La Casa Museo José Padilla celebra en silencio sus veinte años de vida

La Casa Museo José Padilla celebra en silencio sus veinte años de vida

Evaristo Martínez
13:35 • 04 mar. 2012
Eugenia Montero no olvidará el 28 de marzo de 2011. Aquella mañana de lunes, a primera hora, un camión comenzaba a cargar los bienes de la Casa Museo José Padilla, el inmueble que en la madrileña calle Gabriel Abreu albergaba el legado de su tío, el compositor almeriense autor de obras como ‘Valencia’ o ‘La violetera’. La vivienda permanecía cerrada desde julio de 2010, cuando Montero, directora de la institución, no pudo afrontar la deuda contraída con unos prestamistas, cantidad que, a causa de la ‘letra pequeña’, pasó de 225.000 euros a algo más de un millón. Pero el embargo se materializó aquel día. Hoy, cuando se han cumplido veinte años de la inauguración de la Casa Museo, la vivienda aguarda muda un futuro mejor.

“La casa está cerrada, vacía, pero igual. El jardín, tan bonito, tan amado y cuidado por José Padilla, se está secando: ese maravilloso jazminero que él plantó, y que llegaba hasta la segunda planta llenándola de perfume, los rosales, también plantados por él y con sesenta años de vida... Pero estamos luchando y obteniendo dinero para recuperarla. Quizá, como el misterio existe y es inexplicable, las raíces de esas plantas permanezcan y renazcan cuando se vuelva a la casa”, cuenta Eugenia Montero a LA VOZ.

Todos los enseres de la vivienda siguen siendo de su propiedad, ya que el único aval frente a la deuda era la propia casa, pero la sobrina del compositor no tiene dónde albergar el patrimonio de Padilla: en el momento del embargo, el inventario superó los setenta folios. “Los muebles están guardados en unos almacenes a la espera, como en el cuento de ‘La bella durmiente’, a ese príncipe, transformado en apoyos. Son muebles que tienen vida, son parte de la historia de José Padilla”, dice.

Entre ellos, un precioso, y preciado, piano de cola Pleyel, “compañero fiel de sus viajes”, acariciado por el músico en sus conciertos por el mundo y en la intimidad de la creación. “La prensa hablaba de lo espectacular que era ver cómo lo alzaban las poleas de los barcos o cómo lo dejaban en tierra. Verlo es quizá lo que más me falta. Nunca había vuelto a tocarse desde que ya no está el compositor, pero estaba ahí, abierto, como esperando sus manos tan bonitas de color miel”, relata Eugenia Montero.

Junto al piano, otros instrumentos, “algunos orientales, antiguos y muy curiosos”, muebles de caoba, trajes, cuadros, fotografías, libros franceses e italianos del siglo XIX, partituras autografiadas, cartas de amor a su mujer... “Es un tesoro de la cultura por su valor, su antigüedad, su belleza. Forman parte de una vida creativa que hizo felices a millones de seres con su música”.

Las raíces de Padilla
En esa casa, José Padilla vivió y murió, en octubre de 1960. Pero no era una residencia cualquiera. “En ella permanece su huella, la raíz de José Padilla. Él, al igual que su hermana Eugenia, estudió dibujo y pintura: hizo dibujos, alzados arquitectónicos y pinturas sobre cristal. Es una casa diseñada por él, muy pensada y muy querida. Fue una composición propia, como la de su música, en la que plasmó su propia vida, su pasión por su tierra, la influencia árabe, andaluza, mediterránea”, explica la sobrina del autor de ‘El relicario’.

Para Montero, la casa es “como un espejo” del maestro, “con la blancura de la casa en que nació, con la media luna que reposa a los pies de la Virgen del Mar y las medias luna del escudo de su apellido, con los arcos que separan las estancias del interior y los arcos del jardín, como una respuesta, como un contrapunto musical”. En azulejos, los escudos de Almería, Barcelona, Madrid y Valencia. Y en el jardín, una fuente y bancos y macetones de cerámica de la fabrica sevillana de Mensaque, ya desaparecida: “En Madrid solo se encuentra en el Prado y en esta casa”.

La Casa Museo José Padilla se abrió al público el 17 de febrero de 1992, año emblemático para España en el que Madrid fue capital europea de la cultura. Presidieron el acto la infanta Cristina, José María Álvarez del Manzano, alcalde de la ciudad, y Luis Ramallo






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