Almería, con más de 200 kilómetros de costa a orilla del mar Mediterráneo, a partir de la incorporación a Castilla del reino de Granada a finales del siglo XV, el último Estado islámico en Europa occidental, se convirtió en frontera política, religiosa y cultural, función que se acentuó al ser expulsada la población morisca, antes de concluir el siglo XVI, y continúa vigente en la actualidad como frontera de la O.T.A.N.
Durante más de medio milenio se han sucedido proyectos y actuaciones para dotar dicho litoral de fortificaciones adecuadas, pero en la mayoría de los casos la falta de medios impidió que las propuestas se convirtieran en realidad.
La excepción se produjo durante el reinado de Carlos III, el monarca que llegó a España el año 1759, tras la muerte sin descendencia de su hermano Fernando VI, cuando acumulaba la experiencia de gobierno de más de un cuarto de siglo como monarca del reino de Nápoles.
Defensa
Carlos III se supo rodear de personas eficaces para acometer la solución de problemas pendientes, a veces desde hacía siglos. Uno de ellos era resolver de una vez la defensa de la costa del reino de Granada, recurriendo a la figura Antonio María Bucarelli y Ursúa, militar sevillano que tras recorrer la costa del reino de Granada redactó la legislación que resolviera el problema, que fue aprobada por el monarca el año 1764.
Tras dicha comisión fue gobernador y capitán general de Cuba y falleció en 1779, ejerciendo como virrey de Nueva España, que abarcaba México y gran parte de Estados Unidos. Para solucionar la defensa de la costa del reino de Granada, tras la inspección de las fortificaciones existentes, estimó que se podían aprovechar unas ochenta de todo tipo, reformándolas para que cumplieran su nueva función de vigilancia y de disuasión artillera.
A partir de cuatro planos o modelos para atalayas, torres de dos cañones, baterías de cuatro cañones y cuarteles de caballería se proyectó la construcción de 32 edificios de nueva planta, de los cuales trece se edificaron en el litoral almeriense. En algo más de un lustro se erigieron las atalayas de la Vela Blanca, del Fraile o de Cala Higuera y la torre del cerro de los Lobos.
Fuertes
De dos cañones se construyeron las fortificaciones de Villaricos, Macenas, Mesa Roldán y las desaparecidas del Bobar, junto a la desembocadura del río Andarax, y de los Bajos, en Roquetas. Baterías de cuatro cañones se edificaron la de Escobetas o de Jesús Nazareno en Garrucha, la de San Ramón de Rodalquilar, la de San Felipe de los Escullos, en la costa de levante y la de Guardias Viejas en el poniente almeriense.
Finalmente, también se edificó una de las dos casas fuertes, en realidad cuarteles de caballería, que se erigieron en la costa del reino de Granada. Salvo las obras que asumió la hacienda del monarca, la mayoría de los trabajos fueron sufragados por particulares que obtuvieron a cambio grados militares remunerados vitalicios que, a veces, fueron el origen de brillantes carreras militares. Tras la ejecución del plan de defensa, la costa almeriense se convirtió en un litoral prácticamente inaccesible para navíos hostiles por la combinación del control artillero de sus calas y la patrulla de tropas de caballería en los tramos más abiertos.
Este sistema quedó prácticamente destruido durante la Guerra de la Independencia y abandonado, en parte, varias fortificaciones han sido desamortizadas. La mayoría de los edificios de aquel sistema de defensa se conservan, y constituyen un extraordinario conjunto patrimonial pendiente de su puesta en valor.
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