Se ha tomado su tiempo desde la publicación de su último libro, ¿cuál ha sido el motivo?
Nunca dejo de escribir, pero a medida que pasan los años, mi trabajo resulta más pausado y necesito tiempo. Supongo que me habré vuelto más exigente con lo que publico. Los días son cortos y tengo que diversificar con otras tareas, aparte de mi trabajo como funcionario: la familia, escuchar música, tocar la guitarra, ‘pamplinear’ con el piano, y, sobre todo, leer a aquellos autores que lo hacen mejor que yo.
‘Indiferencia’, su nueva obra, relata el fin del amor. ¿El ‘hasta que la muerte nos separe’ es, tal y como están las cosas, casi ir contra el sistema?
El protagonista de ‘Indiferencia’ es un sujeto atribulado que tiende a ahogarse en un vaso de agua. Se da cuenta de que el amor conyugal comienza a naufragar cuando su pareja no le hace mucho caso. Se trata de un tipo solitario que, acechado por la indiferencia de su mujer, se refugia en los recuerdos.
La literatura y el cine están repletos de ejemplos donde fluyen amores eternos, fugaces o cambiantes. En la vida real existen amores que, aún transformándose, resisten hasta la muerte, aunque esto es cada vez más infrecuente. El amor, como la vida misma, se puede presentar en estado líquido, sólido o gaseoso. Vivimos en esa sociedad líquida, que decía Bauman, donde también predomina el amor líquido. Más que ir contra el sistema, una relación que perdure ‘hasta que la muerte nos separe’ sería ir contra las estadísticas.
Gonzalo, el narrador de esta historia, emprende un viaje al pasado en un momento de crisis. ¿Cree en eso que dijo Rimbaud de que la infancia es la verdadera patria del hombre?
Rememorar el pasado constituye uno de los antídotos contra la infelicidad. Te vuelves un insoportable nostálgico, pero ayuda. Eso le ocurre al protagonista de ‘Indiferencia’. Siempre afloran secuencias divertidas y hasta entrañables cuando nos reunimos los antiguos compañeros de estudios; cuando evocamos un viaje; al relatar una curiosa experiencia laboral, contando historias de la mili...
A mí me cuesta recordar malos momentos. En el interior de mi cabeza tengo una goma de nata y en cuanto puedo, borro. Pero también tengo un lápiz y en cuanto puedo, escribo. Desde luego, hay otras personas que, lamentablemente, viven estigmatizadas por su pasado. Sin embargo, hasta en el peor de los casos, encontramos un escape para volver a esa patria que decía el poeta.
Almería está presente en el libro, donde se refiere también a un tal Pedro A. ¿Ha caído Pedro Asensio en las redes de la tan resbaladiza autoficción?
En ‘Un economista de letras’ también me nutría de experiencias vitales, aunque con mayor sutileza. Más que caer en las redes de la autoficción, diría que sigo una voz narrativa interior, sin límites ni filtros. En ocasiones he escrito desde una perspectiva externa (‘Usura’ o ‘Los años de la señorita Celia’) y en otras me he dejado llevar por el impulso y hasta la extravagancia.
Escribo un párrafo, toco la guitarra, vuelvo al cuaderno o al ordenador, me siento al piano, consulto el periódico digital, vuelvo al párrafo, me paseo por Youtube, bajo la basura, y así sucesivamente. Con esos hábitos, puede salir cualquier cosa.
¿Entender la literatura como entretenimiento implica necesariamente una pérdida de calidad?
Los teóricos de la literatura nos han de mostrar el camino que nos garantice la calidad. Pero... ¿Quiénes son esos teóricos? ¿Podrían establecer un canon? ¿Hay consenso? Los grandes editores, con sus poderosas estrategias de marketing, prescriben. Los libreros organizan sus escaparates y mesas en función de las expectativas de ventas.
Yo leo de manera abrupta, ajeno a las modas, con un ojo en el pasado y otro en el presente. Respeto a quienes buscan entretenimiento, sin más pretensiones. Sin embargo, yo quiero que el libro siga vivo cuando dejo de leer. Y que me obligue a pensar. Y que al acabarlo me den ganas de abrazar al autor. Admiro al escritor que atesora las claves para pasar un buen rato y además vende cientos de miles. ‘Indiferencia’ es una novela sencilla y compleja a la vez. Creo que nunca será un ‘bestseller’. O a lo mejor sí. Dentro de 200 o 300 años. Porque lo que hoy es un bodrio se considerará de calidad, y viceversa. Me viene a la memoria una canción de Ciudad Jardín titulada ‘Dame calidad’. ¡Qué maravilla!
La obra hace referencia a los mecanismos internos de los ayuntamientos, algo que usted conoce bien. En su actual puesto como jefe de servicio del Área de Cultura del Ayuntamiento de Almería, ¿al fin ha llegado al sitio soñado?
He pasado por diferentes áreas y he intentado trabajar con solvencia. En todas he aprendido y, en mayor o menor medida, disfrutado. A estas alturas, puedo decir que me sigue apasionando la gestión municipal. Gran parte de mi trabajo, sea donde sea, tiene que ver con los procedimientos administrativos: legislación, contratación, presupuestos, gestión de personal, dirección de equipos, etc. Y escribir... sobre todo escribir. La administración es una máquina de emitir oficios, notas, correos electrónicos, informes, decretos.
Ahora bien, si mi actual puesto tiene relación con el contrato de Camela, el teatro del Siglo de Oro, las bibliotecas o sus majestades los Reyes Magos, la jornada laboral adquiere otro color, otra luminosidad.
¿Cuánto ha tenido que ver Pedro Asensio en el impulso de la última Feria del Libro y en la puesta en marcha de actividades literarias en la Biblioteca José María Artero?
Me implico en la gestión cultural de la biblioteca, e intento aportar criterio y entusiasmo en la organización de la Feria del Libro, pero soy un eslabón más. El Área de Cultura cuenta con un equipo de gestores y asesores muy cualificados y competentes.
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