El sol continúa brillando tórrido en el cielo y el puerto y las playas almerienses siguen siendo los paisajes más cotizados para disfrutar a remojo de una tarde libre. Sin embargo, es innegable que hay algo en el ambiente que susurra al oído del viandante que el verano se acaba.
Septiembre llama a la puerta con una lista de propósitos para el nuevo curso, como si al comenzar el mes se celebrase una nochevieja estival. Mientras hay quien se apunta al gimnasio o quien decide dedicar más tiempo al autocuidado, también los hay que, aprovechando la llegada de los coleccionables del noveno mes del año, se embarcan en la aventura de los fascículos y entregas.
La tradición de los coleccionables
Desde novelas y cómics hasta juguetes en forma de camiones y de personajes para los más pequeños, los coleccionables ya han llegado a los quioscos de la capital, listos para debutar un año más en los pocos puestecillos de prensa y revistas que quedan en sus calles.
Antonia Olivares es regente del quiosco situado al inicio de la Rambla, en la desembocadura de la calle Canónigo Molina Alonso. Lleva toda una vida en el negocio y ha visto la gran evolución que ha sufrido esta tradición desde la llegada del nuevo milenio. “Lo que ha ocurrido con los videoclubs es lo que nos está pasando a nosotros. Yo sé que cada día que abro mi quiosco es un regalo”, explica Olivares. A pesar de esta crisis del papel, afirma que los fascículos y los productos en entregas se siguen vendiendo.
Frente a los puestecillos, repartidos por toda la ciudad, se encuentra la primera parte de ‘La casa de los espíritus’, de Isabel Allende; la parte inferior de un cráneo acompañada por un cartel que reza “El cuerpo humano”; el manga de ‘Shingeki no Kyojin’, conocido en España como ‘Ataque de titanes’ o el cómic de Snoopy.
Tanto Olivares como Fina Roldán, quiosquera en el Paseo de Almería, prevén que se vendan al menos la primera y segunda entrega de todos los artículos mencionados: “Los primeros fascículos siempre tienen éxito, porque salen a mercado con precios irrisorios. Lo segundos también, porque se hace el truco de dividir un libro en dos partes, por lo que si compras el primero, también necesitas el segundo. Es en la tercera entrega cuando se suele decaer”, explica Roldán.
Este descenso de las ventas a partir de la tercera semana lo explica Mariana González, tendera en un estanco que también se sumó hace años al negocio de la prensa y las revistas: “Con el tiempo los coleccionables se vuelven muy caros y pasan de dos a diez euros o más. Al final si quieres toda la colección te gastas mucho dinero, por eso la gente no compra”.
A pesar de la tendencia, hay rara avis que entran de lleno en la fiebre del coleccionismo: “Yo el año pasado tuve tres clientes que compraron los 80 libros de una editorial, semana tras semana”, explica Antonia, para después añadir que también están aquellos que compran de forma esporádica algunos números, “sin necesidad de seguir un orden”.
Vivencias a raíz de los coleccionables
Olivares busca vender sus productos, pero no a cualquier precio. Señala que hay días que un cliente le pide que le guarde un artículo para recogerlo próximamente: “Muchas veces ese señor no vuelve y yo tengo que intentar devolverlo. En ocasiones me lo aceptan, pero no siempre”. Otras veces el problema llega a las semanas de su compra: “Sobre todo ocurre con los barcos o coches montables. Hay personas que no tienen tiempo para ir construyendo la pieza y se dan cuenta tarde de que está rota. Yo ya no puedo cambiárselas”.
Resiliencia
Llama la atención la resistencia de artículos como el del esqueleto con sus respectivos órganos, un coleccionable que resiste por segunda década consecutiva en el escaparate de los quioscos almerienses. Aunque Olivares duda que este año se vuelva a vender, también reconoce la originalidad de sus creadores: “Han introducido la novedad de que se escuchen todos los órganos y huesos. No sé cómo sonará un esqueleto, pero es una forma de intentar resistir”, cuenta.
Como todos los negocios, los quioscos también tienen unas épocas más lucrativas que otras. Aunque Fina asegura que, dados los tiempos que corren, este verano no ha sido tan desastroso como otros, “es a la vuelta de vacaciones cuando los clientes habituales regresan a la ciudad y vuelven a comprar”.
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