“Doy gracias a todos los noes que recibí: por ellos he conseguido este premio”

La bailaora almeriense Rocío Garrido, Premio Desplante del Festival del Cante de las Minas

La almeriense Rocío Garrido durante la final del Cante de las Minas. Foto: Rafael Manjavacas.
La almeriense Rocío Garrido durante la final del Cante de las Minas. Foto: Rafael Manjavacas.
Evaristo Martínez
02:30 • 02 sept. 2023

Ha sido un camino en el que ha habido, asegura, “más espinas que rosas”. Pero el sudor de ese esfuerzo ha hecho brotar una flor en forma de premio, y no uno cualquiera. La bailaora Rocío Garrido Joya (Almería, 1986) alzó en agosto en Murcia el Premio Desplante del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión. Lo hizo nueve años después de haber sido semifinalista en ese certamen. Casi una década en la que ha crecido la artista, la persona y el compromiso con la profesión que es su vida: ahí está su labor como formadora en la escuela de flamenco que abrió en La Cañada en 2016.



¿Qué representa este Premio Desplante?



Un empujón más a todo el esfuerzo y la pasión que he derrochado en estos meses de preparación. Una palmadita en la espalda, un “venga, seguimos, estás haciendo un buen trabajo”. Al final, después de tantos años dedicada al baile, a veces te cuestionas si estás logrando tus objetivos. Y un galardón así me dice que sí, que estoy en el buen camino.



¿Cuál fue su primer pensamiento al escuchar su nombre?



Lo conseguí. Es lo que me repetía frente al espejo cada vez que ensayaba, cuando había llantos, gritos de agobio, de desesperación, de dolor cuando el cuerpo no podía más o tenía que repetir los movimientos hasta que me salieran. Cuando escuché mi nombre como ganadora llegó el descanso, el saber que por fin tienes algo que acredita que has llegado hasta aquí.






¿Vino a su cabeza algún consejo o enseñanza?



Esa noche pensé en los meses de preparación. Pero en los días posteriores me acordé de todas las puertas que me han cerrado, de las caídas que he tenido, de comentarios que he escuchado. Es decir, de todo lo malo, que en realidad es lo que me ha hecho más fuerte y me ha traído hasta aquí y me ha hecho mejor persona, bailaora, artista. Doy gracias a todos los noes que recibí: por ellos he conseguido este premio.


¿En qué ha crecido desde que se quedó en la semifinal del concurso en 2014?

He abierto mucho más la mente: al baile, a la guitarra, al cante. Antes no sabía qué quería conseguir más allá de la belleza, del movimiento, del compás. Y a partir de ese momento, de quedarme en aquella semifinal, quise superarme: al principio no sabía cómo, ni a través de quién, pero empecé a buscar, a beber de otras fuentes. 


¿Cómo se ha preparado?

Han sido muchas horas de estudio. He tenido la suerte de tener a dos personas muy importantes: Eduardo Leal, que coreografió la soleá, y a María Moreno, que lo hizo con el taranto. También la música de David Caro: su sensibilidad y su toque han llevado a estos dos grandes coreógrafos a hacer algo muy bonito, como ha quedado constancia en el festival. El trabajo principal ha sido encontrarme a mí misma en estos dos palos y dar lo máximo de mí. Representar estas piezas ha sido clave en lo artístico, pero también en lo personal.


¿Se ha redescubierto?

Sí, cuando hice con Eduardo Leal el espectáculo ‘De tus alas, mi raíz’ él ya sacó lo mejor de mí. Lo que no sabía es que todavía podía seguir ofreciendo cosas, aprendiendo de mí misma y llevar todo eso al baile. Descubrirme a mí misma, estar en continua evolución, es lo que más me gusta de mi trabajo. 


¿Cómo se define ante quien nunca la haya visto bailar? 

Flamenca en todos los sentidos. Una persona flamenca es aficionada, y lo soy mucho. Una persona flamenca lleva por bandera el cante y el toque, y en el baile intento expresar la música de la mejor manera que sé. También hay una parte técnica que me encanta y trato de mostrar. Soy flamenca y quiero serlo siempre: detrás de esta palabra está la raza, la fuerza, la afición, la artista.


Dejó Almería para crecer y volvió para abrir una escuela. La apuesta fue arriesgada. ¿Qué balance hace?

Tuve que abandonar el tablao, para mí superimportante porque es donde aprendes, donde tienes un trabajo diario, donde has de improvisar. Me costó dejar ese mundo porque otro de mis sueños era ser madre y necesitaba estabilidad, no ir de aquí para allá. Monté la escuela con esa idea, ser madre y trasladar mi aprendizaje a quien quisiera seguir esos pasos. Ahora mi compromiso son las clases, pero de cara al futuro quiero aprovechar el premio para volver un poco a aquello y poder trasladarlo a la enseñanza. 


¿Qué aprende de sus alumnas?

Muchas cosas, sobre todo a la hora de cómo explicar las cosas. He aprendido a disociar las partes de mi cuerpo, a controlar el compás y la técnica. Todo lo que hago con mis alumnas es porque antes me ha servido a mí.



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