“En la hermosa Verona, donde colocamos nuestra escena, dos familias de igual nobleza, arrastradas por antiguos odios, se entregan a nuevas turbulencias, en la que la sangre patricia mancha las patricias manos. […] Sus inocentes hijos pagaron la pena de esos rencores que trajeron su muerte y el fin de su triste amor”.
En las palabras del coro presentaba William Shakespeare una historia inmortal, de excelencia trágica o trágicamente excelente (y no importa el orden de estos conceptos), ya que, en el inicio del lastimoso amor entre Romeo y Julieta, la dualidad es presentada ante la audiencia como una idea repetitiva, que tiene en su par la otra cara del conflicto.
Dos familias enfrentadas, dos apellidos contra dos nombres capaces de renegar de su linaje y dos estrellas jóvenes que se apagan prematuramente en la tenebrosidad de la noche eterna. Siempre dos, pues lo uno no puede vivir sin lo otro. Y así sucedió en Verona, y así lo interpretó el compositor ruso Serguéi Prokófiev en su ballet ‘Romeo y Julieta’, ofreciendo una atmósfera armónica cargada de oscuridad y misterio con melodías brillantes y esperanzadoras. Luces y sombras que luchan con igualdad de poder hasta que la cuerda se rompe.
Sobre el escenario de la Escuela Municipal de Música de Almería, la pianista y productora Naira Perdu, natural de Almería y el actor murciano Fran Bermejo consiguieron transmitir ese concepto de dualidad a la perfección, con un concierto teatralizado en el cual, los testimonios de los personajes shakespirianos caminaban por la senda sonora marcada por las piezas para piano Op. 75 ‘Romeo y Julieta’ de Prokófiev.
Naira Perdu y Fran Bermejo se sirvieron de una escenografía mínima, un largo piano negro, cuya monotonía cromática se rompía con la presencia de una silla blanca que funcionaría como el famoso balcón de Julieta, en donde el joven Montesco aseguraba ver la luz del sol.
I Acto. Dos familias disonantes y enfrentadas
La pianista almeriense abrió el recital de manera enérgica. Todo el vacío de la escena se llenó de golpe por una tonalidad mayor y un ritmo ligero y saltarín, que transportó a las tablas de la EMMA el trasiego de una mañana de mercado, y entre tanto gentío, unas notas disonantes que chocan constantemente contra la armonía de la ciudad. Los Capuleto y los Montesco.
Uno a uno, Fran Bermejo presentó los diez personajes de la obra ayudado por un gran lienzo blanco que tarde o temprano se teñiría con la pureza de la sangre.
El actor supo adaptar la intensidad de su interpretación al colorido sonoro de Naira Perdu, expresando la belleza, durante los momentos musicales de extrema tensión, como la no resolución de un acorde final que deja una historia interrumpida, o la pena más angustiosa sobre los dulces arpegios de una nana. “Julieta ya no es mía. ¡Es de otro!”.
II Acto. Una boda con marcha fúnebre
Casi con una disculpa, Fray Lorenzo bendijo el momento más feliz de los contrayentes, aconsejando moderación y porqué no decirlo, vaticinado lo que estaría por llegar. “Que la sonrisa del cielo presida este pacto sacrosanto, para que la conciencia no nos reproche en las horas venideras”.
Pero esas horas son oscuras, y la ternura de la música de Prokófiev durante la boda secreta, abre la puerta para una marcha fúnebre que camina hacia Verona con la obstinación de su potente bajo.
III Acto. Llegaba el climáx escénico
Una luz roja ilumina la escena, y sobre las tablas, el inexistente cuerpo de Julieta yace sobre el lienzo blanco frente a un Romeo destrozado, que a través de su dolor hace posible ver a los dos personajes. Los silencios del actor dejaban espacio para que la pianista actuara como un narrador omnisciente.
Con el suicidio de Julieta, Bermejo y Perdu llegaban al clímax escénico a través de una repetición casi enfermiza. “yo no decido” exclama el actor, mientras el piano le replicaba con el mismo motivo, que se repetiría una y otra vez como un remordimiento o como el recuerdo que permanece tras cerrar el ataúd.
50 filarmónicos años
La pianista almeriense Naira Perdu, galardonada con tres premios internacionales de piano y el actor Fran Bermejo, que trabajó en la adaptación de Fuenteovejuna de Ángel Facio, nominada a los premios Max Revelación de 2002, llegaron a la capital de la mano de la veterana Asociación Filarmónica de Almería para presentar una adaptación teatralizada de la obra ‘Romeo y Julieta’ de Prokófiev, con texto de Fran Bermejo, bajo el título ‘Del amor, la música y las palabras’.
Con esta apuesta en su ciclo de conciertos, la Asociación Filarmónica de Almería, que el próximo 2024 cumplirá su 50 aniversario, continúa trabajando por la difusión de la música clásica en la ciudad. Su actual presidenta, Mónica Gómez considera de vital importancia el papel de la juventud dentro de la asociación. Para ello ha encontrado en el joven director de orquesta Manu Horcas, su mano derecha para la administración de la misma.
El pasar de los años no ha mermado la pasión de sus socios por la música clásica. A lo cual, la asociación ha sabido adaptarse a las necesidades de unos asociados cada vez más mayores y unos tiempos cada vez más modernos, utilizando las nuevas tecnologías como canales alternativos para retransmisión de conciertos, así como haber alcanzado un acuerdo con una cadena de cines, para la proyección en directo de los conciertos celebrados en el Teatro Bolchoi de Moscú.
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