“¿Cómo es aquello?”, Javier Campos entrecierra los ojos. “Aquello es el paraíso”, responde. “Y no te digo ya para un alpinista, a quien gusten los paisajes de montaña, la antropología, la cultura, conocer las religiones... es el paraíso. Además, ir a Nepal en general es un viaje al pasado, pero recorrer en invierno esas zonas desconocidas a las que no ha llegado el progreso, es un viaje a la Edad Media”.
Javier es zapillero de 1968, pero a estas alturas de la vida ya se siente de todas partes. Y literalmente, porque ha viajado el mundo desde sus capitales hasta los sitios más recónditos, desde Moscú hasta el Polo Norte, desde África hasta Laponia. Muchas veces ha ido como cámara en expediciones de canales españoles, alemanes, suizos, italianos. Otras, como esta vez, por su cuenta y riesgo.
Durante estas más de dos décadas le ha pasado casi de todo. “Me pilló en Moscú el golpe de estado contra Gorbachov”, recuerda, a vuelapluma. “En Nairobi tuvimos que subirnos al avión mientras nos tiroteaban, otra vez vas a un país y te encuentras un terremoto, unas inundaciones... En Ecuador un volcán entró en erupción, en Toronto una vez había gripe aviar y no nos dejaban salir... Me paso el tiempo viajando, normalmente son cinco o seis expediciones al año, y eso implica que te ocurran cosas. Aparte de que a mí lo de la Ley de Murphy se me cumple...”, sonríe.
La aventura más pura
Ha subido ochomiles y montañas, ha navegado en los Everglades infestados de cocodrilos. Tiene hechos más de cien documentales, muchos de ellos en Canal Sur, sus imágenes se han emitido en la CNN. Pero este viaje a lo más recóndito de Nepal lo ha marcado. “Es la mejor historia que he hecho”, afirma. “Ya había estado allí un montón de veces. Himalaya, Karakorum, Pamir... porque en realidad son un montón de cordilleras diferentes. Pero la alta ruta del Himalaya es especial”.
“Una empresa de cooperación holandesa ha difundido la conexión de los senderos tradicionales que cruzan todo el Himalaya de Nepal, para promover la economía de las pequeñas aldeas y que haya un poco más de turismo, que se centra en el Everest y en los Anapurnas”, relata. “Allí cada día de temporada hay miles de personas. Y, sin embargo, en Dolpo, en Dhorpatan, en las regiones que no son de trekking, no hay nadie. En este viaje me he pasado semanas sin encontrar un solo occidental”.
“Me fui a recorrer todo el país, las zonas de trekking y las que no. Nepal completo, de punta a punta, 1.800 y pico kilómetros... Y no llevé ni GPS, ni brújula, nada, era vivir la aventura en el sentido más puro posible. Solo, sin sherpa ni abastecimiento, sin depósitos intermedios. Una mochila, mapas, y lo que fuera capaz de encontrar por los pueblos para comer”.
La ruta comenzó en Chainpur y concluyó en Ghunsa. Casi 85 días caminando solo por algunos de los parajes más inhóspitos del mundo en pleno invierno. Además, buena parte del camino con una costilla fisurada, un resfriado que no se curaba del todo, y unos mapas que pronto se revelaron insuficientes.
La epopeya está contada al detalle en su blog, www.tierrasdeaventura.net. Es una prosa sincera, a pie de camino, que describe sus esfuerzos y dificultades, pero no se regodea en ellas. ‘Infierno en Gosaindkund’, se titula la entrada del 16 de febrero, y ‘La lucha contra el Dios Ganesh’, la del 11 del mismo mes. “Un condenado y bellísimo mes me ha costado llegar hasta la cabecera del Kali
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