Si nuestra tierra, Almería, ha tenido una época de gloria, esa ha sido sin duda la Edad Media. Al-Mariya, heredera de la Urci romana, creció como nunca bajo el poder musulmán en la Península Ibérica. Y su destino estaba ligado irremediablemente al éxito de las empresas de los califas y reyes de taifas.
Moros y cristianos
Las luchas entres “moros y cristianos” marcaron toda la Edad Media en la Península Ibérica. Don Pelayo, aquel legendario visigodo protector de Asturias, fue el dique de contención -junto a las montañas cántabras, claro- ante el avance de las tropas musulmanas en la Península Ibérica. Tras más de un siglo de languidez cristiana, la llamada “Reconquista” empezó a rodar de forma imparable. Desde el reino de Asturias y, posteriormente, el Reino de León, hasta llegar a la conquista de Granada de 1492, la Península Ibérica sufrirá multitud de guerras entre moros y cristianos, que acordarán treguas, traiciones y conquistas a lo largo de más de 700 años. Urci no iba a estar exenta de estas conquistas y vaivenes. La fundación de Al-Mariya en 955 por parte de Abderramán III supuso el auge y esplendor de nuestra ciudad, y por ende, objetivo a conquistar.
La conquista de 1147
Ya en 1147 los reinos cristianos de León y Navarra, con Alfonso VII y García V a la cabeza, y el Condado de Barcelona, con Ramón Berenguer IV, tejieron alianzas con la Santa Sede y las ciudades de Pisa y Génova para conquistar Almería. Aprovechando la debilidad interna de las tierras moras, los cristianos se hicieron rápidamente con la ciudad. Desembarcaron en las playas del levante, concretamente en una en la que todo almeriense se ha bañado: la playa de Genoveses. Si algún despistado se había preguntado el por qué de aquel nombre, aquí tiene la respuesta. La conquista fue efímera y apenas duró una década: en 1157 los almohades, que venían desde Marruecos, conquistaron todo el sur peninsular y expulsaron a los cristianos de Almería. Los historiadores que han estudiado aquel breve paso cristiano aseguran que aquella empresa bélica supuso el frenazo al avance económico y social de la ciudad. Seguramente sería el primero de muchos que han venido después.
El Mediterráneo, campo de batalla
El Mediterráneo ha sido origen de sociedades, imperios, guerras y de evoluciones históricas. La navegación y las relaciones comerciales ya empezaron con los llamados Pueblos del Mar, aquel maremágnum de experimentados marinos que iban y venían desde Oriente Próximo hasta las Columnas de Hércules. Durante la Edad Media, el Mediterráneo fue, como podía ser de otra manera, fuente de conflictos entre los berberiscos del norte de África, los musulmanes de la Península y las ciudades comerciales de Italia. Pero sin duda, el gran enemigo eran los turcos del Imperio Otomano. Y aquí el Reino de Aragón tenía mucho que decir. Los reyes aragoneses habían fijado el Levante y en el Mediterráneo como su zona de influencia natural. Por el contrario, a León y Castilla le motivaba más la conquista de las tierras moras.
Almería y Algeciras, la pinza cristiana
Bajo el poder musulmán, Al-Mariya se había convertido en un puerto poderoso, uno de los más importantes de todo el Mediterráneo. Además, contaba con una poderosa alcazaba que lo protegía. Tuvo que pasar casi 200 años para que otra empresa cristiana se decidiera a marchar sobre nuestra ciudad. Aprovechando otra época de inestabilidad interna de los musulmanes, los reyes Jaime II de Aragón y Fernando IV de León sellaron un acuerdo en Alcalá de Henares para conquistar definitivamente el reino nazarí de Granada. El rey Fernando debía marchar hacia las tierras gaditanas para la conquista de Algeciras y Jaime II hacía lo propio con Almería. Por pactos dinásticos anteriores, las tierras a conquistar correspondían a los reyes de León y Castilla, pero ambos monarcas llegaron al acuerdo de ceder al rey aragonés un sexto del territorio oriental nazarí, es decir, gran parte de lo que hoy es la provincia de Almería. Jaime II también tenía en mente deshacerse de poder marítimo musulmán en la Península. Pero ninguna conquista se hace sin fondos económicos. Jaime II miró a Aviñón, donde se encontraba el Papa Clemente V, que había huido de Roma tras un polémico proceso contra los Templarios. Jaime II solicitó la Bula papal para asegurarse que la conquista se llevaba a cabo con éxito. Clemente V no dudo en otorgar a aquella campaña la denominación de Cruzada, viéndose así cumplido el deseo del monarca aragonés. Andrés Giménez Soler se hizo eco en 1904 de aquella campaña militar.
El sitio de Almería
Con todos los preparativos en marcha, el rey Fernando IV marchó hacia Algeciras; Jaime II partió desde Valencia y llegó a Almería el 15 de agosto de 1309. Comenzaba el asedio contra la ciudad nazarí de Al-Mariya. Entraron los ejércitos por Vera y se trasladaron hasta Mojácar. Desde allí bajaron por Sorbas y Tabernas hasta llegar a Almería sin sufrir bajas ni enfrentamientos. Alrededor de la ciudad hubo al menos dos batallas, cuentan las crónicas. No fueron grandes enfrentamientos armados sino más bien escaramuzas entre los ejércitos del rey aragonés y el nazarí. La fortaleza que protegía Almería era prácticamente inexpugnable. Los cuatros meses que van desde agosto a diciembre de 1309 fueron meses de asedio, trincheras, túneles, escaramuzas y bolaños contra la alcazaba. Almería pudo caer en el invierno de 1309-1310, pero quiso el destino, o el rey Fernando IV, que Almería quedase bajo dominio musulmán hasta 1489. Fernando IV se retiró de Algeciras y Jaime II se vio obligado a hacer lo mismo. Pero no se fue con las manos vacías: un año antes se había conseguido encontrar los restos de San Indalecio, el primer obispo de Almería. El santo descansaba en Urci (Pechina) y fueron trasladados a Murcia, Valencia y, finalmente, a Jaca. Pero no todos sus restos llegaron a descansar de forma íntegra: el monarca aragonés considero que había hecho un gran servicio a la cristiandad y reclamó para sí el brazo de Santo. Tras acordar con el rey nazarí una retirada pacífica y unos lazos de amistad entre ambos reinos, el 26 de enero de 1310 retira sus tropas. Jaime II no consiguió conquistar Almería, pero su nombre quedó grabado para siempre en nuestra Historia. Y bueno, no todos los reyes tienen una reliquia de un santo bajo su poder. Aquí termina el fallido asedio de Almería de 1309.
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