“Almería tiene que sentirse orgullosa de su labor con la danza”

El Conservatorio profesional de Danza de Almería está inmerso en la edición 2023/24 del proyecto de innovación Danzavanza, una coreografía que los alumnos de los cursos 5º y 6º preparan de la mano de profesionales de prestigio externos al centro. Marco Flores tiene entre sus galardones nada menos que el Premio Nacional de Flamenco y el Max a mejor intérprete de danza. Él es el encargado esta vez de acercar a este grupo de alumnas al mundo profesional, de creación y producción de una obra. La podremos disfrutar en mayo, en el Festival de teatro de El Ejido.

¿Qué intenta inculcarle al alumnado mediante este proyecto?

Sobre todo que busquen su propio discurso, su propio entendimiento de toda la técnica, lo aprendido, que vean en la danza y en el movimiento una forma de pensamiento y desarrollo de ellos como individuos, que la danza no es algo que solo se centra en lo técnico o lo escénico, sino que puede llegar a muchas más partes.

Háblenos de cómo ve la relación de Almería con la danza.

No he actuado nunca aquí, pero sé a través de los bailarines que ha dado que es una tierra que está dando cosas muy buenas, hay geniales bailarines, escuelas que han hecho mucho y este Conservatorio con este proyecto, este edificio que es increíble. Tiene espacios escénicos muy buenos, y creo que se les debería incitar a que tengan más programación de danza. Almería se tiene que sentir orgullosa de todo eso, está haciendo una gran labor.

Una biografía suya dice que abandonó los libros para dedicarse a bailar.

Yo en aquel momento pensaba que era así, pero ahora me doy cuenta de que lo que hice fue cambiar de estudios, yo seguí estudiando, pero una carrera en la que no tenemos la suerte de que la hayan reconocido como tal. Si nos dicen desde el instituto que vamos a dejar de estudiar como me lo decían a mí, ahí se nota un poco el desconocimiento que hay respecto a la danza, porque el maestro o tus padres son los que tendrían que decir de acuerdo, vas a estudiar danza, adelante.

En otros países sí está ya unificado el estudio reglado con la danza.

Efectivamente, aquí es una tarea pendiente. Los bailarines no paramos de estudiar pero ya no solo danza, tienes continuamente que documentarte en cada proyecto en el que te sumerges. La danza tiene siempre una relación humana, social, política, de pensamientos, es un estudio continuo.

Quizá ese es uno de los eslabones que fallan en la conexión entre la danza y el gran público.

Sí, tendría que llegar un momento en el que tu bachillerato sea el de artes, o el de danza, eso tendría que ser así.

Es durísimo compaginar colegio o instituto y estudios de danza.

Cuando veo a las chicas que pasan toda la mañana en el instituto y luego se vienen aquí haciendo jornadas extenuantes es una locura, creo que debería haber ya un bachillerato que contemplase que esto es estudio y complementarlo.

¿Le pasa factura ese sobreesfuerzo a la hora de bailar?

Aquí no lo noto nada la verdad, vienen con una fuerza que les tengo que pedir que se relajen (risas). La respuesta de ellos está siendo brutal. El respeto, la vocación es increíble. Afrontan el proceso de una forma ejemplar. Viene una generación maravillosa, y hay que darle lo más grande, hay que darle su sitio y a la vez nos lo estaremos dando a nosotros mismos como sociedad.

Adelántenos algo sobre la coreografía que están preparando.

La pieza que vamos a montar se llama El Preludio, y va a estar muy inspirado en la guitarra. Es una invitación a estas bailarinas al mundo profesional, a un proceso creativo, a meterse en la piel del pensamiento de un coreógrafo, una invitación al desarrollo de ellas mismas como intérpretes, que vean que ese camino nunca termina, es un proceso cambiante y ahora les toca a ellas proponer y crear su propio lenguaje.