“Cómo está, maestro?”, le pregunto. Pepe Sorroche sonríe y responde: “Perfectamente, muchas gracias”. Se ha venido desde hace unos años para su cortijo de Tabernas, con su Carmela, y está tranquilo. “Mi nieta y mi hija me han estado trayendo comestibles y demás, y hay una gasolinera cerca, y no hay mucha gente, así que me acerco...”.
Ya el cortijo es su vivienda, añade. “Me voy a quedar mientras pueda. Aquí se está fenomenal. Aire puro, me encargo de los higos, de mi huerto, mis gallinas… Estoy como quería estar toda mi vida”. “¿Y estás haciendo flamenco?”, le pregunto. Mueve la cabeza. “Es que con esta pandemia… He tenido reuniones con flamencos, a veces me echo una fiestecilla...; pero vamos, cosas íntimas, para desahogarme. Ahora lo que estoy haciendo es escribir letrillas y cosas así”.
José Sorroche es uno de los artistas almerienses mas respetados, aquí y fuera de aquí, y ese respeto se lo ha ganado con su voz y su cante serio, íntegro, como se hacen las cosas para que luego, al destilarse con el tiempo, se conviertan en sabiduría.
La alegría
Él dice que solo es un buen aficionado del flamenco. Todavía no ha hablado con nadie, pero quiere publicar un libro con letras propias. “Tengo muchas letras, voy repasando…”, dice, “Yo no soy poeta, ni mucho menos, pero siempre he escrito. Son letras basadas en mis vivencias, ¿no? Para que sean auténticas, y tengo mucho escrito, pero me falta. A ver si soy capaz de hacer unas cuantas mas para publicar algo que valga la pena...”.
Pero desde hace un tiempo, además, tiene una gran alegría en su vida. Su nieta, María Martín Sorroche, está empezando el camino del cante. “Todos le dicen María Sorroche”, sonríe. “Desde los 13 - 14 años está muy interesada en el flamenco, y… Bueno, primero está estudiando en la Universidad. Y con Ana Mar García de Quero está cogiendo teorías musicales... Preparándose, vamos”.
Sorroche es un hombre que siempre sonríe, pero siempre habla en serio. Es cauto en sus valoraciones, pero se nota el orgullo que siente al ver que su nieta quiere continuar la saga familiar en el flamenco. “Ahora mismo es una gran aficionada”, dice. “Todavía no está cantando públicamente ni mucho menos. Es consciente de que le falta mucho”. ¿Y tiene potencial?, le pregunto. “Sobre todo, tiene mucha afición, y voz”, afirma.
Aprendizaje
“Pero claro, es que el flamenco es muy complicado. Yo me llevé mucho tiempo para saber lo que sé; y aún estoy aprendiendo. Pero mira, ella algunos fines de semana se viene, escuchamos y repasamos cantes… Y ahí va la muchacha. Está todavía en proceso”. El aprendizaje del flamenco, por otro lado, ha cambiado mucho. “Hombre, ahora está todo grabado”, dice. “Todo el flamenco y todos los flamencos del mundo. Y entonces, de alguna manera, es mas fácil...”.
“En mis tiempos, lo que yo hacía era ir a las fuentes. A Málaga, a Sevilla… Buscando flamencos. Y escuchaba muchos discos, los que había en aquel tiempo. Ahora hay muchísimos mas. Chacón, todos los cantaores antiguos..., Los puedes escuchar de otra forma, pero vamos, es válido si atiendes”.
A gusto
Y eso es lo que le gusta de su nieta. “Se levanta por la mañana y ya está escuchando. Y le gustan los grandes, Mairena, Caracol, Perrate de Utrera, la Niña de los Peines, Paquera de Jerez... Yo le digo: Tú escucha a los viejos. Aprende. Y luego, poco a poco, te vas haciendo tu estilo y tus cosas. Es muy aficionada. Quiere hacer una carrera, prepararse musicalmente, afinar la voz que es necesaria. Luego quiere ir a Sevilla… En fin, una afición increíble. Es una alegría para mí”.
Él está “a gustico” allí, en el cortijo, concluye. “Estamos los dos solos, y muy a gusto. Y esa tranquilidad hace que por las noches, cuando me apetece, me pongo a escribir. A veces estoy hasta las 3 o 4 de la mañana, ¿sabes? Me lo estoy tomando con cierta tranquilidad”.
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