Alejandro Buendía, guardián de la memoria de la vida cotidiana de Almería, reflexiona en esta entrevista sobre los tiempos de la Covid-19. Enfermero de formación, está al frente de los Museos de Terque, proyecto que incluye el Museo Etnográfico, el Museo Provincial de la Uva del Barco, la tienda de tejidos La Modernista, el Museo de la Escritura Popular y la Cueva de San José, usada como sala de exposiciones. Allí custodia buena parte del legado sentimental de la provincia.
Además, lleva a cabo una importante labor divulgativa a través del blog de la iniciativa, boletines y actividades como la Jornada de Recuperación de Oficios Antiguos que se han visto interrumpidas por la crisis sanitaria.
Ha sido catastrófico, como en todos sitios. Estábamos en un momento en que las visitas aumentaban: unas 700 u 800 al mes. El coronavirus lo ha parado todo, pero el potencial de los museos está ahí. A partir del brote en la Residencia de Terque, decidimos cerrar completamente. Seguimos trabajando desde casa para cuando esto pase.
¿De qué forma afectó el brote en el ánimo del pueblo?
Es un pueblo de pocos vecinos, muy mayores todos, de modo que el brote generó miedo. Han sido meses muy duros de entierros. Ahora se ha superado y, afortunadamente, la mayoría de los residentes están bien y sanos.
¿Cómo vive que personas que han superado calamidades como el hambre y la guerra se vean en esta situación?
Pienso que para ellos están siendo tiempos tan difíciles como los años de la posguerra, porque al final ven que en sus últimos días están aislados sin poder ver a su familia. Las personas que han tenido la desgracia de ingresar, y estar en una habitación solas, solo recibían la visita de un sanitario enfundado en plásticos que, por mucho que quiera, llega hasta donde llega.
Tenemos que sacar una reflexión como sociedad de todo esto, porque estamos otra vez casi en las mismas circunstancias de marzo. Nos ha faltado mucho espíritu cívico y sentimiento de comunidad.
Ha habido familias que se han mudado a pueblos como Terque en busca de más espacio. ¿Lo interpreta como una vuelta a los orígenes?
Terque tiene mucho potencial, porque está a 27 km de Almería. Yo he estado algunos años yendo y viniendo a diario. Es un pueblo bonito y su actividad cultural es un aliciente. Hay que ofrecer ideas nuevas para luchar contra la España vaciada. El que haya pasado estos meses en un pueblo habrá tenido más recursos.
Esta nueva tendencia podría acabar con el abandono de los pueblos y traer un modo de vida más ecológico. Yo ahora voy andando al hospital, lo hago por no entrar en el bus, pero es más positivo para el medio ambiente.
Hablaba del aliciente cultural de vivir en Terque, tengo entendido que quieren recuperar para su visita una cabina telefónica y un buzón de Correos...
Las cabinas van a desaparecer ya. Las vemos en las calles sucias y abandonadas y no pensamos en cuántas anécdotas tenemos haciendo cola para llamar a casa cuando estábamos fuera, o para hablar con la novia. Podría ser bonito que durante el paseo por el pueblo contáramos la historia de cuándo apareció el teléfono y de qué representaron estos elementos urbanos. Es lo mismo que hicimos con el lavadero.
En cuanto a los buzones, en Terque no hay de pie, sí uno de pared pequeño. Pero en Almería los están retirando y estamos luchando desde hace semanas y escribiendo a Correos para recuperar alguno, ya que van a ir directos a la chatarra.
¡Cuántas cartas hemos echado por la boca de un buzón! ¡Si pudiésemos contar las penas y las alegrías que nos han traído...! El único Museo de la Escritura Popular de España está en Terque y merece tener un buzón que forme parte de las colecciones.
Con la retirada de estos elementos se va un modo de vida.
Se va la vida cotidiana, que es lo que nos empeñamos en conservar en Terque. En este caso, una manera de comunicarnos que ha desaparecido. Cuando llegué al pueblo en el 84, recuerdo que no había cabina en la calle. Tenías que ir a llamar dentro de la casa de una señora, que le daba al ‘cuenta-minutos’. Y luego había otro teléfono en el bar.
Igual que la ilusión con la que vivíamos la visita del cartero, y la decepción cuando no traía la carta que esperabas. Leyendo esas misivas, podemos saber todo sobre nuestro pasado.
Ya no mandamos cartas, ¿cómo sabrán en el futuro cómo fue nuestra vida cotidiana en tiempos del coronavirus?
Ahora tenemos tanta información que te pierdes. Yo llevo meses guardando periódicos y material en papel porque dentro de unos años no sé lo que va a quedar de este mundo. Desde luego, cartas ninguna; eso por descontado. Quedará la videoteca, la hemeroteca, pero poco más.
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