Aún tiene reciente el estreno de su último cortometraje, ‘Jacobo’ -el pasado viernes en Laujar de Andarax-, y las buenas vibraciones de esa proyección, así como del rodaje, se perciben en esta conversación. “Fue un estreno pequeñito, con unas sesenta personas, pero muy entrañable: un reencuentro con la gente que trabajó con nosotros”, cuenta David del Águila (Almería, 1973), quien eligió esta localidad para el primer pase público, pese a haberlo filmado íntegramente en Fondón, por cómo los laujareños se volcaron en el proyecto, con el que ha regresado a la dirección tres años después de ‘Enemigos’. Y como entonces, aunque con un estilo radicalmente distinto, vuelve a transitar por la guerra y sus márgenes. “Jacobo es un hombre desubicado, en una guerra en la que no tiene nada que ver y en una situación en la que tiene que fusilar a otras personas. Dentro de ese conflicto él vive una guerra particular entre sus principios y lo que le dicen que tiene que hacer”. Y aunque muchos puedan pensar que habla de la Guerra Civil, las trincheras por las que se mueve ‘Jacobo’ no tienen nombre. “Hablamos de identificar en el vestuario con algún símbolo a los que fusilan y a los que son fusilados pero quise huir de eso. Ya se ha hablado mucho del tema político de aquella guerra y me apetecía hablar más de situaciones que se dieron entonces”. Situaciones como las que vivieron Pepe Rull y Anselmo, los protagonistas de ‘El ingenio’, su última apuesta como productor desde 29 Letras, que narraba los daños colaterales de aquella contienda. “Los daños personales”, matiza Del Águila, “cómo las relaciones de amistad pudieron ser truncadas o rotas por el miedo, la cobardía o la supervivencia”.
Aquel corto, ‘El ingenio’, dirigido por Rosario F. Yubero, se presentaba como uno de los favoritos de la última edición de ‘Almería en Corto’ y sin embargo, a excepción del reconocimiento al trabajo de uno de sus actores, Antonio Hortelano, se fue de vacío en las grandes casillas del palmarés. ¿Decepción al jugar en casa? “Es cierto que nos quedamos algo fríos, porque hicimos una producción que difícilmente se volverá a ver en Almería en muchos años, pero quienes fueron premiados hicieron un trabajo espléndido”. Y asegura que esa ‘rivalidad’ es lo que peor lleva del certamen. “Estás compitiendo con gente que son colegas y amigos. Te alegras de que gane alguien que conoces pero te duele cuando no eres tú. Esa contradicción, esa mezcla de alegría y tristeza, es durilla”.
Otras veces, la película ha sido bien distinta en el festival almeriense. Como en 2004, cuando ‘La llamada’, su primer cortometraje en 35 mm., ganó el premio del público y convirtió la platea del Cervantes en un mar de lágrimas. “Me da mucha rabia cuando me dicen que no he vuelto a hacer nada como aquello, y es cierto”, confiesa sin ocultar una sonrisa. “Era muy emotivo, conectaba muy bien con la gente y había un gran trabajo de interpretación. Es mi reto, volver a hacer algo que llegue tanto, pero es muy complicado”. Con su siguiente trabajo, ‘Desconocidos’ (2006), cambió el tono y viajó aún más lejos aunque por otras carreteras. “Era todo lo contrario, muy frío, sin diálogos, pero con una idea universal: la incomunicación entre familias. Es el corto del que me siento más orgulloso”. Ahora, con ‘Jacobo’, ha vuelto a ex
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