El único requisito que pone Kike Parra (Almería, 1985) para irse de tapas con LA VOZ es buscar un sitio al aire libre para poder dejar la bicicleta, su medio de transporte por la ciudad. Así que aunque noviembre empieza a mostrar sus credenciales, las tapas de la Taberna Torreluz prometen ser un buen abrigo. Además, en la Plaza Flores John Lennon toca la guitarra, ahora por fin en paz: qué mejor lugar para charlar con un cantautor. “A Lennon hay que conocerle y respetarle pero no me considero un ‘beatlemano’. Eso sí, ‘Sgt. Pepper’s’ es un disco de cabecera”, afirma antes de explicar que tiene una canción, aún inacabada, sobre el acoso y derribo que sufrió la estatua. “Es indignante que haya gente que por desinterés, desconocimiento o falta de educación actúe así. Me inspiró un tema de Pedro Guerra, ‘Las gafas de Lennon’, y es como si la estatua tuviera vida y contara en primera persona lo que le hicieron. A ver si la termino algún día”.
Parra comenzó a componer con catorce años cuando, tras mucho insistir, sus padres le regalaron una guitarra eléctrica. “A mi padre le encanta el flamenco [es el tesorero de la peña El Ciego de la Playa] y él quería que recibiera clases. Es un género que me encanta pero lo respeto tanto que no me atrevo”.
Con la mayoría de edad llegaron las primeras notas en el circuito de la canción de autor local, de la mano de su amigo César Maldonado. Era el tiempo del taller de cantautores de El Zaguán, que le permitió conocer a Antonio Álvarez, Sensi Falán o Chochi Duré. “Son maestros: me llevan muchos años de ventaja, tienen una cultura musical más amplia y han podido escuchar y leer más que yo”. La época, también, del certamen Tam Tam de Canción de Autor de Diputación. Fue el artista más joven en ganarlo, en 2004, lo que le permitió actuar en el Teatro Apolo, donde sueña con volver. “Es un talismán, un lugar al que tengo mucho cariño. Antes tenía una canción donde me quejaba de lo mal que estaba pero ahora me alegro de ver la vida que tiene”, asegura.
No es de esos tipos que elevan la voz para mostrar sus ideas, que hoy se deslizan con una sonrisa abierta entre la espuma de la cerveza, entre el viento que se ha autoinvitado a la conversación. Su sitio natural para expresarse, eso sí, es el escenario, guitarra en mano. “Uno elige sus canales de comunicación: el bar, Twitter o la música. A los cantautores nos han colgado el sambenito de superhéroes, de salvadores del mundo. Afortunadamente, hubo gente en la época franquista o en la Transición que hablaba de lo que tenía que hablar, sin tapujos ni trabas artísticas ni creativas, pero el modelo de cantautor ha evolucionado. Reivindico la libertad creativa para hacer lo que apetezca o no hacer algo sólo porque toque”. Y recuerda la polémica que surgió cuando Russian Red se confesó más afín a la derecha. “Le llovieron críticas desde los sectores más talibanes por contestar a una pregunta de forma libre y sin prejuicios, mientras que los medios afines aprovecharon el filón. En cambio, otros artistas se sienten por definición llamados a ‘guiar al pueblo’, y especialmente a la izquierda, por tocar un determinado estilo musical. No me parece honesto. Ni Dylan quiso, aún siéndolo, ser la voz de nada: sólo hacía canciones, grandes canciones. Y detestaba que le tomaran por héroe, sobre todo la prensa”.
Pero que nadie piense que Kike Parra, que se siente más próximo a lo que hacen colegas como Quique González o Carlos Chaouen --a quien teloneó en abril en la Sala Madchester--, elude el cuerpo a cuerpo. “Si me encasillasen y etiquetasen con una ideología concreta, creo que habría fracasado como creador. Pero soy muy protestón”. Lo hace, por ejemplo, en ‘Vengo’, piropo para Almería de cal y arena: Vengo de una tierra seca que baña su piel a la orilla del Mediterráneo, mares de sal donde mueren rifeños buscando su sueño con gran desengaño. (...) Tengo un rincón en el mapa que esconde bellezas que algunos no quieren mirar, que es el espejo del mar en que sus habitantes nunca se quieren reflejar, canta. “Es uno de mis temas más cañeros. Habla de lo ‘caínes’ que somos con nosotros mismos, de que no sabemos valorar lo nuestro. Llevamos tantos años acomplejados que no nos creemos la ciudad que somos y podríamos llegar a ser. Ahora pienso que, por fin, Almería está despertando”.
Los tiempos están cambiando, decía Dylan, y Kike Parra lo suscribe optimista cuando piensa en su ciudad. Y, aunque no lo crean, Lennon asiente antes de volver a dormir para siempre en su campo de fresas.
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