El pianista y divulgador musical Ramón García (Almería, 1966) acaba de publicar el libro ‘Vivir con banda sonora’ (Subterránea, 2020). Un artefacto que bien podría definirse como unas memorias en clave musical y que no es otra cosa que un viaje literario escrito por un melómano en el que lo acompañan sus dos hijas, las ilustradoras Paula García y Marta Gráfica.
En el volumen recoge los artículos que ha publicado en los últimos años en LA VOZ, bajo el título 'Oído en la taberna', que en su mayoría se basan en su sección radiofónica 'La taberna musical', del programa 'Días de radio' de Candil Radio y en sus podcast 'Taberna de jazz' y 'El faro de jazz'. También hay textos inéditos que recogen esas notas a pie de página que a veces no caben en los márgenes de un periódico.
Por si fuera poco, el libro viene con manual de instrucciones y el primer punto pasa por escuchar la playlist que ha elaborado como banda sonora de esta autobiografía apta para amantes de la buena música.
Dice el prologuista de su libro, el escritor Rubén Sánchez, que percibe la realidad en términos musicales. ¿Qué puede alegar en su defensa?
(Risas). Todo lo asocio a la música: las comparaciones siempre las hago respecto a algo musical y vinculo fechas importantes a recuerdos como la primera vez que escuché a Mike Oldfield o aquel disco de jazz. En vez de antes de Cristo o después de Cristo, para mí podría ser antes de Miles Davis o después de Miles Davis.
Una prueba: ¿qué canción le sugiere esta letra: ‘El pasillo de un tren de madrugada’?
Un tren nocturno me sugiere la música clásica rusa porque pienso en ir en el Transiberiano y que esté nevando fuera mientras escucho a Tchaikovsky.
Es de Sabina...
¡Es cierto! Y es una de sus canciones que más me gustan: ‘Y sin embargo’. De hecho, el grupo almeriense Malas Compañías me invitó a tocarla con ellos.
Era difícil, no se lo tendremos en cuenta.
La verdad es que tiro más para la música anglosajona y muchas veces me dan igual las letras. Por ejemplo, me gusta mucho el jazz, que es música instrumental. Hay temas que me han fascinado toda la vida y ahora me entero de lo que significan.
Con un padre músico y una madre bailaora tenía que ser melómano...
Mi padre no fue músico profesional, pero mi madre sí dio clases de sevillanas toda la vida. En mi casa siempre ha habido ambiente musical aunque no precisamente de lo que yo escucho ahora. Mi padre era taurino y ponía mucho pasodoble. Era representante de televisiones y vídeos y su mote era Ramoncillo el Eléctrico porque guardaba todo aparato electrónico que aparecía. Convirtió mi casa en una especie de taller en el que me dejaba probar las cosas.
¿Cuál es su recuerdo sonoro más antiguo?
Posiblemente unos discos que eran una colección de músicas de orquesta que compró mi padre. Recuerdo que cada uno era de un color y eso a un niño le atrae. De hecho, la cuña radiofónica que he preparado para el libro empieza con una de esas músicas. Me emociona escucharla porque me retrotrae a mi tierna infancia y me conecta con personas que ya no están.
¿Por qué es peor vivir sin música?
A mí siempre me ha resultado difícil entender que haya gente a la que no le gusta la música. No lo puedo comprender. Yo les insisto: pero ¿nada? Para mí es como si alguien me dice que no le gusta comer. Hay placeres que, estando ahí, te extraña que la gente no disfrute. Y la música es un placer casi gratuito.
¿Qué músico le habría gustado ser a Ramón García?
Lo más evidente sería decir que Paul McCartney porque es uno de mis grandes ídolos, encima lo admiro también como persona aunque algunos digan que es tontorrón. Desde luego, no es el ‘beatle’ favorito aunque suele gustar mucho a los músicos, ya que sus canciones son técnicamente las más complejas de los Beatles.
¿Y qué canción habría matado por componer?
Puesto a ser ambicioso, ‘Tubular Bells’, de Mike Oldfield. Es una sola pieza que dura unos 40 minutos y ocupa un disco completo.
¿En qué momento entendió que sus artículos tenían sentido como libro?
Al principio pensé que se quedarían en un libro recopilatorio sin más, sin otro hilo argumental que ponerlos uno detrás de otro. Pero cuando vi que el orden natural no era el cronológico, comprendí que estaba ante la historia de mis preferencias musicales, que al final es un poco mi vida. Si profundizas un poco, sale algo con cierto aire literario.
¿Una mini biografía en clave musical?
Relato cosas que nunca me ha dado vergüenza contar. En Candil Radio Antonio Almécija y yo tenemos una mini sección en la que narramos este tipo de vivencias. Tengo una memoria muy estúpida: cuando llego a la farmacia, no me acuerdo de lo que iba a comprar; pero ese disco no se me va de la cabeza.
En este viaje literario y musical está muy bien acompañado.
Compartir este proyecto con mis hijas es una de las cosas más bonitas que me han pasado. Ha sido mágico mantener ese contacto diario durante la pandemia. Desde que nacieron, siempre tuve la esperanza de que tocasen conmigo y son melómanas, pero no tocan ningún instrumento. Sin embargo, al enfocar su vida a la parte artística, he encontrado la forma de que podamos vivir juntos esta pasión.
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