La desobediencia femenina como argumento teatral y didáctico

La desobediencia femenina como argumento teatral y didáctico

Jacinto Castillo
01:00 • 24 mar. 2012
Un monólogo desde el interior de una bañera de María Adánez, interpretando al personaje ‘Fanchon’ fue, sin duda, el momento sublime de La escuela de la desobediencia, pieza teatral que ocupó la noche del pasado viernes el programa de las XXIX Jornadas de Teatro del siglo de Oro en el Auditorio Maestro Padilla. El talento interpretativo de esta conocida actriz, unido a una brillante dirección escénica y actoral, confirió a la pieza una buena parte de su valor. Todo ello, sin desmerecer un punto a su compañera de reparto, Cristina Marcos, en su papel de ‘Susanne’, ya que ambas consiguen un perfecto ensamblaje de sus respectivos personajes.

La contraposición entre la candorosa inocencia de ‘Fanchon’ y la desahogada experiencia vital de ‘Susanne’ es el punto de partida de la acción dramática y es de justicia señalar que es en la interpretación de las dos actrices donde este planteamiento encuentra toda su solidez. El espacio emocional en el que se desenvuelven los personajes se ve enriquecido por la naturalidad y por la riqueza de matices, haciéndolos creíbles en el contexto de la obra. Ambas consiguen llegar al público desde el primer momento y le seducen con su delicada comicidad.

Como contrapunto a la acción dramática, el director de escénica Luis Luque incorpora la voz de la soprano Rosa Miranda, acompañada a la viola por Sofía Alegre en los hitos argumentales, alcanzado momentos de extraordinaria belleza, especialmente cuando la cantante, ayuda a Fanchon a desnudarse, regalando al mismo tiempo su exquisita voz.

Dramaturgia
La dramaturgia de esta obra se debe a la creatividad del autor almeriense Paco Bezerra, que se ha enfrentado a la labor de combinar dos textos de novela dialogada que guardan una estrecha relación: L’ École des filles, anónimo del siglo XVII y Ragionamiento, del italiano Pietro Aretino, del XVI.

Es de destacar, que el primero de ellos fue objeto de persecución en su época y se creía desaparecido pasto de la hoguera, hasta que fue encontrado en París hace unas décadas.

La obra aborda los fundamentos de la educación femenina en la época en la que fueron escritos ambos textos, desmontando el armazón moral de aquella sociedad, que sólo dejaba a la mujer tres caminos: el matrimonio, el convento y el prostíbulo.

Contra ese catálogo de opciones, Susanne imparte su magisterio para educar a Fanchon en las claves para disfrutar del deseo, resolviendo a la vez su papel como mujer honorable. La discípula llega a preguntarse “a qué debemos llamar educación”, en tanto descubre los rincones más explícitos de su sexualidad y toma nota de los detalles del cuerpo masculino.

Si el propósito de este montaje es la revisión literaria de estos singulares textos, que abordan la sexualidad femenina en los siglos XVI y XVII, la pieza adquiere un valioso sentido.

No sucede lo mismo si se plantea la vigencia de la tesis que defiende, en una sociedad en la que las mujeres, por fortuna, organizan tuppersex en sus casas, se entregan a sonrojantes despedidas de soltera y disponen de internet para todo lo demás.






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