Como cada año, el 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Un día para conmemorar la lucha de tantas y tantas mujeres en pos de la libertad, de la emancipación y de una lucha por romper barreras en aras de la igualdad real.
Ser mujer no ha sido fácil para millones de mujeres a lo largo de la historia. Tampoco lo ha sido en nuestros país. Aún hoy existen desigualdades en el mundo laboral, en la conciliación familiar o en el ámbito empresarial. En España, esa lucha sigue y ha costado años de silencio y represión. Ser mujer en España no fue fácil durante gran parte de nuestra historia reciente.
La II República
La Constitución de la II República (1931) apostó, o al menos tuvo la intención, por la igualdad de mujeres y hombres, dando paso así a una etapa de aumento de la participación política de las mujeres y de su presencia en la escena pública, sobre todo en las ciudades de mayor población. Clara Campoamor, Victoria Kent, Federica Monstseny, Dolores Ubárruri, o antes la almeriense Carmen de Burgos, protagonizaron el debate sobre el papel que la mujer tenía que desempeñar en los nuevos tiempos.
La mujer moderna, autónoma e independiente, parecía que venía para quedarse y rivalizaba con la mujer tradicional, más apegada al ámbito doméstico y católico. No hay que desdeñar el papel de ninguna de ellas, pues la historia nos enseña que el camino hacia la emancipación se hizo desde múltiples vertientes. Esas visiones del feminismo o del papel social de la mujer tuvo también su enfrentamiento tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936.
Si bien no podemos hablar en sentido único de la mujer de España durante la guerra, como bien señala Sofía Rodríguez en 'Quintacolumnistas, las mujeres del 36 en la clandestinidad almerienses', una parte de ellas sufrió la amplitud del aparato represor del nuevo Estado franquista. Conocida es la historia de la almeriense Encarnita Magaña, fusilada con apenas 20 años por difundir las noticias de la BBC sobre la II Guerra Mundial. Encarnita fue la única fusilada por Consejo de Guerra en Almería, pero fue una más de tantas y tantas mujeres represaliadas por su condición de mujer libre.
El franquismo tuvo como objetivo la total destrucción de la identidad femenina y feminista de la mujer republicana. Una identidad forjada desde finales del siglo XIX en la lucha por el voto, el aborto, el divorcio o el acceso a la educación y a la vida pública. Muchas de estas luchas fueron conseguidas con la llegada de la República, que había aceptado que la mujer debía tener un papel en igualdad de condiciones pese a las reticencias y resistencias del sistema.
Represaliadas
La llegada de la dictadura supuso un duró revés para sus aspiraciones y fueron duramente castigadas. La necesidad de exterminar su condición política y el machismo lacerante de las autoridades franquistas acabó con la vida pública de la mujer, relegando su participación a la propaganda política del régimen bajo el paraguas tradicional y católico, sumiendo así a miles de mujeres en una tortura social de la que muchas nunca se recuperarían.
Solo en Andalucía se abrió expedientes a 3102 mujeres por Responsabilidades Políticas, la mayoría a socialistas, republicanas, ugetistas y anarquistas. Muchas de ellas habían ejercido filiaciones políticas o sindicales, o simplemente habían sido escogidas para ostentar un cargo público, la mayor de las veces simbólico. Fueron los casos de Carmen Gutiérrez Miralles, primer teniente de alcalde y alcaldesa accidental en Instinción; o de Isabel Sánchez Garrido, alias “La farfolla”, alcaldesa de Bentarique en los últimos días de la guerra. Ambas fueron condenadas con 300 y 50 pesetas, respectivamente. Llama la atención los cargos contra Sánchez Garrido, en la que se resalta que su “labor era protestar enérgicamente contra el fascismo”. Ambas acabaron yéndose a Barcelona.
Peor destino sufrieron otras de sus compañeras. Ana Rodríguez Sanmartín fue procesada por el Tribunal Militar y condenada a 12 años de prisión por pertenecer al Partido Comunista y hacer propaganda desde los micrófonos de Radio Almería desde su cargo de vocal de la corporación municipal de Benahadux. En 1940 fue traslada a la prisión de Azpeitia, en el País Vasco. En 1938 ocupó el cargo de concejala en Canjáyar Basilia González Escuredo, afiliada a la Sociedad Femenina 'Las Libertarias' de UGT y presa en El Ingenio junto a su esposo José Garrido Abad.
María Waisen fue concejala mientras ocupaba la alcaldía su esposo Francisco Márquez Abad, condenado a reclusión perpetua, quedándose sola a cargo de los tres hijos. Pese a no ser condenada, aunque sí procesada, María Waisen es la otra cara de la represión: la económica. El matrimonio fue despojado de la mayoría de sus escasos bienes, dejando a la familia en una situación extrema, a la que se unía la imposibilidad de ejercer cualquier tipo de labor en su localidad natal, Canjáyar.
Voces silenciadas
La mayoría de las mujeres que había ocupado un cargo político, sindical o manifestaron públicamente su militancia en la izquierda sufrieron las múltiples caras de la represión: por una lado la física, al ser condenadas a penas de reclusión carcelaria; por otro lado, el exilio interior hacia otras localidades donde pudieran rehacer sus vidas. Y todas ellas sufrieron la represión económica y social. Mujeres “peladas”, de negro, silenciadas y demacradas, símbolos del sufrimiento más atroz. Mujeres que habían soñado con un futuro libre, donde su voz fuera escuchada. Una voz que fue silenciada durante demasiado tiempo.
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