‘Tener la carne’, un grotesco delirio ‘almodovariano’ ambientado en Almería

Duelos, ausencias y deseo en la primera novela de Carla Nyman

Carla Nyman, la autora de \'Tener la carne\'. Foto: ©Marcos Callejo
Carla Nyman, la autora de \'Tener la carne\'. Foto: ©Marcos Callejo La Voz
Lucía Martín
16:12 • 07 may. 2024

Carla Nyman es escritora y directora escénica a sus veintisiete años. Entre su producción literaria se encuentran los poemarios 'Líquida tuya y vertebrada', 'Elegías para un avión común' con el que ganó el XXI premio Gloria Fuertes en 2020 o la obra de teatro 'Yo solo vine a ver el jardín'. Además es mallorquina, pero eligió Almería como escenario para su primera novela: 'Tener la carne' (Reservoir Books).



Lo que nació como un posible monólogo teatral se ha convertido en una novela de humor grotesco ambientada en la costa almeriense, específicamente en Garrucha. En un diálogo con el silencio de un juez que no responde a sus llamadas nuestra protagonista se dedica a justificar por qué ha matado a su novio. 



Conformando un delirio catalogado de “almodovariano”, Nyman se dedica a jugar con el lenguaje oral, los saltos temporales y la ausencia de diálogos para hablar sobre duelos, neurosis y la complicada relación entre madre e hija. Un calco del anárquico sistema de nuestros pensamientos (que uno va comprendiendo conforme avanza la lectura) guiado por una voz diferente, y sin duda interesante, que pone sobre la mesa cuestiones "incómodas" atravesadas por la mirada femenina. 



¿Cómo surge la idea tan concreta de este libro?



Literariamente me interesaba mucho las relaciones materno filiales, el vínculo casi animal entre madre e hija. Y cómo desde ahí, se puede entender cómo gestionamos ya de adultas, la ausencia del otro, que realmente tiene sus síntomas ya cuando una se desvincula del hecho materno. También surge la idea de cómo se configuran los celos y la neurosis posterior a una infidelidad, que tiene que ver con la construcción de los celos. Digamos que estos son como los ingredientes que a mí me sirvieron para poder construir ‘Tener la carne’.



Tener la carne, lo corpóreo, está constantemente mencionado en la obra como vínculo con lo emocional  ¿Cómo decidió este título?



Diría que se titula así porque las dos mujeres protagonistas que aparecen en la novela viven un encadenamiento de ausencias, de duelos. En primera instancia cuando nacemos estamos sufriendo un corte de identidad. Antes conformábamos una totalidad con nuestra madre y de pronto esa ausencia supone un episodio traumático al tener que independizarte y reconstruir tu identidad, al salir del vientre materno. El segundo duelo es el del padre, ese que desaparece y el tercer duelo es el de la pareja, que también repite los patrones de ausencia.



Hay una sensación constante por parte de las dos de que ni la biología ni el sistema de afectos que tú puedes construir con una persona son garantía de permanencia de nadie. Por eso se titula 'Tener la carne', porque ellas son mujeres agujereadas que intentan cubrir esas ausencia con la carne, que en este caso es una carne que está muerta.


¿Por qué Almería como lugar donde desarrollar la historia?

Fue Almería porque coincide con que yo estaba de vacaciones en la playa de Garrucha cuando empecé a escribir esta novela. Esas playas tienen algo como árido, no en un sentido negativo, sino despoblado. Sientes esa desprotección claramente. Yo creo que en ese sentido la protagonista intenta buscar esa protección a través de la madre en un espacio que le resulta muy hostil. No tiene a una persona que le pueda validar este discurso, ni siquiera ese juez que nunca responde. 


Entre los agradecimientos se encuentra la biblioteca de Garrucha.

Sí, agradezco a la biblioteca de Garrucha porque fue donde empecé a escribir la novela. Todas las mañanas salía a correr y después a las nueve entraba y empezaba a escribir. Entonces sí, le agradezco que me diera el espacio para que ocurriera esto, sin que ellos lo supieran.


Llama la atención la presencia de lo escatológico constantemente. ¿Es crucial que la obra esté atravesada por lo obsceno?

Sí, creo que es importante. Tengo una obsesión con los agujeros y los orificios, me interesa mucho desde un punto de vista antropológico, social y filosófico. Me interesa porque justamente los agujeros están revelando de alguna manera que somos seres que nos derramamos hacia afuera. Es decir, no somos seres monolíticos, herméticos, no existe una identidad autoconclusiva, sino que nos salimos al encuentro del otro constantemente a través de este agujero (figurado o literal). Por lo tanto, ya no existen estas categorías estructuralistas del sujeto-objeto, el yo y la alteridad, sino que todo es realmente un entramado mucho más complejo, como rizomático.  


Todos los hombres de la vida de la protagonista representan silencio: Bruno, su padre e incluso el propio juez. Madre e hija están unidas por esa traición. ¿Las mujeres cargan con otro cuerpo, con un peso muerto, con su silencio y ausencia?

Cuando una vive una ruptura, un episodio traumático o una separación esa persona deja de estar en tu vida. Hay un impacto psíquico, pero también hay un impacto físico por parte de esa ausencia. Él se convierte en una especie de fantasma, en la rémora, en el residuo de aquella persona que ya no está. Deja en ti como una especie de huella figurada, pero es que yo casi diría que es una huella física. Entonces sí, acabamos cargando con ese cadáver. Por eso este asesinato para ella supone la posibilidad de poder parar la huida de este hombre que intenta escaparse constantemente, que representa tal vez esos hombres huidizos, esas relaciones de poder que se establecen en relaciones heteronormativas. 


¿Cómo elige esta forma de abordar y enunciar el deseo femenino?

Siempre me ha interesado la cuestión del deseo femenino, desde la poesía, el teatro y ahora con la novela. El deseo en general creo que es algo medianamente aprendido, nunca es genuino sino que siempre  viene del otro, de fuera. Entonces, me interesaba descodificar ese deseo aprendido a través de la mirada femenina, desautomatizarlo. Investigar o explorar cómo se puede experimentar el deseo sin que sea inducido desde fuera. Tampoco quería que fuera en sí un deseo bueno, que asociamos a lo que es correcto, dentro de unos paradigmas o dentro de unas categorías sino explorar deseos incluso de perversidad, me parece fundamental. 


La ficción es el lugar para ello, ¿no?

Sí, porque la ficción al final es un simulacro. Yo no creo que se pueda equiparar la ficción a la vida, esta tiene otra complejidad más pero para mí la ficción tiene otras lógicas, tiene otros paradigmas y para nada se tiene por qué acercar a las categorías la moralidad. Justamente es el espacio, el simulacro, que nos permite poder reflexionar sobre la perversidad, poder construir gozosamente un personaje que sea perverso porque si no lo podemos analizar ahí ¿dónde vamos a poder explorar estas facetas?


Almería se vuelve el espacio perfecto para que 'C' mate a su novio en la ficción y para que Nyman aporte una mirada obscena y divertida al panorama literario actual. Con más de treinta "mensajes de voz" el lector se verá atrapado en la mente de una protagonista que solo buscaba un porqué, para volver a estar en paz: "Y me pienso avanzando hacia la marea, esperando a que algo que no es mamá me arrope, chapoteando y jugando en el oleaje como una niña, como veintitrés cromosomas, todavía nada más que un deseo de fecundación".


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