La otra cara de Gimeno Mora: el benjamín de una dinastía taurina almeriense

Gimeno Mora, en el centro.
Gimeno Mora, en el centro. La Voz
José Ángel Pérez
22:56 • 18 mar. 2024

Juan José Gimeno Mora vino al mundo el 15 de octubre de 1967 en una de las calles cercanas a la plaza de toros. No lo sé con certeza, pero alguien me dijo en su día que lo bautizaron con un capote de brega en vez de una batona de cristianar y es que, en su casa y su familia, el mundo de los toros fue desde que nació su santo y seña. Su padre, Antonio Gimeno, fue un gran aficionado que llevaba el veneno de los toros en la sangre y allá por los 40 se tiró de espontáneo en la plaza de toros de Pamplona, aunque luego con buen criterio, decidió ver los toros desde la barrera y se hizo mozo de espadas. Su tío Virgilio, fallecido hace un par de años, también se vistió de luces en los 50 toreando novilladas muy duras. Se retiró en 1995 y solía recordar que una vez, contratado por seis pesetas en las fiestas de Nacimiento, tuvo que matar una vaca de ocho años y más de 700 kilos de peso cuyas astas median más de 90 centímetros de pitón a pitón. Su otro tío, Juan Gimeno Valdivia, fue un niño precoz del toreo. Como becerrista y novillero triunfó en toda España formando pareja con Rafaelín Valencia. Ya de matador tuvo desigual fortuna y una vez retirado empezó a llevar la carrera del joven Juan José hasta que un accidente de tráfico le arrebató la vida el 10 de mayo de 1986 en Gerona. Desde el 16 de junio de 1981 el último de la saga de los Gimeno tomó su relevo.



¿Recuerda a qué edad se puso por primera vez delante de un becerro?



Por supuesto, eso no se puede olvidar. De corto, tenía 13 años y fue en Huéscar, un pueblo de Granada.



¿Y con traje de luces?



Un par de meses más tarde, en la plaza de toros de Alcalá la Real. Ahí tuve mi primer triunfo. Durante mi etapa de novillero llegué a lidiar más de cien novilladas sin caballos.



 ¿Y meses después se presentó en el coso de Vilches?



Seis meses más tarde. El 6 de enero de 1982 en una becerrada en la que lidié dos novillos y corté 3 orejas y un rabo. Esa tarde me sentí muy a gusto ante los paisanos.



¿Qué sintió cuando hizo el paseíllo en su tierra?

Imagínate, con toda la ilusión de un niño, debutar en la plaza de tus sueños, a escasos metros de mi casa, ante tus amigos, vecinos, familiares, conocidos. Un sueño. No era consciente de todo lo que me esperaba, jeje. 


¿Para usted qué simboliza el toreo?

No imagino mi vida sin el toreo. Le he dado todo al toreo y el toreo me lo ha dado a mí todo. Estoy satisfecho y agradecido.


¿Su mayor frustración en su carrera es no haber tomado la alternativa?

Para nada. Las satisfacciones que me ha dado ser banderillero de toros no han dejado un hueco a la frustración.  


Si no hubiese fallecido su tío Juanito Gimeno prematuramente, ¿su trayectoria habría sido otra?

Juanito Gimeno era un crack, un luchador y un revolucionario, seguramente me hubiera llevado hasta la alternativa, pero yo no tenía su raza como torero. Hacerme banderillero fue sin género de duda una gran decisión para seguir en esta profesión. 


Ha estado casi cuatro décadas en el mundo del toro. ¿Su mejor temporada?

Mis mejores temporadas surgieron en los momentos más complicados de mi carrera: 1992, 1998, 2004 y 2009. Las recuerdo con un gran orgullo por haber superado situaciones que normalmente te suelen pasar factura en lo personal y en lo profesional.


Se dice que ha sido el mejor subalterno que ha tenido Almería de todos los tiempos.

Agradezco las palabras de elogio y cariño que me dedican en mi tierra. No sé si habré sido el mejor, ni tampoco me lo planteo. Almería ha dado muy buenos banderilleros. Yo quería ser el mejor del mundo, obviamente no lo conseguí, pero al menos lo intenté, je je.


