"¡Dejadme, dejadme que yo pinte mi tierra, esta Almería de luz blanca y serena!" Ayer por la tarde, a la hora en la que los barcos vuelven de la mar, con las gaviotas aún flotando encima de la dársena, ayer, en el centro de Almería, en el Palacio de Juan Lirola, estaba un pintor marinero, del lugar de La Garrucha, reivindicando que le dejen pintar de faroles encendidos, de pies desnudos sobre la playa, de lances primitivos en busca del calamar; “Dejadme que pinte mi playa, mi cielo, mis barcas de velas blancas”, clamaba ayer, como Diógenes, el artista garruchero, con un Panamá en la cabeza con su barba de Moisés, con un retablo de mujeres detrás esperando en la orilla los barcos de sus hombres pescadores como en el mar de Galilea. Ha venido Clemente Gerez, el artista de la luz, el auriga de la espátula, a Almería, pero no a pedir con las manos vacías, sino a dar con las manos llenas de sus pinceles.
Viene a regalar una exposición de vientos y cortijos, de seres diminutos en horizontes de mieses amarillas, lienzos que cuelgan ya de las paredes del Patio de Luces de Navarro Rodrigo; y viene también Clemente, hijo de pescador, a la capital con un libro de vivencias, de sueños realizados, un cañamazo tejido con horas de inspiración y de búsqueda de formas y colores en su estudio del Malecón Alto, ribeteado de palmeras y de la flor de la buganvilla donde encuentra la paz del creador; un catálogo amojonado por María Dolores Durán, una sensata pregonera del arte almeriense, de todo lo que transmite el duende de esta Almería a la que se dio en llamar ‘tierra de pintores’; un libro que combina las explicaciones del talento artístico de Clemente con su fluido vitalista a lo largo de los años: el grupo Arte y Ensayo, la Semana Santa, el teatro, los belenes. Se hizo acompañar de sus amigos, de sus incondicionales, de sus paisanos, Clemente Gerez, el hombre que ha terminado siendo profeta en su tierra, aunque antes ha tenido que recorrer veredas extranjeras que le han llevado a Suiza, a Francia a Bruselas, hasta bautizarlo como ‘pintor de la ONU’. Clemente llega por fin a Almería y lo hace a lo grande: cargado de obras que son dinamita para los ojos y que estarán hasta el 6 de agosto oliendo a la estopa y el salitre de su niñez.
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