Manolo Martínez
23:52 • 22 feb. 2012
Este miércoles especial del año pone fin a los días de algarabía del carnaval para dar paso a un tiempo de reconciliación con Dios. Cuarenta días en que los cristianos, unidos bajo el signo de la fe, peregrinan en la tierra mediante la privación, haciendo memoria de Cristo en el desierto.
La denominación de este miércoles especial del año litúrgico proviene de una antigua tradición judía que luego el cristianismo adoptó como suya. Las cenizas son un signo de caducidad: “En verdad soy polvo y ceniza”, dice Abraham en el Génesis y lo mismo repite el sacerdote hoy al hacer la imposición sobre la frente del creyente: “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”.
Mis primeros años de vivencia y celebración del Miércoles de Ceniza fueron siendo alumno de los Padres Jesuitas (primeros años de la década de los 60), en el colegio que tenían en la calle Padre Luque, junto a Correos. Los Jesuitas ocupaban toda la manzana y parte trasera de Correos (donde hasta hace pocas fechas entraban las furgonetas): en dicha manzana disponían de la casa de la comunidad, el colegio de la Sagrada Familia, el salón de actos, un campo de deportes y salones para el aprendizaje de oficios para mujeres y la Iglesia del Corazón de Jesús (San Pedro el Viejo). Todos los días cuando salíamos al recreo (una veces a la salida y otras al regreso) hacíamos la visita al Santísimo, pero en esta fecha la visita iba acompañada de una charla en la propia iglesia o una película en el salón de actos, y al final de la mañana se celebraba la Santa Misa con la imposición de la Ceniza. En días previos nos explicaban del sentido religioso de la fecha.
Por aquellas fechas, cuando el sacerdote te marcaba en la frente con la cruz con gran cantidad de ceniza, ésta te manchaba la frente pero se esparcía por toda la cara (cejas, pestañas, nariz e incluso boca), así que nada más salir los niños nos quitábamos como podíamos las cenizas: algunos porque les llegaba a la boca y no les gustaba y otros porque los mayores les metían miedo diciéndoles que eran de huesos del cementerio, así que corriendo a los cuartos de aseos para lavarte.
Anécdotas
Recuerdo que imponían gran cantidad de ceniza: en una ocasión pillaron a los alumnos en la faena de limpieza y fueron castigados y nos llevaron a todos al salón de actos y nos explicaron que las cenizas son de las lumbres realizadas con las ramas de olivo del Domingo de Ramos. Al año siguiente nos mandaron pasar por clase antes de irnos para la casa para comprobar si efectivamente teníamos ceniza en la frente, pero mira como hubo un tiempo libre entre la celebración de la misa y la salida, nos dejaron en el patio con un balón y con el sudor tampoco quedó ceniza por ningún sitio. Cuando subimos a la clase, el profesor se quedó mudo al comprobar que el invento de la pelota y el sudor había hecho fallar su comprobación de la ceniza.
Pasados unos años y cambiado de colegio, estaba entonces en el colegio San José (calle Reina), las celebraciones religiosas se celebraron un tiempo en la Catedral en la parroquia del Sagrario (donde en la actualidad reciben cultos los titulares de mi Hermandad del Prendimiento). Habitualmente entrábamos por la puerta de los Perdones y nos quedábamos en grupo, en la puerta de la capilla, para no molestar a los feligreses que acudían a misa.
Sentimiento cofrade
Pasados estos años infantiles, esta fecha siempre estaba ligada con las cofradías y muy especialmente con el Grupo Juvenil de la Parroquia de la Catedral, donde la preparación de la Cuaresma era mucho más completa y además tenía más años para asimilar y comprender el sentido penitencial que este tiempo tiene para los cristianos.
