Esta es una historia apasionante, llena de facetas y trampantojos, como todas las relacionadas con el guitarrero almeriense Antonio de Torres, considerado el creador de la guitarra tal y como la conocemos hoy en día. Y está dando mucho de que hablar en el mundo relacionado con este instrumento. “Es una historia de príncipes, amor, altruismo… preciosa, la verdad”, dice Juan Francisco Padilla, guitarrista almeriense y estudioso de Torres. “Sin embargo, luego viene el pensamiento crítico, y...”.
Todo comenzó hace un par de meses, cuando la casa de subastas francesa Vichy Enchères anunció que el 6 de noviembre sacaría a puja un instrumento recién encontrado de Antonio de Torres. Se trataba de una guitarra de 1882, numerada como la SE35, es decir, la 35 de la Segunda Época de Torres, según la nomenclatura seguida para sus instrumentos. La noticia fue recibida con júbilo en todos los foros guitarrísticos y musicales. Y el hallazgo, además, venía acompañado de un relato digno de una novela.
Legado
Resulta que la guitarra había permanecido durante décadas en un monasterio benedictino, como parte del legado de la princesa Toporkoff. Esta mujer, llamada Louise-Anne Joannie Marie Josèphe Morlaut, pertenecía a un club de guitarra parisino cuando conoció al príncipe Youri Alexandrovitch Toporkoff, un oficial del ejército del zar Nicolás II que se había exiliado tras el triunfo bolchevique en 1917.
El príncipe, conociendo la afición de su amada, le habría comprado el instrumento en París, y ella, con los años, lo dejó en legado al convento. La guitarra, además, tenía una segunda etiqueta que indicaba que había sido restaurada por Manuel Ramírez en 1904.
Todo era maravilloso, pero, tras el arrobo inicial, varios especialistas almerienses comenzaron a analizar el instrumento, y a buscar documentación que avalara este relato, y fueron encontrando elementos importantes que suscitaron su interés, y sus dudas.
“Lo primero que observamos es la etiqueta”, explica Padilla. “Al margen de que sea verdadera o falsa, sabemos con certeza que existe otra guitarra, expertizada por el norteamericano Richard Bruné, con los mismos datos en ella. Es decir, otra SE35. Esto es algo excepcional en Torres, y crea la necesidad de analizar estos instrumentos con lupa”.
“Por otro lado, las firmas más evidentes de un guitarrero se encuentran en la cabeza, o pala, y en la roseta”, añade. “En este caso, la pala no es auténtica, es una imitación; y la roseta, en mi opinión habría que estudiarla en profundidad, porque en las fotografías suministradas por la casa de subastas, no parece tener la perfección de Torres, ampliamente documentada por José Luís Romanillos en su biografía sobre Torres...”.
Como esta guitarra dice haber sido restaurada por Ramírez, parece lógico atribuir cualquier elemento ‘no original’ a dicha intervención, apunta Padilla. “Pero hay que ser especialmente cuidadosos, pues está constatado que hay guitarras falsas, con algunos elementos originales de Torres que fueron ensambladas por Ramírez y otros guitarreros para que pareciesen auténticas”.
“Sin ánimo de dictar sentencia sobre la guitarra, lo único que digo es que un instrumento como este requiere un estudio especial, y ser analizado y debatido por diferentes expertos para llegar a una conclusión”.
La necesidad de un análisis más amplio
“Sin ánimo de devaluarlo, este instrumento necesita un examen mas amplio para determinar su autenticidad”, opina el guitarrero Joaquín Pierre, estudioso de la obra de Torres. “Pues Ramírez hizo copias importantes sin ánimo de falsificarlo. De hecho, sin ellas no se hubiera difundido el modelo de Torres…”.
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