Había 40 grados en el jardín botánico Cactus de Níjar, pero nadie quiso faltar en el último adiós a Sophie Cuendet. La musa suiza de Cantón Checa, la artista que desafió los valores utilitarios de la cerámica nijareña, reputada escultora, implicada ecologista y, querida madre y abuela. Entre sudor y lágrimas, los asistentes pasaban frente al sencillo altar decorado con flores silvestres, donde dos fotos en blanco y negro capturaban la esencia libre y sonriente de Sophie, acompañadas por su escultura ”, una obra que reflejaba su conexión íntima con la vida y la tierra.
Sophie Cuendet falleció la semana pasada de un paro cardiaco en Suiza, había ido a visitar a sus nietas. Su partida marca el final de una vida dedicada al arte, al activismo y una forma de estar particular. Sophie y su marido llegaron en los setenta a Almería desde Suiza a lomos de un Citroen dos caballos. Primero vivieron en La Chanca y allí compartieron el pan con los gitanos que fueron generosos y cabales con aquellos forasteros. Después se trasladaron a Níjar y allí encontraron su edén, donde levantaron su cortijo piedra a piedra y donde criaron a sus tres hijos.
La cerámica de Sophie, lejos de ser simplemente utilitaria, era una expresión artística profunda, influenciada por su amor por la naturaleza y su rechazo al consumismo. En sus obras, utilizaba materiales naturales, cocía sus piezas en hornos de leña y experimentaba con esmaltes y técnicas que desafiaban las convenciones locales. Aunque al principio fue vista con escepticismo por algunos, Sophie perseveró, convirtiéndose en un referente para aquellos que, como ella, buscaban una forma de vida mántica y sostenible. Esos amigos que ayer la despedían en bermudas y chanclas. La comunidad bohemia internacional y artesana más conocida de Almería.
Sophie expuso su obra en numerosos lugares, desde el Colegio de Arquitectos de Almería hasta galerías en Suiza, Holanda y Francia. Para ella implicarse no pasa por ser artista, el artista se implica porque su sensibilidad lo conmueve. Su legado, sin embargo, va más allá de sus piezas; está presente en la relación que mantuvo con su hija, Chloé Van der Mije, con quien compartió su pasión por el arte y por la vida en sintonía con el entorno.
En el L’Atelier Níjar, el espacio que Sophie y Chloé crearon juntas, madre e hija se sumergían en la creación de obras y se contaminaban la una de la otra, también hacían una serie de exposiciones durante el año con otros artistas. Estas respondían a un tema concreto, era una forma de congregar a los solitarios creadores. El taller, con su fachada blanca encalada y su interior lleno de vida, se convirtió en un refugio para aquellos que buscaban conectarse con algo más profundo, un lugar donde las artesanas transformaban materiales simples como barro o plásticos de invernadero en obras con un significado transcendental.
Para una de las últimas exposiciones itinerantes, que hicieron después de COVID, Sophie y Chloé recogieron plásticos de las ramblas almerienses y los enviaron a diferentes artistas para que transformaran la basura. El resultado pudo verse en la Escuela de Artes y la Universidad de Almería como la representación de monstruos marinos que salían de las paredes y, estrellas que brillaban.
Sophie posó desnuda cuando todavía se vestía de luto en España y colonizó las playas vírgenes de Cabo de Gata. Sophie se puso en un torno como alfarera, cuando aquello era cosa de hombres, su marido lo construyó para ella.
Ella no fue solo una artista; fue una defensora del medio ambiente, una mujer que vivió según sus ideales y que inspiró a muchos con su forma de ser. Imprimió su espíritu indómito, ecologista y amante de esta agreste naturaleza en su obra y en quienes la rodeaban. A veces el barro se le encarnaba en los dedos y no podía deshacerse de sus obras, ¿Cómo vas a vender una parte de ti sin que te duela?
“Eso es arte. El artista expresa porque tiene que expresar, no tiene por qué agradar, puede ser feo, es algo que el artista tiene que sacar”, me dijo Sophie un día con el corazón en la mano y su mirada de ardiente hielo. Así se alejaba de la estética, el utilitario y el capitalismo, simplemente hacía arte.
Hoy, Almería pierde a una artista excepcional y a una mujer cuya vida fue un ejemplo de cómo el arte y la conciencia ecológica pueden entrelazarse para crear algo verdaderamente significativo. Aunque su presencia física ya no esté entre nosotros, el legado de Sophie Cuendet seguirá vivo en cada una de sus obras, en cada flor que crezca en su jardín, en los pájaros a los que curó el ala rota. Nos despedimos de Sophie con gratitud y admiración, sabiendo que su espíritu libre y su amor por la tierra nos rozó el alma.
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