Algunas canciones tienen la cualidad de parecer creadas para el que las escucha, cuando no, para quien las interpreta. Aunque sólo sea una estrofa, algunos versos.
Salteños llenó Clasijazz de aficionados, incondicionales casi todos. Un público al que cualquier ignorante llamaría “nostálgico”, antes de conocer de cerca a sus artífices, a Los Salteños.
Es verdad que son ya muchos años, muchas canciones, muchos amigos. Pero en nada de eso cabe la nostalgia, porque la música es para estos almerienses una especie de combustible vital que siempre les impulsa hacia adelante: “hoy como ayer, siempre llegar”. Cantando su exquisita versión de Zamba para no morir que inmortalizó Mercedes Sosa, Los Salteños hablaron de eso. De llegar y de no morir.
Con todo, eso son sólo palabras, por muy bellas y profundas que resulten. Lo que impresiona a pie de escenario, oyendo estas canciones, es esta historia tan rica de canciones, de perfeccionamiento, de estudio compartido. Esa especie de fusión entre el talento musical y la capacidad para construir un sólido espacio de amistad que permite ese “llegar siempre” a donde sea preciso y no morir en el intento.
Los Salteños nacieron con ese nombre a principios los ochenta, después de la época dorada de la música revolucionaria que movilizó a los concienciados de toda una generación. Llegaron en medio de ese barullo de manipulaciones políticas y de señas de identidad apresuradamente estrenadas.
Lo que pasa es que ellos, que se llamaron Quiaqueños antes de rebautizarse, tenían como referencia viejas cintas de cassette de Los Chalchaleros y de Los Fronterizos y habían percibido la musicalidad y la delicadeza que podían contener esas formas musicales. Unas formas que no eran sólo folclore ni que tenían exclusivamente una denominación de origen inamovible. Eran más bien un espacio casi inagotable para descubrir matices, para encontrar la esencia de las melodías y de los ritmos, muchos de ellos claramente engarzados en la tradición musical española, adaptados después a las culturas amerindias.
Durante el descanso de su actuación en Clasijazz, Los Salteños recuerdan la de veces que les preguntaron el por qué de su especialización en música hispanoamericana o la presunción de su orientación política, como si no hubiera razones de peseo para que unos españoles profundicen en una música que nació en España y que habló siempre de inquietudes humanas antes de que naciera Ernesto Che Guevara. Los Salteños hablan de música y de amistad y subrayan que sus canciones pertenecen, casi en su totalidad, a un repertorio influido por el legado español en América. Desde detrás de la partitura, al otro lado de la quena o del cuatro, ellos saben que todo ese caudal de músicas pertenece a quienes quieran hacerlo suyo, especialmente a través del territorio común que es la lengua y la palabra convertida en música.
Joropo, candombe, cuaca, zamba, chilena, chacarera, carnavalito...El repertorio puede cambiar, puede crecer, pero es siempre salteño. Quizás por eso, después de más de treinta años de música y actuaciones algunos ensayos no precisan de los instrumentos. Basta la reunión de amigos y unos tragos de ron para compartir.
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