Marco Potyonkin, nació en Sabiñánigo, pueblo de Valle del Tena, en Huesca. Es licenciado en Historia Contemporánea y estudio cine Madrid. ha presentado en la XV edición del ciclo de Ciney Derechos Humanos de Amnistía Internacional su último documental: 'Flores bajo el hielo', estrenada este verano.
¿Cómo llega usted al mundo del cine, de los documentales?
Cuando acabo la carrera en la Universidad de Zaragoza, me declaro insumiso a hacer el servicio militar, soy juzgado y condenado a dos años, cuatro meses y un día. Era el único insumiso en la cárcel de Huesca, donde pasé 14 meses. Al salir, se produce un cambio en el Código Penal, que me inhabilita durante diez años a trabajar en la administración. Decido ir a Madrid a la Escuela de Cine, para convertirme en director.
Estando en la cárcel, durante el periodo del tercer grado, iba al Archivo Histórico provincial de Huesca, y veía los expedientes de depuración de los maestros en Huesca. Allí se explicaba cómo, con los testimonios del teniente de la Guardia Civil, el jefe local de Falange, el cura y un terrateniente de esa población, se podía matar a alguien diciendo que tenía ideas ateas; iba mucho a la Casa del Pueblo; o se le había visto vitorear a la República. Esa en la principal razón por la que todos mis documentales tienen siempre un trasfondo histórico y social. Los protagonistas son gente invisible, desheredada de la tierra, sin voz. Y esa es un poco mi lucha. He hecho trabajos sobre gente sin hogar; personas que han muerto en la calle; he reconstruido su historia. Me he ido a Melilla a contar historias de la valla.
Hice un documental sobre la expulsión de los inmigrantes que dormían debajo de un puente ante la llegada del Papa Ratzinger. Otro sobre las colectividades libertarias durante la guerra, donde la gente trabajaba en común y se repartía todo. Hablo de memoria, de violaciones terribles de Derechos Humanos. Pero, sobre todo, busco a las mujeres como protagonistas porque, a pesar de ser la mitad de la población, es un colectivo que se ha dejado siempre al margen de la historia.
Diez años ha tardado en hacer su último documental: “Flores bajo el hielo”. Un película sonora ilustrada, compuesta por dibujos, sobre mujeres que sufrieron la represión durante la Guerra Civil y el Franquismo.
Me gusta mucho la novela gráfica y el cine. La vida se compone de azares, y en los últimos años hice amistad con profesores de Bellas Artes de la universidad Miguel Hernández de Elche, cerca de Altea, donde estaba residiendo. Pensé en hacer un trabajo experimental y artesanal, que recordara un poco al cine mudo, con dibujos con un trazo realista, donde predominara la figura humana. Yo he diseñado la película, he hecho del estudio histórico, la ropa de los personajes, pero no sé dibujar. Es una película muy del siglo 21. Sin contar las voces, trabajan 50 personas. 30 ilustradores, técnicos y traductores. Además, pasamos un año en un estudio de sonido. Recreando la realidad del momento, intentando reconstruir sonoramente esa realidad. Cerca de 500 personas han puesto voces de fondo y hemos grabado cantidad de sonidos que simulen cada momento. Y creo que el montaje le da mucho dinamismo a la película. Durante la realización del trabajo llegó la pandemia. Más de la mitad del equipo no nos conocemos en persona. Hemos trabajado con gente de Alicante, Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, y Portugal.
La memoria histórica o democrática ¿Es una asignatura pendiente en España? ¿Cuál ha sido la razón para hacer esta película?
En mi enseñanza obligatoria nunca tuve ni una sola hora de lección en el aula sobre memoria histórica, ni siquiera del siglo 20. Nunca llegábamos, siempre nos quedábamos en el siglo 19. Mi hija tiene 15 años, y por desgracia me dice: “Papá, otra vez Cristóbal Colón; la reconquista”. Tampoco ha tenido historia sobre la República; la Guerra Civil; la dictadura. Eso es terrible para la población. Décadas y décadas de democracia, y la gente joven, las nuevas generaciones, no reciben esa historia del siglo 20.
El conocimiento de nuestro pasado nos construye como personas y nos ayuda también a ser ciudadanos críticos. Parte de lo que está pasando ahora, que yo lo llamo fascismo, en el que mucha gente joven se acerca a ideas extremistas, viene del desconocimiento de nuestro pasado. Alguien dijo una vez que, cuando la historia tiene las heridas abiertas, es porque no se han podido solucionar aún los hechos del pasado. El historiador Santos Juliá dijo que el pasado hay que aceptarlo cómo es, y un país que no acepta el pasado, no puede avanzar.
Lo defensores de la memoria piden verdad, justicia y reparación. La verdad es conocer los hechos y aceptarlos para que pueda haber justicia. Si no hay verdad no puede haber justicia y por tanto no puede haber reparación. Si no hay justicia, todo lo que pasó les sale gratis a
los verdugos, y por tanto, no hay garantías de no repetición. Ahora mismo, en Europa democrática, hay países con un tercio de su población que vota al fascismo, que es el mayor cáncer de una sociedad. Cuando los privilegiados del capital ven que los que no son privilegiados se unen y están empezando a ganar derechos, ponen en marcha su experiencia más radical y violenta, que es el fascismo. El fascismo es el brazo armado del capital.
Esta película, estrenada en julio de este año, ha obtenido premios en festivales sobre derechos humanos de México y Colombia.
Llevábamos mucho tiempo buscando distribuidora en España, y nos decían que no sabían qué hacer con ella, que era una película muy dura, que hablaba de cosas muy tremendas, y no se veían con posibilidad de moverla. Entonces nos fuimos fuera. En México se estrenó en Tijuana, en Baja California, y obtuvo tres nominaciones. En Colombia participamos en uno de los mayores festivales de Derechos Humanos de Latinoamérica, el FICDEH. Ahora volvemos a Colombia y, en diciembre iremos a Chile. Es tremendo que no tengamos problemas en que nos seleccionen la película fuera y aquí no. Estoy muy contento con la aparición que tuvimos en el ciclo de cine de Amnistía Internacional en Almería. Estamos haciendo una distribución artesana.
No hay nadie que haya visto la película que nos haya dicho que no les gusta, que no la proyectan. De aquí a marzo, casi todos los fines de semana tenemos proyección en ciudades del país: en asociaciones memorialistas; en filmotecas; en universidades; en asociaciones culturales. No es una película que deje indiferente a nadie. Teníamos esa deuda con las víctimas En esos años tan duros, que te jugabas la vida por defender la democracia, las víctimas merecen que se reconozca su trabajo. Nosotros hablamos de torturas que llegan más allá de 1970. Pocas veces se han visto imágenes en este país de esas torturas.
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