Para alguien que como el firmante de este artículo prefiere la música de Mozart a la discografía de nuestro tiempo no deja de ser paradigmático el caso, del cero al infinito, que viene protagonizando desde hace veinte años David Bisbal, un almeriense de origen modesto que ha sabido escalar el pentagrama del éxito para convertirse en un gran cantante, o lo que es lo mismo en un extraordinario artista. En un mundo muy competitivo, y donde seguramente corren tigres por los pasillos de los estudios de grabación, el hecho de que este joven apareciese sin más padrino que su portentosa voz y su insolente estilo en aquella Operación Triunfo –uno de los mejores programas que ha producido TVE en su historia- para alcanzar un éxito que ha sabido preservar sin mácula hasta esta apoteosis de su carrera que, ya medida por quinquenios, lo sitúa en la cumbre del hit parade del cancionero latino. Y es que Bisbal, sus personalísimas maneras, gustan a todo el amplio espectro del público, incluidos aquellos que consideramos insuperable la Misa de la Coronación y su celestial Gloria, posiblemente la obra más grandiosa de la música universal, como le gustada decir al inolvidable José Luis Martín Descalzo.
Los almerienses, en nuestro endiosado aislamiento, nunca hemos tenido fácil abrirnos camino fuera, y dentro se nos ha regateado la notoriedad, acaso por esa suerte de displicencia que aplicamos a casi todo lo que nos es cercano. Un ejemplo de hace nada: Carlos Pérez Siquier, reconocido en toda España como uno de los grandes fotógrafos del siglo XX, ha tenido que morirse para que la entera opinión pública almeriense aclame la inmensa obra de aquel paisano que, cámara en ristre, hizo prodigios con las imágenes de la Chanca, de nuestro litoral, de nuestras costumbres en una ininterrumpida secuencia gráfica más valiosa que cualquier tratado de antropología. Muchos años tuvieron que pasar para que uno de los compositores más importantes de Europa, el maestro José Padilla, tuviese un auditorio con su nombre en la ciudad que lo vio nacer. No es el caso de David Bisbal, y de ahí nuestro gozo al comprobar que Almería lo ha consagrado en vida, y en plena juventud, como uno de los cantantes más escuchados y aplaudidos de lo que va de siglo XXI.
Por si le faltaba algo, en el próximo mes de marzo Bisbal se va a encerrar, como se diría en el planeta de los taros, con veinte noches –veinte- en el teatro Albéniz de Madrid, proeza que muy contados artistas de la voz son capaces de llevar a cabo. Será su confirmación en la capital de España, como es exigido por la tradición que lo hagan en las Ventas las figuras del toreo. Nunca lo he visto en directo, pero es de esperar que pueda ser la ocasión para presenciar la actuación de quien en los primeros años de la centuria batió récords con su Corazón latino. Ninguna satisfacción mayor para quienes vibramos con todo lo almeriense que el seguro éxito del niño de José Bisbal, aquel pequeño gran púgil de los puños de oro, siete veces campeón de España en los pesos gallo y pluma, que había nacido junto a la Plaza Vieja con las primeras hambres de la posguerra. El veterano boxeador, al que recordamos con afecto y admiración los entonces niños almerienses en sus veladas triunfales con olor a linimento y botellines de Orange Crush, tiene sobrados motivos para estar orgulloso de un chaval que ha sabido superar las distancias que separan Almería de cualquier otro territorio profesional. Porque, además, a David se le llena la boca proclamando urbi et orbe que es mas de Almería que el cañillo de la Puerta de Purchena, por cierto indebidamente trasladado de acera.
El plebiscito popular que la semana pasada tuvo en Power Horse Stadium (¡vaya nombrecito!) ante veinte mil seguidores y con la presencia de sus más destacados compañeros de entonces y de ahora, es un hito histórico en nuestra ciudad que conviene señalar con piedra blanca como el año cero en que Almería abandona su atávica indiferencia ante los valores locales y se entrega sin reservas a la fiesta de la consagración de un artista sin igual desde los tiempos de Manolo Escobar, a quien conocí en Madrid cuando emergía de la ruina de los malos negocios.
La periodista Sandra Aladro definió como “increíble” el salto a la fama de David Bisbal en un libro fotográfico de los primeros años tras OT. Desde entonces, David Bisbal ha recorrido el espacio sideral de la fama y seguramente va siendo hora de que alguien le ponga letra a tanta música. Lo merece este muchacho de Almería, ya cuarentón, a quien sus amigos y los vecinos de su calle recuerdan como un niño espabilado y mal estudiante que cuando abandonó los libros y lo escucharon cantar alguien le animó a subir los primeros escalones de la celebridad. Y sigue en el empeño.
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