I Centenario del asesinato de Concha Robles: 1922-2022

La mataron mientras actuaba en el Teatro Cervantes

Concha Robles
Concha Robles Cedidas por Teresa Robles
Manu Artero
08:59 • 21 ene. 2022

21 de enero de 1922. 



La actriz almeriense Concha Robles se encuentra en Almería. Esa noche va a representar la obra ‘Santa Isabel de Ceres’ en el Teatro Cervantes de su ciudad natal.



En un entreacto había prometido al Gobernador Civil de Almería, Cesar de Medina Bocos, que recitaría un poema escrito por él titulado ‘Genara’.



Se encontraba feliz, empezaba a ver la luz tras un periodo oscuro de su vida. 



Concha nace en el número 14 de la calle Almedina, el 6 de octubre de 1887 (según partida de bautismo e inscripción en su lápida, aunque su inscripción de nacimiento del Registro Civil dice que nació el 7 de octubre). Nieta e hija de artistas, a los 13 años vivía en Madrid, en la calle Ave María, 16, junto a sus padres: Juan Robles y Concepción Pérez; y sus cuatro hermanos: Adriana, Juan, Enrique y Carmen. Su abuelo, Juan Robles López, era músico y concertista de guitarra, y falleció en su casa de la calle la Dicha, 20.



Su familia se desplaza a Perú, Buenos Aires y Méjico dónde su padre, actor, trabaja asiduamente. En Lima (Perú) nace Adriana, su hermana más querida, y en Argentina nace su hermano Juan. En abril de 1902 sus padres dedican una foto a sus hijos desde Méjico. En 1908 es Concha la que trabaja en Méjico y Buenos Aires.



Teatro
Forma parte de grandes compañías de teatro, como la de María Guerrero o Rosario Pino. Su éxito es inmediato y sus actuaciones causan admiración. Triunfa como actriz, escribe poesías, recita, interpreta y canta con enorme talento.



Un día conoce al comandante de caballería Carlos Berdugo Bote, viudo de su primera mujer, y se enamoran, al menos ella, ya que, como Berdugo confesó años más tarde, el único motivo para casarse con Concha fue que ella no accedía a los favores que él le pedía hasta que no fuesen marido y mujer. El 26 de julio de 1916 contraen matrimonio en la Iglesia Parroquial de la Santa Cruz de la Villa y Corte de Madrid.


A partir de ese momento, Berdugo toma el control de la situación y saca la verdadera personalidad que ocultó para conquistar a Concha. Mujeriego, celoso, violento, ludópata, posesivo. Ya había maltratado a su primera mujer y había tenido problemas con la justicia, pero siempre escapaba airoso por su condición militar y, seguramente, por la protección que le otorgaba la medalla que obtuvo en reconocimiento tras el atentado contra el Rey Alfonso XIII y su esposa Doña Victoria, dado que Berdugo mandaba la escolta que en ese momento protegía al Rey.

 

Malos tratos
En diciembre de 1917, tan solo un año después de su boda, Concha, harta del maltrato y las vejaciones a las que era sometida, cansada de las borracheras y las pérdidas económicas ocasionadas por los juegos de su marido, decide separarse de Carlos amistosamente y firman un contrato privado. En el contrato el marido autorizaba a Concha a que trabajase como actriz, siempre que no lo hiciese en Madrid. Además, obligaba a su esposa a ingresar en un banco la cuarta parte de todo lo que ganase trabajando, no pudiendo disponer de todo el dinero ingresado hasta después de la muerte de su esposo.


Para Carlos no fue suficiente. El seguimiento, amenazas, acoso y agresiones tras el acuerdo fue incrementándose y en 1920, de nuevo Carlos, causa numerosas lesiones a Concha al intentar llevársela a la fuerza cuando esta se encontraba alojada en una casa de huéspedes en Madrid. 


Concha presenta al día siguiente demanda de divorcio y solicita que se obligue a su marido a que le pase una pensión de 150 pesetas para alimentos. Tal era la obsesión de Berdugo por arruinar la vida de Concha, que intercedía en todos los contratos firmados por ella, consiguiendo su rescisión en algunas ocasiones. En julio de 1921, de nuevo Carlos pide que Concha no actúe en ningún teatro, pero la Sala de la Audiencia de Madrid dictó sentencia afirmando que podría trabajar, aunque necesitando para cada vez una autorización del juzgado. 


