Antonio Gutiérrez, quien fuera secretario general de CCOO de 1987 a 2000, ha intervenido para hablar sobre la “Transición política y conflictividad laboral con una economía en crisis” en el marco del IX Congreso Internacional de Historia de la Transición que se celebra en la UNED.
Gutiérrez considera que el sindicalismo fue sometido durante la transición a una operación para reducir su influencia. Fue un experimento que se aplicó contra CC OO, aunque no tuvo efecto por la preeminencia sindical de este sindicato.
Quien fuera secretario general de CCOO fija en 1973 el momento en que comienza a dejarse atrás la dictadura apostando por la democracia. Aunque descabezaron CCOO, el nivel de huelgas se incrementó. Y se extendió en tres planos el proceso irreversible: la permeabilización a otros sectores sociales, no solo el obrero (los ámbitos estudiantil, intelectual y vecinal), la confluencia política con la aparición de la Junta Democrática y lo que considera “el gran catalizador”, que fue el movimiento sindical. Recordó que en 1976 hubo 101 millones de horas de huelga en España en casi 30.000 empresas. Esto indica que España “era un país movilizado, efervescente, cuyo empeño por la democracia era imparable”
Los sindicatos y el 23F
El ex dirigente de CCOO se refirió a ese trabajo realizado desde los sindicatos, indicando la participación en otras acciones como la labor de colaboración contra el golpe de 23 de febrero. Esa aportación de los sindicatos “por desconocimiento y por exceso de humildad no se ha contado”.
Y por otra parte, contrapuso el papel jugado por una parte del sector empresarial en esa transición. “Mientras el movimiento sindical tuvo una actitud proactiva hacia la democracia … la otra parte era la patronal estableciendo una contradicción que sigue siendo una rémora en el presente de España”.
Para Gutiérrez, hubo un empresariado “de verdad, que negociaron con los sindicatos”, pero otra parte que “no eran empresarios”, que representaban al régimen en el sindicato vertical identificado por los directivos. “Hay una contradicción entre empresarios que constataba que los intereses de sus empresas se resolvían en una situación cuasi democrática, y sin embargo cargos del vertical que retardaron el establecimiento de unas relaciones sindicales. Eran los peores, los pistoleros, designados por el régimen y que mantenían el aparato vertical”.
A su juicio, “lamentablemente, ese segundo grupo terminó gestando la patronal. Los empresarios de verdad no son los que participan de la política laboral, y los que no son empresarios son los que dirigen la patronal”. Esa dicotomía “genera una grave distorsión”.
Recordó también que la aportación del movimiento sindical en la transición se vivió “en una economía en crisis”. Las medidas del tardofranquismo “agravaron la situación”, y los Pactos de la Moncloa “fueron desaprovechados, defraudados” ya que “se cumplieron en la parte de los trabajadores, para contribuir a eliminar la parte inflacionista, pero la parte de medidas keynesianas no se cumplió”.
Para Gutiérrez, quienes señalan el inicio de la transición de esta manera, son los que la prolongan hasta la victoria de Aznar. Parece que España tenía que transitar hasta que la derecha se hiciera con el poder. Se trata de interpretaciones “interesadas e innecesarias, de la mala conciencia de esta parte del espectro político español” ya que considera que “esta derecha no participó en la transición, sino que dieron al traste con algunas operaciones”.
“La derecha no participó en la transición en la manera en que concluyó el proceso, sino que intentó desviarla” mediante la conocida como operación Fragamanlis, liderada por Manuel Fraga, para realizar la transición a la democracia adaptando las leyes franquistas y elaborando una especie de carta otorgada de la monarquía.
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