Memorias de un festival de jazz (I)

El rescate del festival ha activado la memoria del músico, que repasa grandes momentos

Carteles de las primeras ediciones de la emblemática cita almeriense con el Jazz.
Carteles de las primeras ediciones de la emblemática cita almeriense con el Jazz. La Voz
Ramón García
07:00 • 31 oct. 2020

Aún recuerdo cómo me temblaban las piernas aquella noche de noviembre. Llevaba varios días nervioso y esperaba que ese momento pasase rápido. Mi debut como músico de jazz se iba a producir en el Teatro Cervantes, precediendo nada menos que al mítico Art Blakey y sus Jazz Messengers. Dicho esto ¿cómo no voy a amar los festivales de jazz de Almería?



Aunque en realidad todo comenzó para mí al inicio de los ochenta cuando, siendo muy joven, asistí a los Festivales Andaluces. Allí pude escuchar en directo a artistas como Jayme Marques, Tete Montoliu, Pedro Iturralde o Pedro Ruy-Blas. Buen bautizo para un aprendiz.



El primer festival oficial llegó en noviembre del 84. Por un inadecuado escenario en el interior de una carpa plantada en las inmediaciones de la playa de las Almadrabillas recalaron el cuarteto de Richie Cole, la Big Band de Buddy Rich y el dúo de Tete Montoliu y Bobby Hutcherson. Me encantaron los tres conciertos, sin importarme el plantón de la última noche al relente, mientras intentaban afinar el piano para Tete, afectado por la cercanía del Mediterráneo. Y ya hubo ese año un hueco para los pioneros del jazz almeriense, como Chipo Martínez, Lito Vergara, Fafi Molina o Paco Campos, formando parte de Puerta Purchena y Bulla Blues Band, bandas cuyo nombre mostraba a las claras su origen.

Ediciones especiales
Al poco llegaron los primeros festivales realmente especiales para mí, en los que pude escuchar en directo a músicos que solo conocía por las portadas de sus discos, como el propio Blakey, el trompetista Woody Shaw, los elegantísimos Modern Jazz Quartet, el demoníaco bluesman Albert Collins —aún se recuerda su salida del recinto para acabar tocando en pleno Paseo de Almería— los virtuosos Paquito D’Rivera o Michel Camilo y el potente jazz-rock de John Scofield o Steps Aheads.



Y las primeras conferencias, con periodistas de prestigio como Chema García Martínez o el querido Juan Claudio Cifuentes ‘Cifu’, que presentaba entonces Jazz entre amigos en la única televisión que podía verse.



Los noventa comenzaron con fuerza y apostando por la fusión. Llegaron bandas como Chastang Explosion Quintet, Benavent & Amargós, estandartes del jazz-rock como dos formaciones punteras que me volvían loco en aquel entonces: Chick Corea Elektric Band, en 1990 y Spyro Gyra al año siguiente. También el gran Dizzy Gillespie, que ofreció uno de los últimos conciertos de su vida en nuestra tierra. Guardo como oro en paño un CD que el genio de enormes mofletes me firmó tras el concierto, mientras devoraba una enorme banana en los camerinos.

Primer tropiezo
Nuestro país se vistió de gala en el 92, pero aquí llegó el primer tropiezo: la retirada de la Asociación Amigos del Jazz de la organización del festival, por desavenencias con la corporación municipal. Ya se notó un descenso en el nivel del siguiente, que contó solo con dos grandes conciertos, la Duke Ellington Orchestra y el vanguardista Lester Bowie.



Al festival del 93 muchos lo recordamos como ‘el clandestino’. Tres actuaciones —Ornette Coleman, Herbie Mann y Michel Camilo— de las que la mayoría de los ciudadanos casi no nos enteramos, debido a su escasa promoción. Acto seguido llegó la primera interrupción del festival durante cuatro años.

La euforia de 2005



La euforia por la concesión de los Juegos del Mediterráneo a nuestra provincia animó a la corporación municipal y decidieron resucitar el festival, sacándose de la manga una curiosa denominación: Jornadas de Jazz Almería 2005. En los años 1998 y 1999, con una organización mucho más implicada y el apoyo del promotor almeriense Alejandro Reyes —alma del San Juan Evangelista de Madrid—, el jazz volvió a florecer en nuestra tierra. De esas jornadas destacaría el espectacular Palabra de Guitarra Latina, al saxofonista Bill Evans o el desconcierto provocado por el free jazz de Yosuke Yamashita. Mi mejor recuerdo lo reservo para el delicioso recital del saxofonista Phil Woods con Mulgrew Miller al piano y N.H.O.P al contrabajo.



El siglo XX acababa bien, pero metidos ya en el nuevo milenio el festival alcanzaría sus mejores momentos en cuanto a organización y buen hacer. Aunque no todo fue de color de rosa. Lo contaré pronto. Continuará…


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