Si bien se suele relacionar al ser humano con la crisis climática, las catástrofes humanitarias, las guerras o la pobreza, una conversación con Eduardo Strauch tiene la capacidad de sacar a la luz el lado más fascinante y optimista de nuestra especie. Sobre la asombrosa mente humana, la férrea resistencia del cuerpo y los aprendizajes que le brindó la tragedia de los Andes de 1972 ha hablado Strauch con Alfredo Casas en Hoy por hoy Almería; una entrevista que funciona como preludio de la conferencia que va a tener lugar este lunes a las 19.30 horas en el Auditorio Maestro Padilla.
Llamadlo 'odisea'
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, también conocido como 'la tragedia de los Andes', ha sido objeto de múltiples adaptaciones cinematográficas y literarias. La última y más popular es La sociedad de la nieve, un largometraje dirigido por Juan Antonio Bayona que ha dado la vuelta al mundo.
Eduardo Strauch es uno de los tres primos claves para la supervivencia del grupo. Junto a 'Fito' y Daniel Strauch, asumió la ardua labor no solo de alentar a sus compañeros a consumir la carne de los fallecidos para evitar seguir los pasos de estos últimos, sino también de cortar los trozos que, sin embargo, no todos pudieron llevarse a la boca.
Por este y otros actos de resistencia, Eduardo reconoce sentirse "molesto" cuando alguien califica su supervivencia como un "milagro": "Muchos de nosotros nos sentimos ofendidos cuando salimos de allá, después de luchar tenazmente con nuestros cuerpos y nuestras mentes, con nuestros oficios y emociones, con todo. No fue un milagro, el milagro somos los seres humanos. Yo creo que la mejor palabra para definir lo que vivimos es odisea", afirma con rotundidad.
El vaso medio lleno
Con un libro a sus espaldas (titulado Desde el silencio) y la experiencia de un sinfín de entrevistas y conferencias, el arquitecto uruguayo aún se sigue emocionando al ver cómo los auditorios completan su aforo allá donde va: "Es impresionante cómo ha tocado al público. Hay gente de todas las edades y de todos los lados. Nunca había oído en mi vida -y tengo 77 años- que tanta gente haya visto una sola película tantas veces en tan poco tiempo. En las conferencias veo a chicos de diez, once o doce años fascinados y emocionados con la historia y sin mirar sus móviles durante una hora y media o más", admite con asombro.
Strauch ha volado a España para protagonizar una gira por Andalucía y Extremadura. El objetivo de esta es transmitir a la gente que "no se deben ahogar en un vaso de agua", sino que siempre hay que verlo "medio lleno". Asegura que él ha aprendido mucho de su experiencia y que lo sigue haciendo hoy en día. "Yo me emociono y me siento muy gratificado por lo que se logra al transmitir lo que vivimos. Estamos en contacto con personas al borde del suicidio, con adicciones o con profundas depresiones que han conseguido salir del pozo gracias a nuestra historia", argumenta.
Una mente robusta
El uruguayo es la personificación de esa fortaleza que les permitió seguir respirando. Es un hombre que asegura no tener secuelas psicológicas ni físicas de aquellas 72 noches en las montañas y que apenas esperó dos meses tras el accidente para volver a subirse a un avión: "Tardé mucho menos en volar de lo que dicta la lógica. Es verdad que los primeros dos vuelos que hice me aterrorizaron, sufrí como un cochino, pero utilicé todos mis argumentos y la capacidad que había descubierto que teníamos los seres humanos para afrontar el miedo", confirma tranquilo. Décadas después, ha volado miles de millas por todo el globo terráqueo y no siente pánico alguno: "A mí siempre me gustaron los aviones", añade.
Las sensaciones de aquel desastroso vuelo las revive a menudo de innumerables formas; no solo revisitando las películas de Bayona hasta siete veces, sino también regresando al lugar donde acaecieron los hechos: "He ido ya 20 veces y voy a volver dos más, porque hay tanta gente que quiere subir conmigo... Hasta los americanos y los sajones, que son menos expresivos, terminan por abrazarme con lágrimas en los ojos", recuerda.
A pesar de todo lo dicho, no hay mejor forma de rememorar que reunirse con el resto de supervivientes. "No hay ni una sola vez que nos hayamos reunido los 16 que no hayamos hablado de la cordillera. Es una cosa que evidentemente tenemos grabada a fuego. Muchas veces hasta nos peleamos por estupideces como los detalles y sobre cómo fueron las cosas", se ríe.
El suyo fue un episodio que transformó su percepción de la existencia. Fue una nueva oportunidad de vivir y de ayudar a vivir a aquellos que lo rodean. Si bien hubo momentos en los que quiso tirar la toalla, tanto él como los 15 restantes sabían "lo peligroso que era caer en una depresión". Esa vitalidad al borde de la muerte fue lo que los salvó y así lo va a contar en el Maestro Padilla de Almería.
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