Cuando el hotelero José María Rossell empezó a traer de visita a los primeros alemanes de Roquetas a las reliquias que quedaban de los spaguetti western en Tabernas, el poblado aún no le pertenecía. Era el final de los 60 y los guías de Hoteles Playa tenían que pagar un impuesto revolucionario de 50 pesetas a un tipo con aspecto de mexicano que decía que aquello lo vigilaba él. Por eso el empresario se alió con varias agencias de viaje y en 1970 le compraron ese terreno y las cuatro fachadas cochambrosas de adobe que quedaban en pie de los tiempos de vino y rosas de Sergio Leone a Alfredo Fraile, el manager de Julio Iglesias, que había invertido en ese tiempo en Almería para hacer negocio con los rodajes.
El origen de los primeros decorados data de 1965 cuando se construyeron con motivo del rodaje de La muerte tenía un precio, el segundo largometraje de la Trilogía del dólar. Rossell se fue quedando solo en la empresa de visitas, comprándole su parte al resto de accionistas y fue, de facto, el hombre que consiguió salvar ese esqueleto de habitáculo de madera donde apenas sobrevivía el salón, la barbería y la oficina del sheriff. La mayoría de los almerienses han pasado por allí hace décadas, en alguna excursión organizada, cuando aún era el embrión de lo que es ahora: el principal parque temático del cine en el sur de Europa sobre una extensión de 30 hectáreas que supera en visitantes a la mismísima Alcazaba. El Minihollywood tabernero recibe ya más de 250.000 visitas anuales y La Alcazaba apenas llegar a rozar esa cifra en la época prepandémica.
Para convertirse en lo que ahora es -con más de 30 edificios distintos, tres restaurantes y un merendero, museos, espectáculos continuos y un gran parque zoológico rodeado de pinos y acacias y piscinas- el poblado no ha dejado de chupar de la cuenta de resultados de su propietario, atravesando un duro desierto -valga la redundancia- de inversiones. Ahora ya es un establecimiento de ocio familia que da beneficios al Grupo Senator con cerca de mil visitantes diarios de toda España, principalmente de la vecina Murcia. Una de las joyas de la corona del poblado es el edificio del salón y del hotel, donde se hace el espectáculo del cancán, renovadas por completo sus maderas en un recinto aclimatado. Allí en uno de los rincones superiores fue donde Clint Eastwood se hacía el dormido con el revolver en la mano, mientras iban a por él los mexicanos.
Fuera, en el llano de tierra es donde se hace a diario el espectáculo de los vaqueros a caballo que es seguido por varias excursiones a lo largo de la jornada mientras no deja de sonar la música perenne de Morricone.
El Minihollywood emplea a una plantilla fija de 70 personas, aunque sobrepasa el centenar en temporada alta bajo la dirección del veterinario José María Rodríguez y la supervisión continua de Rossell.
Hay un departamento de educación que hacen de guías contando todos los vericuetos de las películas y del poblado a los niños. Es fácil que en un mismo fin de semana se celebren allí una docena de comuniones y alguna boda.
Uno de los artista que ha contribuido con su trabajo a darle brillo y filigrana al recinto es el desaparecido carpintero de Tabernas Fernando Contreras, que ya trabajaba para Leone.
El restaurante, con capacidad para 600 personas, tiene un rincón consagrado al célebre extra habichuela y el reservado, donde alguna vez ha ido David Bisbal de celebración, alberga una colección de Whisky con 230 botellas cedidas por el propio Rossell, adquiridas en todos los lugares del mundo.
Cada mesa tiene el nombre de una película y todo el decorado rezuma al sabor del viejo Oeste americano.
El poblado ha ido llenándose de vida con una barbería, un estudio fotográfico, hubo un cementerio y ahora un ferrocarril de verdad al que se le quiere hacer una estación que llegará, quizá, antes que el AVE a Almería.
Museos y colecciones, únicos en el mundo
El Minihollywood cuenta con varios museos espectaculares. Uno de ellos el de al colección de proyectores de cine y afiches cedidas por un coleccionista madrileño, que son un verdadero lujo. También cuenta con una colección de carruajes y diligencias, la mayoría restauradas y un bus- el huevo de los Matías- que cubría la ruta de Huércal-Overa. Además de un museo de cáctus y suculentas, dedicada al jardinero veratense Alejandro Pérez, y más de treinta caballos en el estable. Todo está a disposición de producciones de cine y de spots publicitarios, que allí se filman sin parar y que son otra pingüe linea de negocio para Senator.
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