Hija de almerienses republicanos exiliados en Francia, Marie Córdoba vive hoy a medio camino entre la ciudad de sus padres y París. Allí, a lo largo de su vida profesional, impartió clases de lengua castellana en institutos, se dedicó a la traducción y estudió las letras y la cultura de México, donde residió tres años. El martes 21 a las 19 horas presenta en Zebras, la librería de su barrio, ‘¡Que viva Frida!’ (El Mono Libre), un repaso a la vida y la obra de la mexicana con 42 ilustraciones en las que Juan D’Atri reinterpreta otros tantos cuadros. La acompañará la escritora María Jesús Orbegozo.
Frida Kahlo es un icono pop al que usted se acerca con otra mirada.
Conocemos de ella muchos detalles, los que la propia Frida se interesó en que se conocieran. Y muchos no se ajustan a la verdad. Lo puedes cotejar con sus cartas y entrevistas: las dos versiones, la íntima y la pública, no siempre coinciden. En el libro me he alejado de elementos más trillados y me acerco a ella como persona antes que como icono.
¿Cómo nace su interés por la figura de la mexicana?
El interés siempre estuvo ahí, pero lo que más me llamó la atención fue descubrir que antes de que naciera había muerto un hermano con solo dos meses. Ella fue concebida al poco sin que sus padres, como se dice ahora, procesaran el duelo. Y esto genera inseguridad.
La sensación de estar en lugar que no te corresponde.
Sí, de ser un hijo de reemplazo. Y en ocasiones provoca el síndrome del impostor: si no estoy en mi lugar, ¿qué me corresponde?
¿Y esto se lee en su pintura?
No sé si fue realmente así, pero pudo influir en la valoración que hacía de su propia obra: siempre le estaba restando valor. De jovencita, llevaría un par de años casada con Diego Rivera, dijo: ya verán que algún día seré más famosa que mi esposo. Y en esa época él era lo máximo. Fue en tono de broma, pero creo que lo que se dice en broma tiene algo de verdad.
Según cuenta, Frida era autodidacta, pero sus obras están llenas de referencias a grandes maestros.
No tenía formación académica y parecía que solo pintaba cosas de su vida, sus dolencias... Pero es divertido ver cómo sus cuadros están llenos de guiños. En su primer autorretrato, que en cierto modo comienza a consagrarla, con unos 20 años, aparece con un traje de terciopelo granate y una pose que remite a Botticelli. Yo también lo pensaba, pero hay un cuadro de Modigliani, su único autorretrato pintado un año antes de morir, donde él aparece con una bata de terciopelo del mismo granate. Podría ser coincidencia, pero sabiendo lo que ella sabía lo dudo. Era su forma de decir: esta fue su última obra y este es mi primer autorretrato. Aquí estoy tomando el relevo.
Parece que Frida sufriera el síndrome del impostor al revés: escondía su talento.
Sí, como que el gran artista era su esposo y que ella pintaba como le podía haber dado por tejer. En esa época, la pintora María Izquierdo recibió un encargo del regente del Distrito Federal para hacer un mural. Pero los machos del muralismo, entre ellos Diego Rivera, le convencieron de que la obra no tenía calidad. Las mujeres no podían ser muralistas, si acaso pintar florecitas.
Rivera era un enorme mujeriego, pero Frida también tuvo amantes, hombres y mujeres.
En aquel tiempo un hombre mujeriego estaba bien visto, pero una mujer... Frida, que no tenía un pelo de tonta, lo llevaba por lo bajini y le dio menos publicidad. Sus relaciones extramaritales duraron años, pero todas las vivió en Estados Unidos.
En el libro ha trabajado con la correspondencia entre Frida y su médico, además su confidente.
Y dicen que su amante. Hablo de un aborto que tuvo y es algo que me han criticado, aunque hay que contextualizar. Ella tuvo muchos abortos involuntarios por razones médicas, eso no se cuestiona. Pero en Estados Unidos se quedó embarazada y en las cartas decía que si el niño nacía tendría que volver a México, dejar a Diego solo, que él no quería hijos... Le recetaron algo que acabó provocando que el feto muriera. Y ella se lamentaba, porque decía que estaba muy ilusionada. Ahí hay ambivalencia.
¿La han criticado, dice?
Sí, de forma indirecta a través de mi editora [Ana D’Atri]. Que si me meto en su vida privada, que decir que un aborto fue voluntario es derrumbar el icono... Yo la admiro, a ella y al mito que creó. Llegó a cambiar su fecha de nacimiento, como diciendo: yo nazco cuando decido, no cuando nací. Y achacó muchas cosas de su vida al accidente de autobús que sufrió de joven, es como la base del mito. El mito te lo crean, pero Frida creó el suyo propio. Pocos pueden decir eso.
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