Ana Belmonte –chanqueña y de familia de pescadores- cuidó la Casa del Poeta, patrimonio de la Cultura. En silencio guarda la memoria de quince años compartidos, con acontecimientos importantes en la vida del poeta, más otros tres años desvelada por el mantenimiento de la vivienda de la creación, cuando Valente ya no estaba.
Entre las fechas de la Feria del Libro y el cumpleaños del escritor, se ha celebrado junto a la calle que recuerda su nombre, un precioso acto de justicia poética: agradecerle a esta mujer excepcional cuanto hizo por la casa del “poeta del siglo” –en consideración de Goytisolo– y por la atención que tuvo durante el tiempo límite de su enfermedad.
Han colaborado en este acto la Facultad de Poesía José Ángel Valente y la Asociación de Vecinos La Traíña. Y han participado, con enorme encanto, profesoras, amigas, poetas, músicos y actrices. El poeta Raúl Quinto escribe sus impresiones: “Ha sido una ofrenda merecida a la poesía de los cuidados, a todas esas mujeres, como Ana María, que sostienen el mundo con sus manos invisibles”.
Se leía en la placa de homenaje: “Gracias por tus desvelos por Valente y su casa, en la Ciudad Celeste”. Ana –que posee una extrema generosidad- muy emocionada contó algunos de los hechos claves vividos junto al poeta. Ayudó a preparar las cajas con los documentos del archivo y los libros de la Biblioteca, para su envío a la Universidad de Santiago, lo que fue tremendamente doloroso y desgarrador para Valente, pues no quería que salieran de la casa. Le atendió durante los días extremos de su enfermedad. Tras su fallecimiento, acudió durante tres años a cuidar y mantener la vivienda. Tenía que llevar el agua para poder limpiar. “Aún guardo las llaves de la casa”.
Una vinculación emocional de muchos años que merece recuperar, en hondura, pues guarda la memoria cotidiana del poeta.
Ramón de Torres, arquitecto que restauró la casa –y uno de los grandes amigos de José Ángel- fue testigo del importante trabajo que Ana realizó en aquel ámbito y las atenciones que dedicó al escritor, con muy sensible consideración. Juana Márquez ayudó a entender la dedicación, tan en silencio, de esta mujer de la Pescadería: “Le obsequiaba con el pescado más fresco y delicioso”. “Recuerdo que, una de las veces que hablé con Valente, me dijo que ella era lo mejor, que era como de la familia. Y al final de sus días se portó como una hija”.
“Ana pasó en silencio, sin hacerse notar. Mas todo su trabajo añadía la calidez y el deslumbre, allí donde el poeta habría de habitar la palabra”, dijo Juan José Ceba en la presentación.
Gracias al ofrecimiento de Ana María Belmonte, en el acto -tan bello y conmovedor- ha quedado abierta una posible visita a la Casa del Poeta, guiada por ella, que guarda la memoria viva del poeta.
Los versos de Valente, hilos de la memoria
La bellísima lectura de los poemas de José Ángel Valente (de los libros 'El fulgor', 'Al dios del lugar', 'Tres lecciones de tinieblas' y 'Fragmentos de un libro futuro') le dieron al acto un sorprendente ritmo y unidad. Participaron en el recital Ro Egea y Francisco Vargas (con una alegoría de 'La Ciudad Celeste'), Isabel Giménez Caro, Raúl Quinto, Antonia Jorge, Nono Cortés, Virginia Fernández Collado, Antonio Carbonell y Juan José Ceba. Desde Asturias envió un escrito de homenaje la poeta Laura Fjäder.
Recrearon una entrevista con Valente (incluida en 'El ángel de la creación') Mariángeles Martín Gallegos y Francisco Vargas, con algunas de las claves de su vinculación con Almería, la casa y el barrio de La Chanca. Centraron los significativos valores de Ana Belmonte las palabras muy hondas de su hermana Encarna, Juana Márquez y Ramón de Torres. El profesor Miguel Moya leyó un texto lleno de ironía sobre las mujeres borradas en la historia. Y fue espléndida la actuación de la bailaora María Payán y Francisco Fernández “El Pelaíllo” –guitarra flamenca-. El acto fue retransmitido en directo por Isidro Navarro.
Con el ramo de flores, la placa y las muestras de agradecimiento, para esta mujer admirable, parecía volver la voz de José Ángel: “Casa, lugar, habitación, morada: empieza así la oscura narración de los tiempos”.
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