Que no exista una tradición artística que fomente el interés por las bellas artes y el coleccionismo nos hace a todos mas pobres, y peores. Un artista que reivindica la profesión de pintor, a pesar de esas adversidades, es Francisco Carreño. El almeriense lleva mas de dos décadas haciendo realidad el viejo sueño de vivir de la pintura, desde que llegara a Granada allá por el año 1993 para estudiar Bellas Artes. Carreño ha pintado muchas ciudades sobre todo Almería y Granada pero también su Vega y Sierra Nevada, en la tradición de los viejos maestros Fortuny, Gómez Mir, Aureliano de Beruete, Regoyos o Sorolla. A Granada regresa después de cada viaje, algunos dilatados en el tiempo, y allí sigue teniendo casa y estudio y una vida organizada de pintor.
Para los que quieran ver su obra, Carreño expone en la galería Ceferino Navarro 'Mirar Sierra Nevada', una selección de 25 cuadros que pertenecen a sus últimos trabajos sobre el Veleta, la Alcazaba y el Mulhacén. No es la primera vez que Carreño pinta la Sierra, ni que expone en esa galería granadina, lo hizo en el año 2012 con cuadros sobre Nueva York; en 2014 con 'Secaderos y alquerías'; en 2016 con 'Paisajes nórdicos', y en 2018 con 'Monumentos de la Dobla de oro'.
Carreño es un inquieto viajero que necesita dejar testimonio, memoria de lo vivido. Así puede entenderse su periplo y sus cuadros sobre Roma, Venecia, Florencia o Nápoles, o los de aquella expedición arqueológica por tierras de Siria en busca de la mítica Palmira o de Alepo. Como contrapunto a ese recorrido cosmopolita, a Carreño le gusta sumergirse en las solitarias geografías del paisaje. Es ahí cuando otro orden natural aparece ante sus ojos, soledad e introspección, y su pintura alcanza mayor profundidad y hondura.
La naturaleza es el espacio primigenio, sean las tierras del norte de Europa o las de Sierra de Filabres, en Almería, un lugar elegido por los pintores del Grupo de Aulago (López Huecas, Hidalgo, Gnecco, Tello González, Garriga, Gómez Acosta, Villalobos y Carreño), todos, en mayor o menor medida, seducidos por la obra de Caspar David Friedrich. En Aldeire, un pequeño pueblo casi perdido, pasan desde hace mas de veinte años los veranos pintando a 'plain air', lejos de la monotonía de sus vidas y en contacto con la tierra. Amistad y buena convivencia, y sobre todo largas jornadas de trabajo. Por muchos motivos estos pintores constituyen la escuela paisajística mas importante de Almería.
He visto en la galería almeriense Arte 21 varias exposiciones del Grupo de Aulago y las individuales de Carreño. Su obra se distinguía por una pincelada suelta, impulsiva, y una paleta de color liberada de los cánones, atrevida como toda aventura artística. Algunos de sus cuadros, por el trazo y la intensidad lumínica, por un algo que no sabría decirles, me recuerdan a Muñoz Degrain, el artista valenciano, maestro de varias generaciones de pintores andaluces.
Carreño viene pintando, últimamente, con una soltura y un gusto, propios de un artista en plena madurez. Esta exposición “Mirar Sierra Nevada” es un buen ejemplo de ello. Paisajes donde se aprecia un mayor equilibrio cromático, y una depurada técnica que aúna con sutileza dibujo y color. Sus paisajes son cada vez mas sobrios y esenciales, sobre todo los de mayor formato (Cima del Veleta, Camino hacia el Mulhacén y Alcazaba, Cerro de los machos, o Laguna del Río Seco), y reflejan la inmensidad de una naturaleza cuya morfología es estudiada con precisión. Las cumbres de la sierra se muestran desnudas, despojadas de su habitual manto de nieve. En varias de estas obras el pintor creo que sigue indagando en las contradicciones del espíritu romántico, en ese sentimiento del paisaje y la conciencia de “la supremacía de la naturaleza”. Una estética que lo distancia de otras visiones suyas del paisaje, en las que busca una mayor expresividad, en el gesto y en el color, como si no quisiera renunciar a los logros de la modernidad, a toda esa libertad creativa que dejaron las vanguardias artísticas como legado.
Además, Carreño incluye entre estos cuadros de Sierra Nevada, en la serie 'Padre Ferrer', un nuevo acercamiento, a través de una visión cenital de la cordillera, una interpretación pictórica de viejas fotografías aéreas. Son distintas perspectivas, una mirada que amplía su discurso, y cuestiona los límites, el único punto de vista, y las relaciones entre las artes. La sierra se nos muestra así con ropajes nuevos, se pueden ver las costuras, los pliegues, los surcos de la tierra.
En 'Mirar Sierra Nevada' el pintor renueva su vocación por la pintura convencido de no temer los retos, abriendo caminos a pesar de tantas y tantas adversidades.
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