Cuatro décadas sobre los escenarios de todo el mundo condensadas en un espectáculo de dos horas. Esa es la propuesta de Juan Tamariz (Madrid, 1942) en ‘Magia potagia’, que este sábado llega al Auditorio Maestro Padilla de Almería (21 horas, entradas a 25 y 29 euros).
¿Qué ofrece en ‘Magia potagia’?
Es una selección de mis trucos más interesantes, muchos clásicos y otros modernos. Hay mucho de esa magia que busca la emoción del misterio y también mucha alegría: tratamos de que los espectadores se diviertan, se rían y se asombren.
Cuarenta años en la magia. ¿Cuánto le queda por aprender?
Todo. En el arte nunca se aprende, siempre intentas adaptarte a tu forma de ser y a lo que el público siente en ese momento para que haya un momento increíble, una vivencia, una emoción nueva cada día.
Además del humor, le caracteriza cómo maneja la psicología. ¿Es su mejor as en la manga?
En parte sí, porque la magia que hago no es la de las grandes ilusiones, que tiene otras características y otras dificultades clarísimas. Trato de jugar --y esto es muy importante, jugar-- con el espectador, con su mente, su atención, su memoria y su percepción de la realidad para que en todo momento sienta la emoción del asombro.
El mundo del ilusionismo siempre ha sido muy hermético. ¿Internet juega en su contra?
Al contrario, da gusto porque hay más y más gente que se interesa, que se aficiona, que puede hacer participar a amigos suyos de la alegría y el misterio de la magia. Es muy positivo.
Acaba de recibir el premio Masters Fellowship de la Academia de las Artes Mágicas de Hollywood... ¿Es una distinción especial?
Me ha hecho mucha ilusión porque te lo dan los magos de todo el mundo, y eso significa en realidad que te quieren. Los magos somos una inmensa familia, y tener ese reconocimiento de tus ‘hermanos’ da gusto.
Alfred Hitchcock buscaba el crimen perfecto. ¿Existe el truco perfecto?
No sé mucho de crímenes pero sé un poquito de magia (risas). Como en todo arte nunca hay nada perfecto pero sí cosas que se acercan, que están lo suficientemente redondas. Esto es un proceso alquímico de ir quitando y poniendo cosas durante años: a veces un juego de dos minutos te lleva tres años de organizar, preparar, sentir y pensar para que transmita la pasión por la magia.
Usted es un referente para los magos más jóvenes. ¿Quién cree que ha heredado su forma de trabajar?
Siempre nos influimos unos a otros: cuando ves a un artista que te llama la atención, algo aprendes de él y algo te queda. Ahora mismo hay muy buenos magos en España, sobre todo en la especialidad de magia de cerca, pero también en escena. Como Jorge Blass, que empezó en la escuela de magia de mi hija Ana, Yunke, Dani Daortiz o Juan Luis Rubiales.
Todos esos le citarían como maestro. ¿Y entre sus maestros, quiénes figuran?
He tenido tres muy directos: Juan Antón, que me enseñó que la magia es comunicación; Arturo de Ascanio, que me mostró que es un arte muy complejo; y Fracson, que me enseñó que era un acto de amor, y que hay que amar también al público para que sientan contigo la emoción, el gozo, el placer y el deleite que produce la magia.
¿Sigue haciendo sonar su violín invisible tras un truco exitoso?
Será invisible para ti, porque yo lo veo perfectamente...
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