Jacinto Castillo
12:29 • 04 mar. 2012
Bach y Vivaldi insuflaron vida al Teatro Cervantes en la noche del pasado viernes, en un excelente concierto ofrecido por la formación de cuerda de la Orquesta Ciudad de Almería. Con dos piezas de entre las más conocidas del autor alemán y Las cuatro estaciones del compositor italiano, el público pudo disfrutar de una noche muy especial, en el entrañable y querido viejo teatro almeriense.
Sin perjuicio de los modernos auditorios de la capital y la provincia, el Teatro Cervantes representa un marco muy especial para cierto tipo de propuestas, entre las cuales la música se convierte en un privilegio cuando es interpretada sobre sus tablas. También es de justicia considerar un privilegiola posibilidad de disfrutar de los conciertos de la Orquetas Ciudad de Almería (OCAL).
La música parecía animar los matices barrocos de la ornametación del teatro, como si hubise sido compuesta para ser estrenada en su escenario. Pero, sobre todo, fue la excelente interpretación por parte de los maestros integrantes de la OCAL y de su director Michael Thomas, los verdaderos artífices de este nuevo feliz encuentro entre la formación musical almeriense y su público.
En pie y formando un semicírculo, la OCAL abrió la velada con el Concierto de Brandeburgo nº 3 en sol mayor. La vibrante y, a la vez, armoniosa pieza sirvió de introducción para este homenaje al barroco, poniendo todo el énfasis en sus fundamentos estilísticos, depurados por el genio de Bach.
Dentro de la primera parte del concierto, la OCAL abordó otra pieza de Bach , como fue el Concierto en la menor, que puede considerarse con toda justicia uno de los llamados clásicos populares, por ser muy conocido y muy del agrado de la mayoría del público. Antes de comenzar esta segunda interpretación, Michael Thomas ofreció un bello interludio mientras los operarios componían el escenario acoger a los miembros de la orquesta. Sólo con su violín al borde del escenario el director de la OCAL ofreció una contundente muestra, no sólo de su virtuosismo sino también, de su exquisita sensibilidad.
Después simultaneó su función de director con la de concertino, aprovechando las oportunidades que concedía la partitura para dirigir a sus músicos, siempre con la naturalidad que le caracteriza.
‘Las cuatro estaciones’.
Tras el breve descanso, las esperadas notas iniciales de La primavera, irrumpieron en el Cervantes con toda su vitalidad musical y sus sugerentes motivos, que la OCAL supo transmitir a lo largo de estas cuatro piezas que componen uno de los tesoros del repertorio barroco más queridos. Las exigencias técnicas que plantean algunos de sus pasajes fueron alcanzadas con sobrada suficiencia por esta formación, bajo la dirección de Thomas, que explotó sin reservas la capacidad expresiva de la obra de Vivaldi. En los movimientos más comprometidos para el violín solista, el director de la OCAL volvió, de nuevo a mostrarse como un virtuoso incontestable.
El público dedicó en pie un largo aplauso que fue correspondido con un bis.
La interpretación de Las cuatro estaciones estuvo acompañada con la proyección de imágenes, acompañadas de texto alusivo a la pieza. Tanto la coherencia estilística de las imágenes mostradas como la traducción del texto admitían mejoras.
Sin perjuicio de los modernos auditorios de la capital y la provincia, el Teatro Cervantes representa un marco muy especial para cierto tipo de propuestas, entre las cuales la música se convierte en un privilegio cuando es interpretada sobre sus tablas. También es de justicia considerar un privilegiola posibilidad de disfrutar de los conciertos de la Orquetas Ciudad de Almería (OCAL).
La música parecía animar los matices barrocos de la ornametación del teatro, como si hubise sido compuesta para ser estrenada en su escenario. Pero, sobre todo, fue la excelente interpretación por parte de los maestros integrantes de la OCAL y de su director Michael Thomas, los verdaderos artífices de este nuevo feliz encuentro entre la formación musical almeriense y su público.
En pie y formando un semicírculo, la OCAL abrió la velada con el Concierto de Brandeburgo nº 3 en sol mayor. La vibrante y, a la vez, armoniosa pieza sirvió de introducción para este homenaje al barroco, poniendo todo el énfasis en sus fundamentos estilísticos, depurados por el genio de Bach.
Dentro de la primera parte del concierto, la OCAL abordó otra pieza de Bach , como fue el Concierto en la menor, que puede considerarse con toda justicia uno de los llamados clásicos populares, por ser muy conocido y muy del agrado de la mayoría del público. Antes de comenzar esta segunda interpretación, Michael Thomas ofreció un bello interludio mientras los operarios componían el escenario acoger a los miembros de la orquesta. Sólo con su violín al borde del escenario el director de la OCAL ofreció una contundente muestra, no sólo de su virtuosismo sino también, de su exquisita sensibilidad.
Después simultaneó su función de director con la de concertino, aprovechando las oportunidades que concedía la partitura para dirigir a sus músicos, siempre con la naturalidad que le caracteriza.
‘Las cuatro estaciones’.
Tras el breve descanso, las esperadas notas iniciales de La primavera, irrumpieron en el Cervantes con toda su vitalidad musical y sus sugerentes motivos, que la OCAL supo transmitir a lo largo de estas cuatro piezas que componen uno de los tesoros del repertorio barroco más queridos. Las exigencias técnicas que plantean algunos de sus pasajes fueron alcanzadas con sobrada suficiencia por esta formación, bajo la dirección de Thomas, que explotó sin reservas la capacidad expresiva de la obra de Vivaldi. En los movimientos más comprometidos para el violín solista, el director de la OCAL volvió, de nuevo a mostrarse como un virtuoso incontestable.
El público dedicó en pie un largo aplauso que fue correspondido con un bis.
La interpretación de Las cuatro estaciones estuvo acompañada con la proyección de imágenes, acompañadas de texto alusivo a la pieza. Tanto la coherencia estilística de las imágenes mostradas como la traducción del texto admitían mejoras.
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