. No así el Banco Español de Crédito, actual Banco Banesto, que sufrió un impresionante impacto en su fachada circular dejando a la vista el interior del edificio.
La Estación del ferrocarril y el Preventorio
Tras unos minutos de paz, los barcos alemanes prosiguen con la agresión con el bombardeo. Esta vez dirigen sus cañones hacia Levante y los obuses caen sobre las vías del tren próximas al Cable Inglés e impactan de lleno a escasos metros de la fachada sur de la Estación de Ferrocarril. Las ondas expansivas provocan que toda la cristalera estalle en mil pedazos. La Estación parece que fue uno de los objetivos de los alemanes al constatar el gran número de obuses que lanzaron en la zona. Y aunque no dio diana en el edificio, sí que lo hizo de lleno en la fachada del Preventorio, actualmente la sede de la alcaldía. Numerosas casas y cortijos situados en el entorno de la Avenida de la Estación quedaron también completamente arrasas.
Patrimonio religioso
Las iglesias no se libraron de las consecuencias del bombardeo y dos de ellas sufrieron graves daños en sus estructuras. La Iglesia de San Roque, ya muy deteriorada por el saqueo de 1936, sufrió varios impactos que no llegaron a estallar pero que dejó grandes daños en su fachada lateral. En los años 40 tuvo que ser reconstruida tal y como la encontramos en la actualidad. Los daños más graves los sufrió la Iglesia de San Sebastián cuando un obús penetró la cubierta y destrozó parte de interior de la nave.
Otras iglesias, como la de San Pedro y la de Sagrado Corazón, sufrieron daños menores en sus fachas, sin duda a consecuencia de la metralla.
Los refugios de Almería
Las bombas no solo cayeron en el centro de capital, sino que se registraron impactos en otras zonas más alejadas como La Molineta o el barrio de Los Molinos. El Zapillo, por ser zona de vega, no contó con muchas edificaciones afectadas pero sí contó con numerosos boquetes entre sus bancales. Fueron un centenar los edificios y casas afectadas por los obuses arrojados sobre la población indefensa que aún dormía.
El terror de este bombardeo, que vino a sumarse a los que se habían iniciado en 1936 por parte de las tropas sublevadas, aceleró el proceso de la defensa pasiva, es decir, de la construcción de los refugios, que contó con la participación de mano de obra de muchos vecinos que vivían aterrorizados cada noche. El ruido de los obuses y las casas derrumbándose quedó marcado en el imaginario colectivo de toda una generación.
Hoy en día podemos disfrutar del mismo patrimonio, en parte reconstruido, pero olvidemos que la paz es tan frágil como una pared de ladrillos.
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