Probablemente la de este jueves fuera una de las noches más calurosas de 2021, pero había muchas ganas y nervios de ver por primera vez a la banda de JJ Fuentes en el escenario de la Plaza de Toros de su Roquetas natal. Aunque la agitación del que suscribe contrastaba con la calma absoluta del propio Fuentes cuando salió a saludar minutos antes de la actuación, quien pareciera que hubiera bajado caminando desde su casa con las manos en los bolsillos, cual si llevara saliendo al ruedo cada día de sus 26 primaveras.
Salió la banda al escenario, con su líder empuñando su flamante Rickenbacker 330 negra (llegada hacía apenas 24 horas desde Francia) y saludando al respetable con los primeros enérgicos riffs en Si menor de 'Tu Miedo', que sorprendió al público que tímidamente terminaba de ocupar sus sillas, cumpliendo escrupulosamente con las medidas de seguridad. Tras esto, el roquetero se dirigió al público manifestando que era un placer y un sueño cumplido poder tocar en “el pueblo”, y aprovechó para agradecer a toda la organización, al personal de montaje, técnicos de sonido y luces, al Ayuntamiento, los compañeros de Protección Civil y, por último, a Cruz Roja, a la que iría destinada la recaudación de las entradas.
A continuación sonó 'El Tiempo Se Va', una de mis canciones favoritas, aderezada con la mitología tan propia de su universo lírico (¿sabían que el Leviatán duerme en las aguas del Cabo de Gata?), y con el cremoso sonido de pedal steel salido de las manos expertas de Ángel Peñalver. En ese momento, uno olvida estar ante una mera banda local, pues existen pocas propuestas profesionales con un sonido tan bonito y decididamente “americana”, y es que la banda de Fuentes sabe muy bien lo que quiere y cómo lo quiere.
Llega el momento de colgarse la Alhambra acústica para homenajear a Antonio Vega y su 'Chica de Ayer', única versión del setlist. Curiosamente, el artista local teloneaba al violinista Strad, cuyo repertorio a base de covers me lleva a preguntarme qué estamos haciendo mal cuando se programan conciertos en los que el telonero defiende un repertorio original en media hora, mientras que el artista principal no tiene límite de tiempo para mostrar canciones que ya todo el mundo conoce. Si se trata de apoyar la cultura y a los nuevos creadores considero que este no es el camino, menos aún relegando a las bandas locales a ser un aperitivo ligero, error común en el que incurren programadores e instituciones de aquí y allá.
Y volvió la electricidad con 'Cuestión de Honor', título más desinhibidamente rockero que da nombre a su último trabajo, del que destaco el punch del bajo de Juan Hernández. Tanto en la anterior canción como en ésta, el público que ya llenaba la práctica totalidad de las localidades se entregó a hacer palmas al ritmo de los poderosos riffs de una canción amargamente romántica que habla del tormento que genera un amor que le es negado al narrador, pero que siente que es suyo por derecho, aunque le cueste la vida, como al mismísimo Larra.
Insistiré en los 30ºC de esa noche, a lo que no son ajenos los instrumentos de cuerda, que se desafinan con gran facilidad. Ello llevó a Fuentes a reservar su estrenada guitarra y continuar con su Alhambra, acompañado ahora por el weisenborn de Peñalver, cuya técnica domina como un verdadero orfebre. Tras solventar el único “problema” técnico que hubo en toda la noche (conviene destacar el buen trabajo realizado desde la mesa de sonido, que permitió que todos los instrumentos se entendieran de forma impecable), dio comienzo 'Orgánico', cuyo videoclip estrenaba justo ese día, rodado en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, con la colaboración y aparición especial de Cifu, cantante de Celtas Cortos. El propio Fuentes agradeció la generosidad del artista castellano, apostillando que se ha realizado desde la absoluta y real independencia, diferenciándose de lo que acertadamente denominó como “mafia indie”.
Por último, fiel a su cita llegó su 'Hija de la Alpujarra', una de las canciones de las que más orgulloso se siente el joven cantautor y que nunca falta en su repertorio, especialmente para cerrar sus conciertos.
Como profetas en su tierra, la banda se despide tras cumplir puntual y escrupulosamente con el horario establecido y ofrecer 30 minutos de reloj de un repertorio serio y convincente, del que volveremos a saber en el futuro. Porque a un ave fénix no importa cuántas veces se le dé por muerto, sobre todo si nunca se da por vencido.
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