La celebración del Miércoles de Ceniza la preparábamos con mucho cariño por su significado y porque además la celebraba siempre el Señor Obispo: yo recuerdo a don Ángel Suquía, don Manuel Casares, don Rosendo Álvarez y don Adolfo González. Fueron y son momentos entrañables que forman parte de la vida de los cristianos, es la puerta que s
La denominación de este miércoles especial del año litúrgico proviene de una antigua tradición judía que luego el cristianismo adoptó como suya. Las cenizas son un signo de caducidad: “En verdad soy polvo y ceniza”, dice Abraham en el Génesis y lo mismo repite el sacerdote hoy al hacer la imposición sobre la frente del creyente: “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”.
Mis primeros años de vivencia y celebración del Miércoles de Ceniza fueron siendo alumno de los Padres Jesuitas (primeros años de la década de los 60), en el colegio que tenían en la calle Padre Luque, junto a Correos. Los Jesuitas ocupaban toda la manzana y parte trasera de Correos (donde hasta hace pocas fechas entraban las furgonetas): en dicha manzana disponían de la casa de la comunidad, el colegio de la Sagrada Familia, el salón de actos, un campo de deportes y salones para el aprendizaje de oficios para mujeres y la Iglesia del Corazón de Jesús (San Pedro el Viejo). Todos los días cuando salíamos al recreo (una veces a la salida y otras al regreso) hacíamos la visita al Santísimo, pero en esta fecha la visita iba acompañada de una charla en la propia iglesia o una película en el salón de actos, y al final de la mañana se celebraba la Santa Misa con la imposición de la Ceniza. En días previos nos explicaban del sentido religioso de la fecha.
Por aquellas fechas, cuando el sacerdote te marcaba en la frente con la cruz con gran cantidad de ceniza, ésta te manchaba la frente pero se esparcía por toda la cara (cejas, pestañas, nariz e incluso boca), así que nada más salir los niños nos quitábamos como podíamos las cenizas: algunos porque les llegaba a la boca y no les gustaba y otros porque los mayores les metían miedo diciéndoles que eran de huesos del cementerio, así que corriendo a los cuartos de aseos para lavarte.
Anécdotas
Recuerdo que imponían gran cantidad de ceniza: en una ocasión pillaron a los alumnos en la faena de limpieza y fueron castigados y nos llevaron a todos al salón de actos y nos explicaron que las cenizas son de las lumbres realizadas con las ramas de olivo del Domingo de Ramos. Al año siguiente nos mandaron pasar por clase antes de irnos para la casa para comprobar si efectivamente teníamos ceniza en la frente, pero mira como hubo un tiempo libre entre la celebración de la misa y la salida, nos dejaron en el patio con un balón y con el sudor tampoco quedó ceniza por ningún sitio. Cuando subimos a la clase, el profesor se quedó mudo al comprobar que el invento de la pelota y el sudor había hecho fallar su comprobación de la ceniza.
Pasados unos años y cambiado de colegio, estaba entonces en el colegio San José (calle Reina), las celebraciones religiosas se celebraron un tiempo en la Catedral en la parroquia del Sagrario (donde en la actualidad reciben cultos los titulares de mi Hermandad del Prendimiento). Habitualmente entrábamos por la puerta de los Perdones y nos quedábamos en grupo, en la puerta de la capilla, para no molestar a los feligreses que acudían a misa.
Sentimiento cofrade
Pasados estos años infantiles, esta fecha siempre estaba ligada con las cofradías y muy especialmente con el Grupo Juvenil de la Parroquia de la Catedral, donde la preparación de la Cuaresma era mucho más completa y además tenía más años para asimilar y comprender el sentido penitencial que este tiempo tiene para los cristianos.
La celebración del Miércoles de Ceniza la preparábamos con mucho cariño por su significado y porque además la celebraba siempre el Señor Obispo: yo recuerdo a don Ángel Suquía, don Manuel Casares, don Rosendo Álvarez y don Adolfo González. Fueron y son momentos entrañables que forman parte de la vida de los cristianos, es la puerta que s
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/23238/aquellos-miercoles-de-ceniza