Eduardo Crespo “Fue sobrecogedor ver cómo sacaban un cuerpo de una fosa tras 63 años”

Marta Rodríguez
17:43 • 15 abr. 2013

El pasado otoño se cerró un ciclo en la vida cultural almeriense. La Asociación Rocamar, uno de los colectivos para la recuperación de la memoria histórica más activos y con mayor poder de convocatoria de la provincia, organizó su último encuentro en el que estrenó su último documental y celebró sus últimas conferencias. Cinco meses después, con la serenidad que sólo da el paso del tiempo y la conmemoración del 82 aniversario de la Segunda República Española sobre la mesa, Eduardo Crespo (Roquetas, 1974) se deja entrevistar.


Lo importante es poder hablar. De ahí que la cafetería elegida sea la más cercana y que la cuenta de los tres cafés -dos con leche, uno en vaso de caña, y un descafeinado de sobre- que no alcanzo a recordar quién pagó acaso se haya perdido en algún bolsillo de alguna chaqueta de entretiempo, la propia de una mañana luminosa del mes de abril.


Con esas difusas coordenadas espacio-temporales, este todavía joven agricultor enamorado de la historia española del siglo XX evoca los inicios de Rocamar. Una aventura en la que ha contado con una compañera de viaje excepcional, la veterana socialista almeriense Martirio Tesoro. “El proyecto surgió de un grupo de amigos que compartíamos inquietudes y nos propusimos dar a conocer a la ciudadanía hechos que si habían sido investigados nunca se habían expuesto fuera del ámbito de la universidad”, recuerda.




El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Almería y exalcalde de la ciudad, Fernando Martínez, y su grupo de investigación Sur-Clio, la productora 29 Letras, con David del Águila y Alberto Gómez Uriol, y personas como Gemma Pradal, familiar del exiliado político Gabriel Pradal, pronto se convirtieron en grandes aliados de la asociación.


Entre 2004 y 2012, Rocamar realizó y presentó a la sociedad cinco documentales en los que investigaba a fondo cuestiones referentes a la Guerra Civil Española y la posguerra, centradas siempre en la provincia, como el exilio a Francia, los Tribunales de Responsabilidades Políticas y el caso de ‘El parte inglés’. “Momentos especiales ha habido muchos, sobre todo escuchar los testimonios. Aunque hay algo que para nosotros fue lo más emotivo, abrir la fosa en Sierro”, reflexiona entre tímidos sorbos al café y con la mirada vidriosa.




Lo ocurrido en Sierro merece mención aparte. El colectivo almeriense encabezó el proceso de exhumación de los maquis Indalecio Fuentes y Rafael Jiménez, asesinados a tiros en mayo de 1947 y enterrados en el camposanto de esta localidad. Se trata de la única acción de este tipo que se ha llevado a cabo hasta la fecha en la provincia. “Fue sobrecogedor ver cómo levantan un cuerpo de una fosa después de 63 años, con su hijo de 82 llorando como un niño y contando cómo abatieron a su padre en el monte”, rememora emocionado.


¿Por qué retirarse a un segundo plano?




¿Y después de tantos logros, por qué retirarse a un segundo plano? “Hay varios motivos. Nuestra situación personal es diferente, aunque la crisis ha hecho mella y el cambio político también. El Gobierno actual tiene un problema ideológico. Hay que entenderlo también, en todos los bandos de la guerra hubo muertos y los muertos muertos son”, analiza.


A apenas un trago de apurar el ‘Café con...’, el presidente de esta asociación para la memoria histórica -que ahora se dedica a mostrar sus trabajos audiovisuales allí donde la requieren- considera que para seguir construyendo un país libre y crear una cultura de paz permanente hay que hablar de la guerra y la posguerra, independientemente de quien gobierne. “Los jóvenes nunca podremos agradecer lo suficiente a aquellos hombres que sacrificaron su vida por que tuviésemos un país libre”.


Por eso Rocamar se implica en convocatorias como la que este domingo a mediodía se produjo junto al máximo icono democrático de Almería, la estatua de Nicolás Salmerón de Puerta de Purchena. Para que nadie olvide aquel 14 de abril de 1931 en que se proclamó la Segunda República. “Sin entrar a valorar las reformas políticas, el voto de la mujer, la escolarización de casi el cien por cien de los niños y la llegada de la cultura a los pueblos demuestran que España era uno de los países más punteros de Europa”, concluye con nostalgia.



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