Dice que tiende a la melancolía, que es una persona de otoño y sin embargo sus cartas semanales, sus libros, sus recomendaciones y reflexiones en diversas publicaciones hacen luminoso el camino a una legión de seguidores, una comunidad de gente sensible, como a él le gusta decir. De familia almeriense, Jesús Terrés (Valencia,1977) ha traído a su primera novela -su segundo libro- Buscaba la belleza, los recuerdos y la presencia de esta tierra, testigo de los veranos interminables de su infancia.
En tiempos de “postureo” ha creado usted una comunidad basada en la sensibilidad.
Desde hace ocho o nueve años, más o menos desde la depresión que cuento en el libro, he abierto una puerta en mi mundo narrativo hacia ser más honesto y no tener miedo en lo que escribo. Se ha traducido en personas sensibles al otro lado que han conectado con esa hondura, una cosa que a mí me gusta mucho del flamenco, la palabra jondo. Ha sido una consecuencia inesperada de abrirme en canal.
Está muy vinculado a Cádiz. Esa conexión con Andalucía no sé si tiene que ver con sus raíces almerienses.
Tiene todo que ver, absolutamente, me estoy reenamorando. De muy pequeñito fui muy feliz en Almería, me pasé todos los veranos allí de descubrimiento, me enamoré de la cultura en el cortijo, mi prima Mabel me dio mis primeros cómics, mis primeros libros, estaba muy vinculado a esos veranos de tres meses de descubrir el mundo.
Ha estado alejado y se está acercando de nuevo a Almería.
Durante muchos años la he negado, he “negado al padre”, pero ahora estoy reconciliándome y Cádiz fue una manera de ponerme a mí mismo un camino hacia reconciliarme con mis padres y mis orígenes. Andalucía es un sentir. Más allá de una provincia u otra, es una manera de ver el mundo.
Viaja usted mucho.
Viajar ayuda a desprenderte del ego, para empezar. Te ayuda a quitarte tonterías, a ver lo pequeñito que eres, lo poco importante que eres. No hay nada peor que creerte el rey de un castillo, y eso si no sales de tu casa es fácil caer en el aquí mando yo.
¿Hay algún lugar donde no vayamos a encontrarle nunca?
Estoy tratando de alejarme con todas mis energías del ego. He nacido en un contexto social y cultural con muchas cargas, en mi género donde el sentido de competitividad es aburridísimo, desde pequeñito tienes que ser el más fuerte, demostrarlo, ganar al otro.
Hay cosas a las que no se acostumbre uno nunca.
Trato de ver el vaso medio lleno siempre, creo que es algo de mi madre que es súper optimista, es un regalo de ella. No termino de entender la mirada tóxica a los demás, la envidia, o quien hace daño a un animal, supera todos mis esquemas.
Le iba a preguntar para qué no tiene tiempo, aunque ya me ha respondido creo.
Sí, no tengo tiempo para la toxicidad ni para los “tristes”, la gente que todo lo ve mal, que pone pegas, ni desde luego para la falta de educación que es algo paralelo a la toxicidad. No puedo con quien no se levanta a ceder el asiento a un anciano en un tren.
Ha logrado usted enganchar a muchísima gente, eso que ahora se llama “engagement”.
Estoy super agradecido, pero es curioso porque yo me suelo construir el escenario opuesto: escribo en casa, de noche porque me levanto a las 5:45, sin ningún ruido, un poco de música y con la sensación creo que buscada de que no hay nadie, nadie me lee. Es de noche, Laura, mi mujer, duerme, tengo un gatito encima… En el momento de creación no hay nadie, yo con mis conflictos y el folio.
¿Está ya trabajando en un próximo libro?
Sí. No lo estoy escribiendo pero lo estoy macerando, como una olla que requiere mucho tiempo en el fuego, está en fase de cocción pero ya tengo un camino, que no es poco.
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