Corría el año 1988, cuando por primera vez mostré mi incipiente trabajo a un fotógrafo con mayúsculas, Carlos Pérez Siquier. Fue en su cortijo, en una reunión de fotógrafos invitados por él, para compartir nuestras fotos. Allí estábamos José Manuel Miralles, Cristóbal Manuel y yo. Mi proyecto era La Chanca, y no pude tener mejor visionador y crítico.
Carlos me ha visto crecer como fotógrafa y a lo largo de los años he podido compartir con él sus inauguraciones en Madrid y su compañía en varios certámenes fotográficos como miembros del jurado.
Socarrón, cercano y sin pelos en la lengua, daba gusto oírle hablar de fotografía y de cosas más personales, como cuando nos relató a Mª Ángeles Simón y a mí, después del fallo de un concurso y delante de su 'gin-tonic', cómo enamoró a su amadísima Teresa.
Adiós maestro, gracias por tu imprescindible legado. El cielo te espera para seguir haciendo fotos que podremos imaginar desde este lugar donde ya se te echa tanto de menos.
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