Clasijazz ha vuelto a hacerlo. Una vez más su escenario se convirtió en el cénit del universo jazzístico. Un centenar largo de privilegiados vivieron la noche del lunes 29 la experiencia de escuchar en vivo a Cécile McLorin Salvant, acompañada por uno de los pianistas más reconocidos del mundo, como es Sullivan Fortner.
Aunque no es la primera gran estrella internacional que se anuncia en este espacio, lo cierto es que su presencia ensancha la leyenda de esta suerte de “sótano de los sueños” que ya es la sala principal de Clasijazz. Sin dejarse arrastrar por las exageraciones, cabría pensar que la presencia de Cécile McLorin Salvant acompañada de Sullivan Fortner vendría a ser más o menos como si a finales de los setenta Ella Fitzgerald hubiese cantado en el Georgia con Duke Ellington al piano. Escuchando a esta irrepetible cantante se llega a tener la sensación de que el Jazz es terriblemente fácil, pero no es cierto. Es justo lo contrario. La voz de Cécile McLorin Salvant induce a pensar que las partituras tienen alma, que las letras son la verdad y que existe un cielo de color de ébano.
La dulzura de su voz, intercalada de notas inalcanzables de endiablada complejidad técnica, se convierten en poesía sonora por obra y gracia de esta cantante de eterna sonrisa. Solo por eso, es imposible no caer rendido a la seducción que genera Cécile McLorin Salvant. Así lo hizo el público que llenaba la sala y que siguió en vilo este concierto llamado a escribirse en las cada vez más numerosas páginas doradas de Clasijazz.
En un diálogo perfecto con el piano de Sullivan Fortner, las letras de las canciones que interpretó Cécile en la sala del Clasi se convierten en caricias emocionales. Se hacen verdad.
Dentro de la larga lista de divas del Jazz, Cécile McLorin Salvant reivindicó su inspiración y su creatividad únicas. Está claro que la voz no es un instrumento más porque tiene la capacidad, en muy contados casos, de remitir a la esencia de lo humano. Esa es, junto con otras, la razón que ha convertido a Cécile en una referencia de primer orden en las voces del Jazz actual, con un lugar destacado entre las de todos los tiempos. En su repertorio del lunes por la noche en Clasijazz hubo evocaciones a varias cantantes míticas. Por ejemplo, a Billie Holliday, cuando interpretó 'La vie en rose' con una delicadeza que nunca estuvo condicionada por la filigrana técnica que desarrolló avanzada ya la partitura. O a Nina Simone, en una versión personalísima de 'Ain’t Got No, I Got Life' que, además, incluyó una impresionante variación a cargo de Sullivan Fortner.
Pero, aún había más. Cécile McLorin Salvant, en un castellano sin asomo de acento anglosajón, regaló el tema 'Gracias a la vida' como si la letra fuese una expresión sincera de su propia cosecha, que a lo mejor lo es. Además, llevándose la melodía a su particular manera de cantar.
Para muchos expertos en Jazz, esta mujer ha abierto una nueva ventana en el género, tomando la antorcha de sus predecesoras más brillantes. Precisamente, las que escuchaba de niña entre las que siempre destacó a Sarah Vaughan.
Después de descansar lo justo, la cantante explicaba entre firmas de autógrafos que este concierto había supuesto para ella “todo un honor”. “Ha sido muy divertido estar aquí en Clasijazz. Nos lo hemos pasado muy bien. Además, esta audiencia es maravillosa”. Antes de eso, había recibido la visita en el camerino de su amigo José Fernández, Tomatito. Ambos quedaron citados para marzo de 2024 en el mítico Blue Note de Nueva York, donde el guitarrista dará un concierto junto con Michel Camilo.
En este mes, Cécile ha cantado en Los Ángeles y Nueva York, haciendo escala en Almería desde Castellón y Valencia. Luego, pasará por Oviedo y Zaragoza, visitará Alemania, Países Bajos y Polonia y luego irá a la otra cara del planeta: Hong-Kong y Tokio.
Gary Bartz, otro regalo por los veinte años
Gary Bartz vuelve a Clasijazz este jueves primero de junio, como saxo invitado de una banda de lujo como es Scatter the Atoms That Remains, caracterizada por las incursiones en otros mundos musicales y por una acusada heterodoxia. En medio, el irrefrenable talento de un Gary Bartz que a sus 82 años puede ponerlo todo patas arriba, como ya lo hizo en esa misma sala años atrás. Clasijazz está celebrando sus veinte años tocando el cielo con los dedos y recibiendo excelentes regalos, como el de Cécile McLorin Salvant y el de uno de los saxos más importantes del momento: Gary Bartz.
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