“Esto solo pasa en Cabo de Gata, que está dejado de la mano de Dios”, apunta una vecina. “Señora, más olvidada está la Banda”, contesta un músico. Este diálogo se produjo este miércoles, 18 de agosto, en la plaza de la Iglesia de la barriada capitalina tras la suspensión del concierto que la Banda Municipal de Música de Almería tenía previsto ofrecer, en el marco de la programación de verano del Área de Cultura del Ayuntamiento, con la intención de dinamizar los barrios.
A simple vista, el motivo que llevó a que se cancelase la actuación parece responder a una sucesión de infortunios, pero si se analiza con detenimiento podría ocultar un problema de fondo. Fuentes municipales quitan importancia al asunto y señalan como causa la ausencia de sillas para que el público se sentase; un cometido del que se suele encargar la Asociación de Vecinos Las Sirenas, colectivo al que, aseguran, no quieren responsabilizar.
En este sentido, su presidenta, Mari Carmen Sánchez, alega que se le avisó del concierto con poca antelación, apenas 24 horas antes, y que las sillas en cuestión siempre las presta la parroquia, pero que el día del concierto las necesitaba porque tenía programada una actividad cultural. A esto añade otro factor y es que, “estando en mitad de una pandemia, una asociación de vecinos no se puede responsabilizar de controlar los aforos ni la distancia de seguridad que requiere un evento cultural de estas características”.
En cualquier caso, la representante vecinal se muestra conciliadora ante la perspectiva de que se encuentre una nueva fecha para que la Banda Municipal actúe en Cabo de Gata, como es tradicional cada verano, “organizando todo con más tiempo y con una persona que controle las medidas anticovid”.
Entre el enfado y la decepción
La postura más o menos templada del ayuntamiento y la Asociación Las Sirenas contrasta con la de los vecinos de Cabo de Gata que se confiesan indignados y decepcionados ante la suspensión de la “única actividad cultural de una barriada dejada de la mano de Dios”.
Un vecino que presenció cómo se desencadenaron los acontecimientos, ya que se encontraba sentado en la terraza de un bar de la plaza a la espera de que empezase el concierto, relata cómo fueron llegando los músicos, hasta un total de 26, que pusieron a punto sus instrumentos y empezaron a ensayar.
“La sorpresa fue cuando sobre las 20.20 horas, diez minutos antes de la hora de inicio, empezaron a llevarse los bártulos y nos dijeron que era porque no había sillas para el público. La presidenta del colectivo CaboGatamemata habló con el director de la formación para darle una solución y este hizo varias consultas por teléfono, pero al parecer no fue aceptada”, indica.
Este vecino no comprende “esa falta de previsión ante un acto que estaba fijado previamente” y lamenta que “nadie del Ayuntamiento diese la cara”. Tanto él como la presidenta de CaboGatamemata, Ana García Muñoz, consideran inconcebible que el ayuntamiento solo hable con una asociación “de las diecisiete que hay” en la barriada.
“Si Las Sirenas no podía conseguir 40 sillas, quizá nosotros sí hubiésemos podido, es imposible no reunirlas entre los bares, los vecinos y el club social; además, al cura ni siquiera se le llamó; por otra parte, el acto cultural de la iglesia empezaba a las diez y hubiese dado tiempo a hacer las dos cosas”, argumenta García Muñoz, quien atribuye todo a la “dejadez” en la que se ve sumido Cabo de Gata y tacha de “ridículo” provocar que se trasladen “30 músicos y que luego no se haga un concierto para el que hacen falta 40 sillas”.
Un músico de la Banda Municipal que prefiere mantenerse en el anonimato indica que 24 horas antes del concierto, este tuvo que adelantarse media hora porque nadie había tenido en cuenta que “no había luz suficiente” y de haber comenzado a la hora fijada en un principio, las nueve de la noche, se habrían quedado sin luz solar. “No hay que buscar culpables, simplemente es un caos organizativo, pero en la Banda tenemos otros muchos problemas”, concluye.
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