“Mucho se ha especulado sobre el origen del aprendizaje de Antonio de Torres”, dice Pablo de la Cruz Concejal. “Incluso se llegó a conjeturar sobre su formación autodidacta como guitarrero. Pero este documento, sumado al artículo aparecido en la Crónica Meridional de Almería en 1884, en el que reconoce haber estudiado la guitarra en Madrid con Dionisio Aguado, van conformando poco a poco un retrato de la estrecha relación de Torres con la escuela de constructores de Madrid”.
En sus manos sostiene un magnífico libro, editado por la casa Ramírez con motivo del 125 aniversario de esta gran saga de guitarreros, y repasa con la vista, en una hoja abierta, el facsímil de una carta manuscrita. “Es una carta que envía Tárrega al, digamos, máximo responsable de la escuela de Madrid en la época, José Ramírez I, el 10 de octubre de 1902”, añade. “Y que ha tenido la familia guardada durante mucho tiempo”.
“El amigo Sr. Torres...”
Pablo de la Cruz Concejal es guitarrista, director artístico del Festival Internacional de Guitarra Andrés Segovia e investigador de la historia de este instrumento, y ha venido a Almería para visitar a su amigo el luthier Joaquín Pierre, y ver la reproducción que ha construido de una guitarra de Laprevotte de en torno a 1820.
También ha traido un delicado instrumento que está estudiando, una Benito Campos de 1840, y ambos se han sumergido en la observación de los detalles y las proporciones de cada instrumento, en la comparación de fechas y teorías. Y como están en Almería, inevitablemente ha surgido el nombre del luthier Antonio de Torres, del mito, la realidad y el contexto de un artista almeriense que hoy es considerado el padre de la guitarra moderna, pero que necesita emerger de su leyenda para alcanzar su verdadera dimensión.
“Esta carta de 1902 me asalta la atención poderosamente”, dice Concejal. “Al principio no es más que una nota en la que Tárrega dice que sabe del interés de los grandes aficionados de la escuela de Madrid en llevarlo a esta ciudad para que muestre su arte y sus trabajos. Pero lo más importante del texto es la persona que hace de intermediario entre ambos”.
Concejal se inclina sobre el libro. “Porque dice: “Por conducto del amigo Sr. Torres conozco el noble propósito de Vds de traerme a Madrid para ser oido por ese gran número de aficionados distinguidos...”. Hay algo reseñable aquí”, el investigador se detiene. “Y es que Torres muere en 1892, pero, aún así, ¡diez años después! es el nombre que Francisco Tárrega, nada menos, usa para establecer una comunicación con Ramírez”.
Elementos que se suman
La carta continúa y en ella Tárrega dice que recuerda a Ramírez, el tiempo que había pasado en Madrid, y que nunca “se borrarán de mi corazón (...) mis primeros alientos artísticos que allí nacieron”. Luego habla de un viaje a Italia, y el libro recoge otra carta posterior, de enero de 1903, que deja intuir una respuesta de José Ramírez I y, en general, una correspondencia más amplia.
Concejal explica que seguirá estudiando las cartas, pues de ellas derivan otros temas de investigación, pero que lo primero que le ha saltado a la vista es la prueba de un nexo entre los tres hombres, los luthiers Antonio de Torres y José Ramírez, y el guitarrista Francisco Tárrega, alumno del también almeriense Julián Arcas, de quien ‘heredó’ la afición de tocar con instrumentos de Torres, y uno de los primeros grandes concertistas de este instrumento.
“Digamos que puede ser una prueba más de que la personalidad de Torres estaba muy ligada a la escuela de Madrid”, explica. “Como te decía, se van sumando elementos que arrojan luz sobre esto. Por ejemplo, además están las marcas del trípode creado por Aguado, que es quien realmente comienza a concebir los sistemas armónicos de este instrumento, en una guitarra de Torres de 1854. Poco a poco, todo va encajando...”.
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