En 1921, en la revista ‘La Semana Gráfica’, Concha publica el ‘Tríptico del amor’. Las últimas frases reflejan el hastío que sufría tras la decepción de su matrimonio: “…Hay silencios que abruman…Ella cerca del fuego, las páginas de un libro devoran con fruición… Él fuma; distraído sigue el callado juego del humo, ante la efigie del gran Napoleón. Fuera, danza la nieve colocando su armiño. Dentro, acecha el hastío, tirano del cariño, aguardando el momento de poder derribar el espectro doliente de un amor consagrado…”

Concha a duras penas conseguía actuar, pero el 27 de diciembre de 1921 consigue permiso para trabajar en Sevilla y Almería. Carlos no puede permitirlo y, enterado de que Concha se desplazaría en tren, se presentó en la estación de Aranjuez, donde se desarrolló una escena violenta entre ambos.  



En octubre de 1921, en una entrevista publicada en la revista ‘Semana Gráfica’, Concha dice unas palabras premonitorias de lo que unos meses más tarde iba a suceder: “¿Flores? ¡Ah! (Viendo un papelito que viene con el ramo) ¿Una carta? (lee). “De un devoto y humilde admirador que aspira a ser el cuarto en la serie de sus…” Señoras, ustedes me dispensen si interrumpo…el trabajo. Este es un caso inédito, y ---no hay remedio: comprendo que nací para víctima…”


La noche
Llegó la noche del 21 de enero de 1922. El teatro se encontraba absolutamente lleno. La función había comenzado. Mientras Concha representaba la obra ‘Santa Isabel de Ceres’, Berdugo se presenta en el Teatro Cervantes con una tarjeta de visita falsa pidiendo ver a la actriz. Un trabajador del teatro le entrega la tarjeta a Concha y ella le pide que le comunique que le atenderá en un descanso de la obra.


Carlos Berdugo se fue al gallinero y desde allí presenció la obra. En ese momento decidió hacer de juez, fiscal y jurado. La acusada: Concha Robles. Los cargos: ser mujer, ser inteligente, ser culta, ser fuerte, ser insumisa, ser valiente, ser poeta, ser actriz, ser querida, ser admirada, y querer ser libre.

Su veredicto: Culpable.  La condena: Pena de muerte.

Y así fue. Carlos Berdugo decidió hacer de lo que siempre había acompañado a su nombre, disimulado tan solo por una consonante: la V de ‘verdugo’.


Bajó lleno de ira desde el gallinero y accedió a uno de los laterales del escenario. En un momento en el que la actriz salía de escena, entre bastidores se escucharon disparos. Concha salió corriendo al escenario y al llegar a la mitad se escucharon dos disparos más. Uno impactó en el arco de la platea, desprendiéndose un trozo de la moldura; el otro en el cuerpo de Concha, que cayó en el escenario, ante un público que aplaudía emocionado por la gran actuación y el realismo de la escena. Su última escena. 


Cuando todos se dieron cuenta de que la muerte era real, el miedo y el pánico se apoderaron del teatro. La actriz fue trasladada al diván que había en el escenario, donde el médico que la atendió en ese momento solo pudo decir: “Está muerta”.


Berdugo se disparó en la cabeza, con la intención de suicidarse, pero no murió, tan solo perdió un ojo. En el juicio la madre de Concha, que estaba presente durante los hechos, declaró que el tiro que recibió Berdugo no fue un intento de suicidio, sino que fue en el forcejeo que ella mantuvo con él al intentar quitarle el arma.


Berdugo estuvo a punto de quedar libre, pero uno de los disparos también mató al joven Manuel Aguilar, y por los dos crímenes fue condenado a cadena perpetua, pena que cumplió en las islas Chafarinas. Allí gozaba de ciertos privilegios y al poco tiempo de iniciar el cumplimiento de su condena ya tenía una casa propia y mantenía sus costumbres de trasnochar, jugar y emborracharse. Durante estas borracheras se jactaba de sus aventuras amorosas, del maltrato al que sometía a sus mujeres y amantes, alguna de ellas menor de edad, y del asesinato de Concha.


Teatro Cervantes
Durante estos meses he tenido la ocasión de recorrer cada uno de los rincones del Teatro Cervantes y me he detenido en ese escenario, en el mismo lugar en el que Concha Robles dio su último suspiro. No creo en fantasmas, pero sí creo que las personas cuando mueren dejan su energía en el lugar que más amaron, y allí permanece eternamente. 


Ella amaba el teatro, el escenario y su ciudad natal. La energía de Concha sigue ahí, en ese escenario, y te impregna cuando todo está en silencio. En esa soledad del teatro, con los ojos cerrados, he visualizado la terrible escena de aquella noche y en el silencio escuché una voz que decía: “Estoy aquí, que nadie olvide mi nombre”. Me giré y no había nadie más que yo, y pensé: “Es mi imaginación”. 


Pero, ¿acaso la imaginación no será el susurro de un alma que quiere decirnos algo?


Que así sea. Que nadie olvide tu nombre.

Concha Robles

6/10/1887 – 21/01/1922


(Gracias a Teresa Robles por cederme las fotos y algunos datos para este artículo)



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