 ¿Como fue definido su estilo en su etapa de novillero?

Empecé muy joven y sin apenas experiencia y mataba novilladas muy fuertes, de ganaderías complicadas. Debuté con picadores a los 15 años. Intenté hacer un toreo clásico, pero había que procurar triunfar cada día. Era todo voluntad.


¿Es de los que rezaban en la capilla de la plaza?

En el hotel y si había capilla en la plaza también rezaba. Ahora no toreo y también rezo. Cuando toreaba rezaba para tener fuerzas y afrontar con dignidad y hombría lo que pudiera venir. Nunca recé por mi integridad física, me parecía una cobardía.


¿La superstición que siempre le ha acompañado?

Aunque tenía muchas, afortunadamente me las quité. Era horrible, cada vez tenía más. Casi todos los toreros somos supersticiosos.


Sus dos cogidas más graves fueron en 2009 en Las Ventas de Madrid y en Albacete en 2011. Esta última lo ha retirado de los ruedos. ¿Vio la muerte de cerca?

He tenido cuatro cornadas graves, aunque quizás esas dos han tenido mayor repercusión mediática. La que más me hizo temer por mi vida fue la primera. Ocurrió en la plaza de Noya en La Coruña. Me alcanzó la femoral y tuve una fuerte hemorragia. Era una plaza modesta donde no había enfermería y me trasladaron en ambulancia a Santiago de Compostela. Fueron momentos muy delicados.


Se dice que cuando ocurren estos percances, el toro no se equivoca, es el torero.

El toreo es emoción. El toro quiere coger y el torero quiere triunfar. No hay que darle más vueltas. Soy partidario de que estando en el ruedo hay que “arrear”.


¿Cuánto tiempo duró su recuperación?

De las tres primeras me recuperé en menos de los tiempos previstos. La cornada de Albacete me tuvo 18 meses de rehabilitación, para finalmente tomar la decisión de dejar de torear. 


En un torero. ¿Que prima más? ¿La fuerza física o la fuerza mental?

Es cuestión de conceptos. Y hay que diferenciar entre torear, o ejercer la profesión de torero. Todos recordamos a Antoñete, con apenas facultades para andar y daba gusto verlo torear. O Rafael de Paula, con la agilidad de un anciano y el arte de un genio. Para otros conceptos del toreo se necesita una mayor preparación física.


¿Qué matadores de toros han sido sus referentes de ayer y hoy?

Tuve predilección por Manzanares, torero de toreros, Curro Vázquez, Teruel, Julio Robles, Damaso Gómez, Paco Ojeda, El Yiyo, El Niño de la Capea y Francisco Rivera “Paquirri”, ejemplo de poderío y raza. De los de esta época, sin duda José Tomás y José Antonio Morante de la Puebla por encima de todos.


¿Y de los matadores de Almería?

De Almería me marcaron principalmente mi tío Juanito Gimeno, por su raza y su valor y el maestro Juan Luis de la Rosa, poseedor de una tauromaquia extraordinaria, que tuvo la generosidad de compartir conmigo, desvelándome secretos del toreo de capote que yo he intentado transmitir a otros.


Eso fue en un pasado. ¿Y de los más recientes?

Ruiz Manuel ha sido el que mayores cotas ha alcanzado. Jose Gabriel Olivencia es al que mejor he visto torear en su etapa de novillero. Torres Jerez es posiblemente el mejor, por su solidez y capacidad. Pero sin duda el que más me ha hecho disfrutar ha sido Jesús Almería. Acompañarlo en estos últimos años ha sido un placer y ha dado grandes satisfacciones. Por cierto, injustamente tratados por las empresas de Almería.


En este periodo de su vida profesional como torero de plata, Gimeno Mora ha cosechado importantes triunfos en numerosas plazas españolas, especialmente en La Maestranza, Las Ventas y en otras plazas de primera categoría a las órdenes de importantes espadas. Hoy alimenta el gusanillo entrenando como si fuese un principiante con gente que sienten el toreo dando capotazos al aire o lo que se presente, en una coqueta plaza de La Cañada que ellos mismos se han encargado de rehabilitarla.


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